Siempre contigo

By Lily-Bela

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¿Qué habría pasado si aquella horrible noche en el Valle de Godric, Lord Voldemort realmente hubiese muerto... More

Prologo
Capitulo 1
Capitulo 2
Capitulo 3
Capitulo 4
Capitulo 5
Capitulo 6
Capitulo 7
Capitulo 8
Capitulo 9
Capitulo 10
Capitulo 11
Capitulo 12
Parte 2: Capitulo 1
Capitulo 2
Capitulo 3
Capitulo 4
Capitulo 5
Capitulo 6
Capitulo 7
Capitulo 8
Capitulo 9
Capitulo 10
Capitulo 12
Capitulo 13
Capitulo 14
Capitulo 15
Capitulo 16
Capitulo 17
Capitulo 18
Capitulo 19
Parte 3: Capitulo 1
3. Capitulo 2
3. Capitulo 3
3. Capitulo 4
3. Capitulo 5
3. Capitulo 6
3. Capitulo 7
3. Capitulo 8
3. Capitulo 9
3. Capitulo 10
3. Capitulo 11
3. Capitulo 12
3. Capitulo 13
3. Capitulo 14
3. Capitulo 15
3. Capitulo 16
3. Capitulo 17
3. Capitulo 18
3. Capitulo 19
3. Capitulo 20
3. Capitulo 21
3. Capitulo 22
3. Capitulo 23
3. Capitulo 24
Parte 4: Capitulo 1
4. Capitulo 2
4. Capitulo 3
4. Capitulo 4
4. Capitulo 5
4. Capitulo 6
4. Capitulo 7
4. Capitulo 8
4. Capitulo 9
4. Capitulo 10
4. Capitulo 11
4. Capitulo 12
4. Capitulo 13
4. Capitulo 14
4. Capitulo 15
4. Capitulo 16
4. Capitulo 17
4. Capitulo 18
4. Capitulo 19
4. Capitulo 20
4. Capitulo 21
4. Capitulo 22
4. Capitulo 23
4. Capitulo 24
4. Capitulo 25
4. Capitulo 26
4. Capitulo 27
4. Capitulo 28
4. Capitulo 29
4. Capitulo 30
4. Capitulo 31
4. Capitulo 32
4. Capitulo 33
4. Capitulo 34
4. Capitulo 35
Preguntas y respuestas

Capitulo 11

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By Lily-Bela

Evidentemente, nada podía salir siempre bien. Y si era así, no duraba para siempre.

Aunque Harry hubiese preferido mil veces mantener un perfil bajo luego de lo que pasó en el club de duelo, lamentablemente no podía pasar todo lo que deseaba y lo que sucedió con los demás alumnos se lo dejó claro y con eso, estaba entiendo a lo que se refería su tío cuando decía cosas como: «no nos debemos permitir tener mala fama ni nada de eso». Antes algunos eran un poco recelosos hacia él por ser El-Niño-Que-Vivió, pero ahora la mayoría de alumnos lo miraban por encima del hombro por creer que él era el supuesto heredero de Slytherin. Desde que entró en Hogwarts, jamás creyó que la Casa Slytherin fuese un nido de víboras venenosas, como había escuchado a un chico de su Casa decir una vez, así como tampoco creía que los de Hufflepuff fuesen todos unos llorones o los de Ravenclaw unos agrandados, pero ahora que estaba pasando todo eso, era evidente que los demás seguían con ciertos prejuicios. Salvo sus amigos y, obviamente, los profesores, casi nadie quería estar cerca de él.

El comedor solía quedarse casi en completo silencio cuando notaban su presencia. Hermione, Ron, Draco y Neville no podían evitar rodar los ojos y sacudir sus cabezas cuando notaban que los alumnos parecían evitar a toda costa el contacto con Harry y Ginny incluso soltaba comentarios sarcásticos que sorprendían a la mayoría, salvo a sus hermanos, que conocían muy bien su carácter. Luna, por otra parte, se encontró durante varios días yéndose de su mesa para sentarse con Harry y darle ánimos. El moreno le sonrió con mucho afecto antes de poder darse cuenta y agradecerle a ella también por no darle la espalda. Y luego se encontraba mirando feo a sus amigos cuando hacían caras burlonas, aunque no notaba las de Ginny, que parecían reflejar cierta tristeza y algo de amargura. No lo negaría, Luna era linda y muy dulce, sería ilógico no tenerle afecto.

