Cap. 14- Promesa.

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Permaneció junto a ella lo necesario para que su corazón se calmara. Era increíble el poder que tenía ésta chiquilla en él. Cómo con su sola presencia lograba apaciguarlo, alejarlo de los malos pensamientos.

Estaba más claro que el agua, no se permitiría perderla aunque eso conllevará asumir que su corazón pudiera salir lastimado. Debía cuidarlo también de ella, aunque estuviese loco por esa muchachita.

– Quédate. –pidió en un susurro sobre su cuello, estremeciendo a Sophie.

– Yo... –no supo que decir. No sabía con qué fines debía quedarse.

– Por favor –apoyó su frente a la de ella, pero sin romper el abrazo–. No haré nada. Lo juro. Mereces respeto, Sophie, eso lo sé muy bien –dijo mirándola fijo haciendo que se sonrojara por ello–. Pasa la noche conmigo.

No pudo articular palabra alguna pero se vio asintiendo a su proposición haciendo que Thomas sonriera.

Y que la llamaran mentirosa si no admitía que le encantaba verlo sonreír haciendo remarcar sus hoyuelos.

La miró atento y no pudiéndose contener al tenerla tan cerca, volvió a besarla nuevamente.

El dulce sabor de su boca era algo que no podría abandonar jamás. Sus labios, su lengua, sus besos. Era imán para él.

Sophie disfrutó de su esencia, de su vigor, de su toque, todo de él. La forma en la que aquel hombre la tomaba en brazos y la besaba, la hacían desear más. Mucho más.

Sin poder controlar la conducta de su cuerpo, se vio sentándose sobre él a horcajadas, sorprendiendo a Thomas quién no se opuso y la rodeó por la cintura con fuerza.

Los besos fueron subiendo de tono y Sophie ya no podía razonar. Jamás antes se había sentido tan excitada como en este momento. Y joder que le gustaba.

Thomas recorrió cada centímetro de su boca y sin contenerse mordió su labio inferior provocando un gemido por parte de Sophie y en consecuencia ella movió sus caderas sobre las de él y ésta vez fue él quien gimió contra sus labios.

Aquel sonido despertó a Sophie y fue consciente de la dureza bajo su sexo y la humedad entre sus piernas.

– Lo... lo siento. –dijo apenada al separarse de él.

– No te preocupes.

Era la segunda vez en el día que la chiquilla le provocaba una erección.

– Lo que dije antes, lo mantengo –acarició su rostro con sus dedos y Sophie cerró sus ojos ante la sensación–. No haré nada que no quieras.

– ¿Y... si quiero? –preguntó con toda la vergüenza del mundo e intentó ocultar su rostro.

– Ey, no te avergüences –la tomó del rostro para mantener su mirada–. No conmigo. Y es normal que quieras más. Yo también quisiera más de ti –sonrió por ello–. Pero, pequeña, iremos despacio. Cuándo llegue el momento juro que te gustará.

Pudo notar un brillo especial en sus ojos cafés que combinaba perfecto con el rosado de sus mejillas. Tal vez imaginándose el momento.

– Debo confesarte que me encanta esta faceta tuya. Que quieras descubrir lo que tu cuerpo siente. Explorar lo que puede provocarte el placer.

– ¿Y cómo es? –preguntó con inocencia y Thomas no pudo evitar imaginarla en esa situación. Desnuda, gimiendo, con sus mejillas sonrojadas, húmeda y caliente. Dispuesta y sólo para él.

– Dime –preguntó al recobrar la compostura. Porque imaginarla en esa situación no mejoraba en su erección– ¿Qué sientes cuando nos besamos? Di lo primero que venga a tu mente.

La Institutriz | Mi Luz (libro 1)Where stories live. Discover now