3. Capitulo 16

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Dos magos que aún no llegaban a los cuarenta años estaban camuflados entre las sombras, en el vecindario de Privet Drive, esperando que las luces de aquella casa de apagaran y que únicamente pudiese verse la de la televisión, ya que era a esas horas que el matrimonio Dursley se quedaba viendo televisión por Merlín sabría cuánto tiempo. Cuando eso pasara, tendrían vía libre para golpear la puerta (ya que si irrumpían a su manera el Ministro lo usaría como excusa), sabiendo que los vecinos ya no iban a andar de metidos. Claro, eso pasaría si los Dursley no se encontraban lo suficientemente traumados por las cosas que Lupin les había hecho pasar.

Lucius miró un momento a su amigo y contuvo un suspiro de exasperación. Horas atrás, había arribado a las mazmorras de Severus, preocupado por la carta que le había enviado mencionándole que había ocurrido algo parecido a una desgracia. En ese momento, Lucius se disculpó con Narcissa y le prometió contarle lo que Severus tuviese para decirle. Sin embargo, en cuanto llegó y le preguntó al profesor de Pociones qué rayos había sucedido, éste divagó un poco antes de decirle que lo olvidara y que sólo fuesen a Privet Drive. Evidentemente, y aunque primero se sintió molesto, el patriarca conocía lo suficiente a Snape como para darse cuenta de que verdaderamente le estaba escondiendo algo. Y lo supo cuando, luego de que él le recriminase el haberlo preocupado sin motivo aparente, Severus se disculpó con él y dijo que sólo quería acabar lo antes posible el asunto con Petunia y Vernom Dursley.

El patriarca desistió sólo porque pensaba lo mismo. Después de tanto tiempo, sólo quería que esos Muggles firmaran los papeles para renunciar a la custodia de Harry Potter y luego esperar que Fudge autorizara a que ésta pasara a ser de Severus. De ser así, Lucius sabía que por fin podrían dormir tranquilos sabiendo que el joven ya no estaría jamás en malas manos. Con todo el asunto de Sirius Black, Lucius seguía preocupado de que él pudiese reclamar (o en este caso, pedir) la custodia de Harry desde el anonimato y luego buscarlo bajo hechizos Glamour para evitar ser encontrado, como el rubio estaba seguro que había estado haciendo todo el tiempo que estuvo fuera de Azkaban, ya que podía ser lo bastante inteligente como para hacer que no se notaran los hechizos.

Sabía que jamás conseguiría nada forzando a su amigo a hablar; de hecho corría más riesgos él si lo intentaba que el propio Severus. Pero eso no podría alejar la preocupación y, a la vez, curiosidad por saber qué le estaba ocultando el hombre de negro. Severus jamás le había dado vueltas a los asuntos que eran importantes, por lo que Lucius sabía que no debía ser cualquier cosa si estaba así por algo que no le estaba contando. De saber Legeremencia como sabía su amigo, habría podido descubrir fácilmente lo que era, pero dado que el menor era uno de los mejores en Oclumancia, no habría tenido demasiadas oportunidades.

Por otro lado, Severus sabía perfectamente que Lucius debía estar preguntándose de mil maneras qué era lo que había querido decirle cuando llegó a sus mazmorras. Snape era consciente de que había cometido un error considerable al dejar que su subconsciente escribiese «esa frase» cuando redactó la carta para Lucius en el momento en que estuvo listo para ir a «visitar» a los Dursley al mundo Muggle. Sabía que no exageró cuando escribió eso, pero no había sido el mejor momento para hacerlo. Lucius ya tenía bastante con saber que Narcissa iba cada semana a Azkaban para ver a Bellatrix y tener que soportar más problemas en el Ministerio. Ahora sentía una leve punzada de culpa por haberlo hecho preocupar por ello.

Pero bueno, ya iban a hacer que Petunia y Vernom firmaran los papeles y luego el patriarca lo ayudaría a conseguir la custodia de Harry de una buena vez. Después de eso, sólo quedaba esperar que Fudge y el resto de su séquito no intentase poner trabas.

Severus estiró un poco el cuello cuando se percató de que la única luz que se podía apreciar era la del televisor. Miró a Lucius y éste asintió, enseñándole los papeles que tenía en la túnica para dejarlo tranquilo. Severus respiró hondo y fue delante para quedar enfrente de la puerta. Por un breve momento, se sintió... inseguro. ¿Qué pasaba si los Dursley habían llegado a la conclusión de que no querían perder las pensiones que cobraban por un pobre niño huérfano? Si llegaban a soltar algo así, Lucius no iba a poder evitar que los hechizara antes de poder parpadear siquiera. Pero el hombre de negro sabía que hacer eso sería cometer un terrible error y tirar a la basura en segundos todo el tiempo esperado durante tres años (sin contar el tiempo que lo cuidó desde las sombras).

Siempre contigoWhere stories live. Discover now