Fuera de eso, agradecía que los gemelos fuesen capaces de bromear y aligerar las cosas en los momentos más críticos y tensos. Solían llamarlo «heredero del rey serpiente» y hasta gritaban en los pasillos cuando pasaba que debían cuidarse o el mal caería sobre «aquellos que osaran molestarlo». Aunque eran agradables y lo animaban a veces, Harry seguía manteniendo su idea de tener un perfil bajo, más con el shock de haberse enterado que podía hablar con las serpientes y que lo que había pasado en el zoológico hacía un año no había sido una coincidencia o una situación con un animal entrenado. Aún así, sus amigos lo ayudaron a no perder la cabeza, ya que la voz de antes lo seguía acechando y aunque Hermione insistiera en que no se oía nada en ningún lado, Harry sabía que estaba ahí, pero lo que no sabía era cómo se los podía demostrar.

Para olvidar el tema por, al menos, cinco minutos, le preguntó a Draco qué le había dicho el profesor Snape cuando lo mandó a su Sala Común luego de haber invocado a la serpiente durante su duelo. El rubio se encogió de hombros, luciendo ligeramente avergonzado, y le contó que el hombre no dijo que le escribiría a sus padres ni nada, pero él tendría que escribir un informe medio largo sobre los duelos de entrenamiento y por qué no debía dejarse llevar por las emociones y mucho menos usar hechizos que ponían en riesgo la seguridad de sus compañeros.

-Siento lo de la serpiente, Harry-exclamó Draco, rascando un momento su nuca nerviosamente-. Creo que realmente me dejé llevar.

-Ah, no te preocupes-sonrió Harry-. Yo también me excedí con el hechizo Expelliarmus. Dos veces encima. Ron, ¿qué pasó con tu varita?

-Pues... aún no hemos podido ir al Callejón Diagon, así que intenté arreglarla con cinta, ya que los hechizos de Reparo no funcionaron-contestó Ron, un poco molesto-. Pero bueno, mamá seguramente me llevará cuando finalicé el año. Sólo espero que no se enoje demasiado.

-Lo lamento en serio-se disculpó de nuevo Harry-. Yo la repondré.

Ron sonrió ahora y dijo que no se preocupara, que sus padres podrían conseguir una nueva.

Después de eso, los niños olvidaron el tema del heredero y siguieron hablando tranquilamente, queriendo evitar, como dijeron Fred y George, que les salieran canas antes de los treinta, como estaban seguros que le pasaría al profesor Snape si ellos seguían estresándolo durante sus clases y en algunos castigos.

Pese a ello, la tranquilidad tampoco estaba durando demasiado. Harry seguía escuchando voces y por un momento, intentó convencerse de que se estaba volviendo loco y que todo estaba en su cabeza. A veces, oía un siseo escalofriante y en otras ocasiones, esas cosas que hablaban de matar y desgarrar. Le daba miedo. En algunas ocasiones hasta tuvo miedo de salir de su cuarto si no era en compañía de Ron, como creyendo que lo que fuese que rondara por el castillo podía saltar sobre él si andaba solo.

Remus Lupin, poco después, lo encontró en el patio, solo, sentado en una de las bancas y con la mirada perdida. Parecía pensar en muchas cosas a la vez.

- ¿Harry?-lo llamó con voz tranquila.

-Oh, señor Lupin. Lo siento, no lo había visto-dijo Harry, esbozando una pequeña sonrisa.

- ¿Día complicado?-preguntó Remus, sentándose también, aunque manteniendo cierta distancia para no incomodarlo.

Harry se encogió de hombros ligeramente.

-Más o menos. Las malas lenguas aún hablan, pero no me importa demasiado ahora-admitió.

-Eso está bien. Sólo harás que se sientan importantes.

-Supongo...

El niño dudó un momento antes de preguntar:

- ¿Alguna vez le pasó de sentirse excluido, incluso teniendo amigos que lo apoyaran?- Sabía que era una pregunta bastante personal, pero en ese momento, realmente sentía que necesitaba el consejo de un adulto y futuro profesor que realmente les daba confianza a sus alumnos, no por su supuesta grandeza, sino porque él realmente quería que los jóvenes supieran que podían confiar en él, siempre manteniendo sus posturas y ayudándolos dentro de lo posible.

