Capitulo 7

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A varias semanas de lo ocurrido con el Troll, Severus supo que debía hablar con Lucius Malfoy urgentemente. Ya que no se había molestado en excusarse con Albus sobre no haberlo hecho antes, ahora debía hacerlo para informarle de un ataque que podría haberle costado la vida a su retoño. Sabía que el patriarca llegaría antes de que Dumbledore pudiese ofrecerle dulces de limón a alguien cuando leyera la carta. Y, obviamente, lo primero que iba a querer hacer era ver a Draco para asegurarse de que realmente estaba bien.

Entonces, pensó en su charla anterior con Albus, cuando le dijo directamente que no había encontrado la suficiente fuerza como para hablar con Lucius sobre Harry. Desde el comienzo de las clases, ya había sido insoportable tener que verlo y hablarle en muchas ocasiones como un alumno más; que lo era, sí, pero de verdad le hubiese gustado poder decirle que él lo había cuidado un tiempo cuando sus padres fallecieron.

Entonces, el viejo le dijo lo último que él quería escuchar de millones de cosas:

«Mi muchacho, sabes que siempre te he apoyado en esto. Pero ahora mismo, tienes que enfrentar esto con quien puedes considerar un amigo, porque estoy seguro de que él podrá serte más útil. Y para ello, debes dejar de lado tu miedo».

Recordó haber sentido que su ceño se frunció ligeramente cuando oyó la palabra con M. Entonces, al preguntarle de qué rayos estaba hablando, Albus suspiró con tristeza y concluyó:

-Tu miedo... a la pérdida. Y a la verdad.

Se estremeció en su asiento al pensarlo de nuevo. Por un momento, se sintió un idiota por permitir que aquello le afectara. Ahora mismo, debía centrarse en cumplir su promesa para el niño y la mujer que amó.

En fin. La carta que le había enviado a Lucius Malfoy no daba demasiadas vueltas para explicarle el asunto. De hecho, fue tan directo como cuando hablaba con él o con cualquier persona que tuviese delante. Lo que sí, fue más sutil para explicarle la situación de Draco con su Casa. Si la carta llegaba a manos de Narcissa, la mujer no tendría problema en arribar en el castillo para sacar a Draco de ahí a menos que le garantizaran seguridad máxima.

Se pasó una mano por la frente y miró por su ventana. Esperaba que la charla con Lucius no se atrasara o alargara demasiado. Le había dicho a Harry que podía cenar con él esa noche (con la excusa de que quería vigilarlo para que no se metiera en problemas) y no quería hacerlo esperar demasiado. Comenzó a sentir un peso extraño en el cuerpo. Sus hombros se tensaron un poco y su cabeza casi parecía ceder a su propio peso.

¿Lo peor? En las prácticas, había notado que Quirrell estaba mirando fijamente a los niños de forma... extraña. Madame Hooch estaba ahora con los ojos más pegados en ellos, sin querer que otro incidente se produjera y ese idiota del turbante parecía estar moviendo muy sutilmente los labios en dirección a ellos. Severus no perdió el tiempo apenas lo notó y se acercó peligrosamente a él, vociferando que qué diablos estaba haciendo. Quirrell soltó un gritito y se estremeció ante la fiera mirada de Snape. Tartamudeó una respuesta inútil y se fue a paso veloz, casi negándose a mirar atrás. Severus miró por la misma ventana que ese idiota y comprobó que todo estaba bien. Nadie estaba herido ni nada. Finalmente, sacudió la cabeza y siguió su camino.

De repente, el rugido del Flu atravesó su habitación y supo que Lucius había arribado en ella. Levantó la cabeza y apreció que el patriarca ya no mantenía su postura imponente y aspecto aristocrático que siempre tenía cuando lo visitaba. Ahora, parecía terriblemente estresado y unas ojeras bastante notorias estaban bajo sus ojos, que lucían muy cansados.

-Severus-dijo a modo de saludo, de forma apresurada.

-Lucius-contestó Snape, haciendo un gesto con la cabeza.

Siempre contigoWhere stories live. Discover now