4. Capitulo 29

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Como muchas veces había pasado, pocos tenían la certeza de cómo fue que acabaron de esa forma: Severus y Sirius en la oficina de Dumbledore, ambos sentados frente al escritorio del anciano como si hubiesen sido atrapados en medio de una pelea, y con los demás Jefes de Casa allí, sin entender muy bien qué pasaba, y Lupin. Severus estaba apoyado contra el respaldo de la silla, cruzado de brazos y mirando hacia un costado, aburrido, mientras que Sirius estaba inclinando hacia delante, con las manos juntas y apretadas y mirando nerviosa y furiosamente cada lugar de la oficina.

Dumbledore estaba masajeando sus sienes, seguramente buscando preparar su cabeza para la charla que tendría con Severus y Sirius. La escena le traía ciertos recuerdos, aunque ahora mismo no era de la mejor forma.

Esa tarde, en lo que Severus intentaba averiguar quién diablos se había atrevido a tomar cosas de su armario personal para una poción (por Merlín, se iba un tiempo y los malditos aprovechan para hacer cosas que si hubiese estado en Hogwarts ni siquiera habrían pensado) y tuvo la no muy buena suerte de encontrarse con Lupin. Al verlo, el licántropo primero se sorprendió, cosa que Severus notó fácilmente al verlo detenerse de golpe y arquear las cejas. Pero ese gesto pronto fue reemplazado por una sonrisa más tranquila. El castaño se acercó hasta él con serenidad y, mientras juntaba sus manos, dijo: «Severus, bienvenido. Me da gusto saber que por fin saliste. Dumbledore no me avisó nada». El hombre de negro chasqueó la lengua y respondió que daba igual, no era lo que esperaba. Remus ni siquiera hizo amago de dejar de sonreír. De hecho, dio un paso más hacia él y le dio una palmada en el hombro, alegando que «le alegraba que nada hubiese cambiado». Severus no entendió muy bien eso. Seguía molesto por saber que le habían robado, así que, por una vez, decidió dejarlo pasar.

Le preguntó por Harry y Remus exhaló despacio antes de decir que estaba tan preocupado como él, pero hasta el momento, no había podido hablar demasiado del tema con el joven, ya que él casi siempre estaba yendo «de aquí para allá» con sus amigos. Además, todos sabían que los profesores no podían tener conversaciones con los campeones sobre el Torneo. Eso sólo complicaría más las cosas si intentaban ayudarlo. Harry le había comentado a Snape que aún no sabía qué hacer con el huevo. Severus tuvo que morderse la lengua para no decir nada. No era un buen momento para generar más preocupaciones. Él siempre estaba con sus amigos y si no hablaban de las ideas de la prueba, buscaban despejarse un momento antes de tener que buscar cómo sobrevivirían Harry y Cedric en la próxima prueba.

Remus entonces le ofreció hablar en su oficina.

— ¿Qué tenemos que hablar realmente?—preguntó Severus, arqueando una ceja.

—Sé que no confías en mí—comenzó Lupin—, pero dame la chance de intentar... arreglar un poco las cosas. Íbamos bien durante el año que empecé a trabajar aquí, ¿no?

Severus había suspirado en ese momento. Habían pasado pocos días desde que le habían dado el alta en San Mungo y pronto tendría su sesión con Frida. Quizás hablar un poco con Lupin no cambiaría mucho, pero intentar llegar a algo no lo mataría.

Aceptó moviendo la cabeza y fueron al salón de DCAO. Tenían un buen rato hasta que comenzaran las siguientes clases. En otras circunstancias, Remus le hubiese ofrecido licor o whisky, pero sin ser nada tonto, le ofreció té o café. Severus rechazó ambas cosas, alegando que no quería beber nada en ese momento.

— ¿De qué querías hablar?—preguntó con cierta impaciencia, apoyándose contra un pupitre—. ¿O sólo querías una excusa para poder cerciorarte de que no he bebido?

Fue el turno de Remus de suspirar. Ya tenía la idea clara de que no sería fácil recuperar la confianza de Severus.

—Quería saber cómo han sido los meses en San Mungo. Nadie me dijo nada sobre eso.

Siempre contigoWhere stories live. Discover now