Remus pareció sorprendido por la pregunta y hasta un poco nervioso. Sin embargo, Harry notó que respiraba hondo y aflojaba lo mejor que podía sus hombros. Luego, lo miró y contestó con tranquilidad.

-Nunca había sido realmente excluido por mis compañeros cuando estudiaba. De hecho, tenía amigos. Era más bien yo quien le temía a estar sin compañía, así que conozco el sentimiento.

- ¿Por algo en especial, si puedo preguntar?

-Bueno, no es algo que pueda hablar ahora, pero sí te diré que fueron cosas que pudieron darme muchos problemas y con amigos como los que tenía, era difícil no hacerlo-rió despacio-. En este caso, tú hablas con las serpientes y eso parece crear un efecto negativo en tus compañeros, ¿no?

-Sé que no es una habilidad bien vista. Nos hablaron de la historia de Salazar Slytherin.

- ¿Sabes? Soy partidario de que no porque algo sea mal visto por la mayoría, deba serlo realmente. Tú tienes la habilidad de hablar con las serpientes y sin embargo, dudo que eso te haga una mala persona. Siempre dependerá de cómo uses esa habilidad, porque son las acciones quienes demostrarán mucho de ti.

- ¿De verdad lo cree?-preguntó Harry, esperanzado.

-Totalmente. La Historia tiene muchos huecos y nadie tiene la respuesta a todo. Y si hablamos del ahora, siempre podemos cambiar y rellenar lo que falte.

Harry asintió lentamente. Quizás Remus tenía razón. No debía creer que era alguien malo sólo por lo que hablaban. Él sabía que jamás lastimaría a nadie y menos encantaría serpientes para que lo hicieran. De hecho, había evitado que una atacara a Justin, cuando podría haberla dejado o incluso decirle que lo atacara sólo para comprobar si le haría caso. Era aterrador el simple hecho de pensarlo.

Hablando un poco más, Harry le preguntó si pensaba aceptar el puesto de profesor y Remus dijo que lo estaba considerando totalmente. Realmente le gustaba enseñar y los alumnos siempre quedaban impresionados con sus tácticas cuando hacía demostraciones con Lockhart, aunque siendo que éste no era un dualista muy hábil, les daba ganas de verlo enfrentarse de nuevo con el profesor Snape. De todas formas, Lupin prefería evitarse totalmente un enfrentamiento mágico con él. Además de todo, Lupin bromeó diciendo que se odiaría de por vida si dejaba a los jóvenes en manos de Gilderoy, cosa que los hizo reír. A pesar de no conocerlo demasiado, y siendo bastante desconfiado en ciertos puntos, Harry podía decir que Lupin parecía ser una persona muy amable y tranquila, pero la única duda que le rondaba por la cabeza era por qué parecía llevarse un poco mal con el profesor Snape. Esa fue la única pregunta que se privó de hacerle, ya que esa sí podía tratarse de una muy personal y no sólo de él, sino también de su profesor de Pociones. Pese a su curiosidad, decidió despedirse del hombre e irse a su Sala Común.

~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~

Las fiestas, por lo menos, pasaron con calma. Severus había sido invitado por los Malfoy a la mansión para pasar navidad. La carta le llegó el quince de diciembre y él esperó hasta el veintidós para responderles. Había dudado y casi rechaza la invitación como todos los años, pero sólo hubo una circunstancia que lo hizo cambiar radicalmente de opinión: como sólo Minerva y Albus sabían por sus palabras durante una tarde de té, su sobrino honorario le hizo saber que Weasley, Granger, Lovegood y Longbottom se irían para pasar la navidad con sus familias. Severus jamás olvidaría las expresiones de los ancianos, porque parecían estar conteniéndose para no gritar de euforia y abrazarlo ahí mismo. Agradeció eso último, porque estaba convencido de que hubiese desfallecido antes de las fiestas si lo hubiesen hecho.

