4. Capitulo 8

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Harry estaba en la sala de la casa, sentado en uno de los sillones leyendo uno de los tantos libros que tenía su profesor. Hacía un rato que su profesor recibió una carta y dijo que debía salir un momento. El joven no se molestó ni se molestaría de ninguna manera si pasaba eso en los próximos días. Entendía que debía ser por trabajo y Snape era una persona ocupada. Además, en varias ocasiones le dijo que si en cualquier momento necesitaba algo sólo debía llamar a Dobby y Tara y ellos lo atenderían. Harry había dicho que sí, pero no le agradaba la idea de usar a los elfos. Él consideraba que era diferente porque llamaban a Snape «amo», así que era lógico, pero él no lo era, así que no quería parecer aprovechado. En su lugar, fue a la cocina y al notar que estaba un poco desordenada, decidió limpiar. Ya había arreglado su cuarto esa mañana antes de desayunar, así que la cocina no sería un problema. No sabía dónde guardaba Snape las cosas de limpieza o si tenía, pero curioseando por algunos armarios encontró algunas cosas.

Al terminar de lavar algunos platos y utensilios, volcó agua con un poco de lejía en la encimera y la limpió sin esfuerzo. Había algunas manchas que podían fácilmente confundirse con las que aparecen con los años mientras los muebles van perdiendo brillo, pero él las conocía bien. Y había aprendido cómo quitarlas sin esfuerzo y sin dejar rayones, ya que su tía se ponía como loca si su cocina mostraba alguno, así que él había aprendido cómo hacerlo para que ella no se enojara.

Después, se fue a la sala y acomodó algunos libros en sus respectivos lugares. Lo sabía porque su profesor siempre parecía ordenarlos en orden alfabético, igual que sus pociones. Además, los espacios vacíos lo hacían obvio. Sonrió al imaginarse a Snape ordenado también los libros por color o tamaño. Sus tíos a veces lo hacían ordenar las cosas por orden alfabético o color, pero con los años Harry entendió que sólo era porque querían que estuviese todo el tiempo haciendo algo y no porque fuese realmente útil. De todas formas, jamás los cuestionó o habría deseado no hacerlo.

Se estremeció al pensarlo y casi deja caer uno de los libros más grandes que tenía su profesor. Quizás no estaba muy preocupado o afectado por las veces que sus parientes le pegaron, ya que había asumido que quizás muchos padres debían darle lo que sus tíos llamaban «correctivos» cuando se portaban mal (además, Snape ya le había explicado que eso hacen los padres cuando los niños llegan muy lejos con sus travesuras y él siempre hacía que cosas extrañas pasaran cuando era pequeño y sus tíos odiaban eso, así que quizás eso era para ellos «ir muy lejos»), pero si pensaba en las cosas horribles que le decían, aseguraría que le causaban un dolor extraño en el pecho. Petunia siempre decía que debía «ayudar» con las tareas del hogar porque ellos lo habían recibido después de que sus padres murieron, pero Vernom podía ser mucho más hostil verbalmente. Físicamente también, pero Harry recordaba con más claridad las palabras hirientes que los golpes en sí. De hecho, apenas y recordaba las veces que le pusieron las manos encima. Claro, sí recordaba a su primo hacerlo, pero teniendo en cuenta que tenían la misma edad, Dudley se aprovechaba de eso, porque la mayoría de adultos pensaban que «eran cosas de niños». Pero su profesor ya le había dicho que eso no estaba bien, porque luego las cosas pueden empeorar. Dudley era la clara muestra de ello con su comportamiento.

Al acabar de acomodar los libros, sólo dejó uno en el suelo para no olvidar leerlo, ya que ese en particular había llamado su atención. La mayoría de libros eran sobre pociones o la historia general de la magia, así que encontrar uno diferente resultó extraño, aunque de buena manera. Se le hacía un poco raro el silencio que había, apenas sí podía oír algunas voces en las calles, pero la verdad, no le molestaba. De hecho, lo ayudaba a no estresarse demasiado, ya que cuando quería leer, odiaba que las personas hablasen muy fuerte. Pasaba mucho en la casa de sus tíos y en Hogwarts, pero en ese último caso era comprensible, ya que era una escuela. En Privet Drive apenas podía leer una página entera antes de que las voces de sus parientes le perforaran los oídos con sus estruendosas risas y demás, y ni hablar de cuando estaba Marge. A veces se preguntaba cómo hizo para no quedarse sordo.

Siempre contigoWhere stories live. Discover now