3. Capitulo 4

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Harry se había despertado, por primera vez, de forma tranquila y sin miedo por alguna pesadilla. Por un breve momento, se había olvidado que no estaba en la casa de sus tíos y por pura inercia, se calzó de forma apresurada para hacerles el desayuno a sus familiares. Pero al oír a su lechuza ulular fuertemente y casi en tono de aviso, recordó dónde estaba y se permitió relajarse. Aún con los zapatos puestos, se tiró de espaldas a la cama nuevamente y se quedó mirando el techo.

Ya era libre de sus tíos. No sabía qué haría cuando terminase el año y tuviese que volver. Claro que si quería podía escapar e intentar sobrevivir de alguna manera, pero siendo realista, ¿a dónde iría? No tenía más familiares y si las autoridades Muggles lo encontraban... o lo regresaban con sus tíos o lo metían en un orfanato. O en un internado. Pero si lo pensaba, nada podía ser tan malo como la casa de los Dursley.

Sonrió al pensar que por fin volvería a ver a sus amigos. Eso le daba muchos ánimos, ya que seguramente estarían en el Callejón Diagon antes de las clases. Neville le había escrito antes y le dijo que quizás podría conocer a su abuela, Augusta, ya que ella iba a acompañarlo a comprar sus cosas para la escuela. Harry no podía negar que estaba un poco ansioso por conocerla. Su amigo le había comentado que era una mujer de carácter, así que entendió rápidamente que debía ser muy respetuoso con ella.

Miró el escritorio que estaba en su cuarto, justo donde Hedwig estaba parada, y observó los libros que el primer Ministro se había molestado en comprarle. Eso sí que le había llamado la atención. Claro que le dio las gracias al hombre cuando llegó con Tom para dárselos, pero cuando se fueron, no pudo evitar sentir cierto recelo hacia Fudge. Absolutamente todos decían que era una persona poco o nada competente para el puesto que tenía, llegado a asegurar que jamás veía más allá de sus propios principios ni de nada que realmente ayudase a un bien mayor. Por esa misma razón, Harry no pudo evitar sentirse alerta. Porque, o todos le habían mentido sólo por no quererlo a él como primer Ministro o Fudge debía creer que era fácil de manipular.

De cualquier forma, no iba a ser desagradecido, así que si llegaba a verlo de nuevo, actuaría con naturalidad de la mejor forma posible. Además, sinceramente, ¿quién no querría aprovechar que una persona poderosa como Fudge le había comprado lo que necesitaba para el año? No se lo mencionaría a sus amigos, claro. Pero ya que no se había gastado una parte en sus propios materiales, quizás podría pagarles lo que necesitaran a los Weasley, si lo necesitaban, por supuesto.

Sacudió la cabeza y se levantó para acariciarle el pecho a Hedwig, quien luego sujetó su dedo con su pico y sus ojos lo miraron con cariño. Harry le sonrió y miró por la ventana.

—Bueno, Hedwig... Ahora somos libres de los Dursley—comentó Harry. La lechuza ululó suavemente en reconocimiento—. Al menos hasta fin de año.

Eso la hizo ulular de nuevo, aunque esta vez de forma algo ensordecedora. Estaba molesta. Al parecer, no le gustaba que su dueño se preocupara por eso.

—Bien, lo siento. No dije nada—se rindió él, haciendo que Hedwig inflara el pecho de forma orgullosa—. ¿Bajamos a comer?

Cuando Harry estiró el brazo, la lechuza se paró en él y ambos salieron justo a tiempo para ver a la mujer que limpiaba golpear la puerta de un cuarto y luego, oyeron un rugido que salía del mismo. En lugar de asustarse, la mujer dijo de forma antipática: «Volveré después». Quizás no le gustaba mucho su trabajo, pensó Harry.

Llegando a la escalera que daba al comedor, oyó dos voces que conocía muy bien. Parecían discutir. Se quedó en lo alto de las escaleras y observó a Ron y Hermione, efectivamente, discutiendo. Ella tenía un gato con pelaje color jengibre en brazos y Ron tenía a Scabbers de forma protectora. Harry ya podía hacerse una idea de lo que había ocurrido.

Siempre contigoWhere stories live. Discover now