Como esperaba, Harry aceptó de inmediato visitar a los Malfoy para las fiestas. Sería la primera vez que pasaría una navidad con otra familia y sin tener que recoger nada ni cocinar, como le hizo saber Severus muy a su pesar, recordando bien esas fechas en la casa de los Dursley. Sólo el pensamiento de que Harry estaría con su amigo y que no habría problema de ningún lado le impidió explotar una ventana. Y Draco no se quedó atrás con su reacción cuando supo que su amigo estaría en su casa para las fiestas. Dijo que sería genial y, sin lugar a dudas, más divertido que estar con Pansy y Blaise, que aunque le caían bien, ella era muy habladora y Blaise un poco apático. Estar con Harry sería mejor.

La mansión de los Malfoy era incluso más grande de lo que hubiese imaginado y más de lo que solía ver en los libros o las veces que pudo ver de reojo uno de esos programas de gente millonaria que compraba casas y que eran los que ponían verde a su tío por no poder estar en su lugar. Además, parecía un palacio en el que cualquiera podía perderse, así que optaría por seguir a Draco y preguntarle bien dónde estaba cada lugar.

Al llegar, fueron recibidos por Narcissa, quien besó las mejillas de Harry y estrechó la mano de Severus, sabiendo que si sus labios le rozaban aunque fuese un poco la mejilla haría que perdiese el poco color que le quedaba en el rostro. Ese pensamiento siempre hacía que sintiese la risa acumularse en ella, pero se contenía para mantener siempre su elegancia, ya que carcajear era lo último que quería hacer, menos delante de sus invitados. Después de ella, Lucius estrechó la mano de sus invitados y Draco los saludó animadamente. Los niños seguramente estarían mejor que ellos. Severus sabía que debía hablar con Lucius sobre lo que pasaba en Hogwarts, pero estaba convencido de que, al hacerlo, el Ministerio no tardaría en enterarse y Fudge pediría la renuncia de Albus si no se mostraba capaz de proteger a sus alumnos. Entonces, a riesgo de que Lucius y Narcissa se molestasen con él, decidió guardarse el «secreto» para cuando fuese conveniente contarlo.

Harry, por su parte, fue llevado al salón mientras los adultos se iban al comedor para charlar y dejarlos a ellos solos hasta la cena.

Los ojos del moreno brillaron cuando entraron al salón. En éste, prevalecían los colores verde oscuro y algunos tonos grises y blancos, aunque este último color abundaba menos. El sofá y sillones de cuero estaban cerca de una gran chimenea de mármol, del lado izquierdo del salón. Del otro lado, había una mesa considerable y algunas sillas de madera altas y de ese lado, la pared estaba casi compuesta por ventanas grandes con cortinas rojas carmesí abiertas totalmente que daban al patio trasero de la mansión, el cual lucía más como un campo que un patio normal. Draco dijo que podían estar ahí hasta que los llamaran.

Los niños jugaron ajedrez mágico y al juego de cartas por el que Draco aún le recordaba que él y Hermione, de alguna manera, habían hecho trampa y que por eso había perdido, ya que cuando jugaba con sus padres, siempre ganaba. Quizás sólo es demasiado orgulloso para reconocerlo, pensó Harry, sonriendo amablemente. Y luego de eso, hablaron más tranquilamente sobre lo que había ocurrido tiempo atrás.

- ¿Qué dice el profesor Snape, Harry?

-Pues... Sigue pareciendo muy tranquilo. No quiere hablar demasiado del asunto de que puedo hablar pársel, parece perturbarlo. Prefiere centrarse en preparar las cosas necesarias para cuando las mandrágoras maduren. ¿Y tus padres qué dicen?

-Oh, no lo saben-dijo Draco, susurrando por si acaso uno de sus padres estaba cerca-. El profesor Snape me pidió que no les dijera nada todavía. Ni de eso ni los petrificados. Quiere esperar para evitarle problemas al director.

-Entiendo. Seamos discretos entonces-asintió Harry.

- ¿Has seguido escuchando cosas?

-Sí, en cada rincón del castillo. - Al notar la mirada escéptica de Draco, insistió-. ¡Te juro que es verdad! Lo oigo con más claridad cada vez.

-Sé que no mientes, pero me resulta tan extraño...-contestó el rubio-. ¿Por qué sólo tú puedes escucharlo?

-Ojala lo supiera-suspiró Harry-. Al final terminaré creyendo lo que dijo Seamus. Quizás ya me volví loco.

