4. Capitulo 26

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El día de la prueba por fin llegó. Desde que supo lo de los dragones, Harry no había logrado calmarse y pensar en el hecho de que sus amigos lo habían ayudado con un plan para que, si no pasaba la prueba, al menos saldría vivo de ella. Sabía que intentaban alentarlo y evitar que se estresara antes de tiempo y fue por esa razón que se abstuvo de soltar algún comentario sobre el hecho de que no les tocó a ellos estar en medio de ese estúpido Torneo. Cedric, que estuvo hablando con él desde que le avisó de la primera prueba (y cuando tenía un momento lejos de sus compañeros), lo había ayudado a concentrarse y hasta había controlado su vuelo en su Saeta de Fuego para indicarle algunos errores que quizás Angelina Johnson, la nueva capitana de Quidditch, no había notado. En ningún momento criticó eso, ya que asumió que su pasión por ganar, que no era poca, hacía que alentara más a los jugadores en estrategias.

Eso lo hizo sentirse más tranquilo, aunque también un poco culpable por no saber cómo ayudar al mayor para que pasara la prueba. Sin embargo, Cedric había sonreido antes de alborotar su pelo y decirle que no debía preocuparse por nada. Ya había pensado en algo.

El moreno pensó con humor en cómo sería tener a Cedric como hermano mayor.

En la mañana, los profesores los llevaron a los terrenos de Hogwarts y allí, los hicieron pasar a una tienda. McGonagall dijo que debían esperar hasta que Dumbledore anunciara el inicio de la prueba. Y Moody también estuvo rondando cerca de allí, según él asegurándose de que todo estaba bien. La profesora de Transformaciones se llevó una mano a la frente, diciendo que no podía creer lo paranóico que era Alastor. Les advirtió a los elegidos que también podía llegar a ser muy... sobreprotector e incluso los propios Aurores lo encontraban molesto a veces. No debían pensar que era así únicamente con los alumnos.

Harry miró a Fleur y Viktor. Ella parecía más nerviosa de lo que quería aparentar incluso y él... seguía igual de impasible. El menor de todos no pudo evitar preguntarse qué habrían hablado la última noche, cuando fue con Luna a visitar a Helena. Aunque cuando la mirada de Krum se encontró con la suya, Harry miró hacia otro lado rápidamente. Al volver a ver a Viktor, él ya no lo estaba mirando. Pese a su expresión dura, el moreno se dio cuenta de que debía estar nervioso o algo estresado. Su director no parecía ser la clase de persona que toleraba fracasos.

Bagman entró poco después para darles detalles sobre las pruebas. Fleur entonces se mostró más nerviosa, Krum incómodo y Cedric y Harry tuvieron que evitar reirse. Ludo pareció ignorar por completo estos gestos y explicó que en unos minutos les mostraría una bolsa y, sin mirar, debían tomar «lo que tuviese dentro», así sabrían a lo que se iban a enfrentar. Lo único que dijo explicitamente fue que la prueba consistía en robar el huevo de oro que cada cosa cuidaba con ferocidad.

En lo que Bagman le comentaba algunas cosas a Moody, quien es todo momento movió su ojo mágico en todas direcciones, los chicos no pudieron evitar reírse un poco. Quizás un día podrían contar que se habían enterado de las pruebas antes de tiempo. Esperaban al menos pasarla sin que comenzaran a sospechar cosas. Quizás Ludo y Crouch no lo harían, pero Moody comenzó a mirarlos con cierta sospecha cuando se rieron, por lo que se callaron y comenzaron a mirar hacia otro lado.

Cuando los espectadores comenzaron a llegar, Harry sintió que sus entrañas se retorcían. Y sintió ganas de vomitar. Moody salió de la tienda y eso provocó que todos los cuatro chicos dejaran salir el aire bruscamente. El menor inhaló y exhaló tan lentamente como pudo, intentando decirse que el plan funcionaría y que no sería calcinado por una bestia de quién sabe cuántos metros de tamaño que estaría dispuesta a quemarlo o comerlo de un bocado.

Sus piernas temblaron al pensar en las posibilidades.

Unos minutos después, Bagman entró en la tienda con un saco. Y Dumbledore llegó detrás de él, más preocupado que otra cosa. Ludo puso el saco frente a Fleur y ella pareció murmurar algo en francés mientras metía la mano para sacar su minuatura; a ella le tocó un galés verde con el número dos, lo que la hizo suspirar de alivio. Krum copió su acción y, sin parpadear, metió la mano y de forma veloz, como si no tuviese miedo de lo que podía tocarle, sacó el bola de fuego chino, con el número tres. Cedric inhaló profundamente al meter la mano y acabó sacando el ; al ver que tenía el número uno, se estremeció. Y finalmente, Harry se resigno a lo que podía quedar y metió la mano para acabar sacando un , número cuatro. Harry no sabía qué era lo peor: el dragón que le había tocado o ser el último. Maldita sea la suerte.

Siempre contigoWhere stories live. Discover now