-No sería una muy desacertada-bromeó Draco. Harry le dio un codazo amistoso-. Sea como sea, dudo que esto recaiga en la broma que todos pensamos. Luna solía creer que eran los «Nargles», pero cuando supo bien lo ocurrido, dijo que era imposible, porque ellos nunca le harían daño a nadie, según sus palabras.

-No lo sé, pero espero de verdad que se acabe pronto o me voy a volver verdaderamente loco.

Los niños fueron llamados poco después por uno de los elfos domésticos de la familia. Harry estaba convencido de que si hubiese estado Hermione, ella se habría enojado por ello. Ambos se dirigieron al comer mientras el elfo desaparecía de un chasquido detrás de ellos, algo que sorprendió un poco a Harry. El niño tenía entendido que los elfos eran felices sirviendo a las familias de magos y que la sola idea de pensar que podían recibir una prenda para ser liberados los volvía locos. Aún le costaba entender algunas cosas del mundo mágico y esa era una de ellas.

En el comedor, Narcissa les pidió a los niños que se sentaran mientras los elfos terminaban con algunas cosas. Harry notó que la mujer estaba vestida mucho más elegante que otras veces y un poco más arreglada. Se notaba un fino delineado en sus ojos que resaltaba el azul de los mismos y el labial rojo contrastaba con su piel pálida, algo que llamaba muchísimo la atención. Lucía un vestido largo color crema de seda y encima un tapado negro que sólo estaba abrochado por la parte del pecho, dejando así al descubierto su vestido. Los lados de su pelo rubio caían sobre sus hombros y sólo una parte había sido ajustada en un moño con algunos rizos. Realmente era una mujer muy bella, nadie podría negarlo. Harry sorprendió a Lucius mirando seductoramente a su esposa mientras ella fingía no darse cuenta y al profesor Snape rodando los ojos y bebiendo un trago de cerveza un momento después.

El patriarca se puso de pie y rodeó la cintura de Narcissa para darle un beso francés. Ambos se rieron al oír el bufido de Severus por su aparente descaro.

-Oigan, hay niños presentes-les recordó el hombre de negro-. Guárdense sus impulsos para más tarde o, en su defecto, para otro día. Ahora no creo que nadie quiera ver que se sienten acalorados.

- ¡Severus!-jadeó Narcissa. Una cosa era besarse con su esposo delante de ellos y otra bastante distinta era hacer insinuaciones sobre hacer el amor.

-Qué descarado eres, amigo mío-soltó Lucius, arqueando una ceja en su dirección, aunque aún sin soltar a su esposa.

-Lo dice el hombre que me suelta la misma frase cada vez que lo acompaño al Callejón Diagon-siguió Snape, copiando su gesto. Los niños estaban intentando con fuerza contener la risa.

Los ojos de Lucius se abrieron en par y giró la cabeza en dirección contraria, apoyando su mejilla en la cabeza de su esposa, mientras ella se apoyaba contra su pecho.

- ¿Podemos cenar ahora?-le preguntó en un susurró su esposa.

-Con mucho gusto-accedió ella, casi roja.

Severus sonrió con arrogancia y se terminó lo que le quedaba de cerveza mientras guiñaba un ojo en dirección a los niños.

Como siempre, los elfos domésticos se habían lucido con la cena. Desde el pastel de carne con una salsa especial que ni el mismo Lucius conocía y no había querido preguntar jamás qué era (le gustaba demasiado como para llevarse una sorpresa si era algo desagradable), vegetales mixtos, patatas asadas y en puré, hasta el tradicional pavo relleno. Para beber, los adultos aceptaron el vino y los niños el jugo de naranja y manzana. Como postre, el pudín que tanto hubiesen amado Luna y Ron. Estaban en porciones individuales, pareciendo más bien pequeños volcanes de chocolate con fresas encima. Narcissa golpeó la mano de su esposo cuando notó que estaba intentando tomar una antes del resto de la comida.

La cena fue un éxito rotundo. Nada sobró esa noche y todos estaban convencidos de que los chillidos alegres y encantados de los elfos podrían haberse escuchado hasta el otro lado del mundo. En menos de dos minutos, las pequeñas criaturas limpiaron todo. Entre los efectos del alcohol y el chocolate, Lucius miró a su esposa y pensó que jamás se había sentido tan enamorado y excitado a la vez. Y luego miró a Severus y pensó en las veces que le había dicho que realmente necesitaba conseguir pareja. Esa conversación jamás iba a ningún lado y sin embargo, ni él ni Narcissa se daban por vencidos a la hora de insistirle.

Pasadas unas horas más, Severus supo que debían volver al castillo. Seguramente volverían de visita al día siguiente y posiblemente, Draco y Harry querrían visitar a los Weasley. De ser así, era mejor que no se acostaran tarde. Sin embargo, antes debía tener una pequeña conversación con Lucius.

Narcissa llevó a los niños al salón para preparar el Red Flu, mientras los hombres se quedaban en el comedor.

- ¿Y bien, amigo mío? ¿Qué querías preguntarme?

-No quiero ser pesado con lo mismo, pero necesito saber si puede haber o no algún avance con el proceso.

Lucius lo meditó un momento antes de responder.

-Bueno, el área que se especializa en estos casos dijo que, por mucho que quiera intervenir sin tener el testimonio de Harry, no puede hacerlo si una autoridad máxima, que ya sabemos quién es para nuestra desgracia, no les da permiso. -En eso, sonrió con cierta soberbia y prosiguió-. Sin embargo, no es necesario tener un testimonio oral. Digamos que aún usan el Pensadero para ciertas ocasiones, ya que consideraron que usar poción de la verdad en niños y jóvenes era demasiado... brusco, por decirlo de forma suave. Y sumado a eso, se pueden mostrar los recuerdos que tiene contigo para comprobar que serías un buen tutor. Si hay una aceptación, se verán tus condiciones de vida y finalmente, la custodia temporal hasta que se haga el papeleo necesario.

-Entonces, ¿podemos entregar recuerdos para que vean cómo es la situación?

-Sí. El inconveniente viene porque los recuerdos de Harry siendo violentado por sus familiares deben venir acompañados por el que muestre que él accede a «dar» dichos recuerdos, porque de lo contrario puede haber un malentendido.

- ¿Cuándo cambiaron tanto las cosas?-preguntó Severus, consternado por esas instrucciones.

-Hace mucho que me hago la misma pregunta-suspiró Lucius-. Siento decírtelo ahora, pero han sido meses complicados en el Ministerio.

-Créeme, lo que has hecho hasta ahora es suficiente. Ahora todo dependerá de que el Fudge y su séquito dejen de ser idiotas.

-Se vale soñar, Severus.

Ambos fueron al Salón. Narcissa estaba besando la mejilla de Harry como despedida y luego él se despidió de su amigo y de sus padres. Cuando él se fue, Severus se despidió de la familia.

-Cuídate, Severus. Y buena suerte-exclamó Narcissa, bastante sugerente.

-Buenas noches, tío Severus-dijo Draco, medio bostezando.

-Nos vemos pronto, amigo. Avísanos si planean ir donde los Weasley.

Severus asintió y atravesó las llamas para acabar donde Harry, quien estaba esperándolo con una amplia sonrisa.

-Harry, siento si este año no recibiste un regalo. De verdad, no supe qué conseguir para ti-fue lo primero que dijo.

Harry cambió de expresión. Para sorpresa de Severus, parecía hasta molesto.

-Profesor, jamás he esperado estas fechas realmente para recibir algo-le informó-. La pasé muy bien esta noche por estar con usted y los demás. Como el año pasado, me divertí estando con otras personas y no para... atenderlas-concluyó casi en un murmullo.

A pesar de que Severus intentó mantenerse impasible, estaba casi seguro de que sintió su mano apretar un poco su garganta. Está bien, si era totalmente honesto, jamás se hubiese esperado esa respuesta.

Lo siguiente que supo fue que Harry se había lanzado hacia delante y lo estaba abrazando con fuerza por la cintura, casi sacándole el aire. Para ser un niño bastante delgado, sus abrazos eran bastante fuertes.

-Gracias por lo de hoy, profesor-dijo sonriendo ahora, sin soltarlo-. Ésta y la del año pasado fueron mis mejores fiestas.

Oh, al diablo, pensó Severus, olvidándose por completo de su postura e inclinándose para poder abrazar bien al niño.

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