Siempre contigo

By Lily-Bela

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¿Qué habría pasado si aquella horrible noche en el Valle de Godric, Lord Voldemort realmente hubiese muerto... More

Prologo
Capitulo 1
Capitulo 2
Capitulo 3
Capitulo 4
Capitulo 5
Capitulo 6
Capitulo 7
Capitulo 8
Capitulo 9
Capitulo 10
Capitulo 11
Capitulo 12
Parte 2: Capitulo 1
Capitulo 2
Capitulo 4
Capitulo 5
Capitulo 6
Capitulo 7
Capitulo 8
Capitulo 9
Capitulo 10
Capitulo 11
Capitulo 12
Capitulo 13
Capitulo 14
Capitulo 15
Capitulo 16
Capitulo 17
Capitulo 18
Capitulo 19
Parte 3: Capitulo 1
3. Capitulo 2
3. Capitulo 3
3. Capitulo 4
3. Capitulo 5
3. Capitulo 6
3. Capitulo 7
3. Capitulo 8
3. Capitulo 9
3. Capitulo 10
3. Capitulo 11
3. Capitulo 12
3. Capitulo 13
3. Capitulo 14
3. Capitulo 15
3. Capitulo 16
3. Capitulo 17
3. Capitulo 18
3. Capitulo 19
3. Capitulo 20
3. Capitulo 21
3. Capitulo 22
3. Capitulo 23
3. Capitulo 24
Parte 4: Capitulo 1
4. Capitulo 2
4. Capitulo 3
4. Capitulo 4
4. Capitulo 5
4. Capitulo 6
4. Capitulo 7
4. Capitulo 8
4. Capitulo 9
4. Capitulo 10
4. Capitulo 11
4. Capitulo 12
4. Capitulo 13
4. Capitulo 14
4. Capitulo 15
4. Capitulo 16
4. Capitulo 17
4. Capitulo 18
4. Capitulo 19
4. Capitulo 20
4. Capitulo 21
4. Capitulo 22
4. Capitulo 23
4. Capitulo 24
4. Capitulo 25
4. Capitulo 26
4. Capitulo 27
4. Capitulo 28
4. Capitulo 29
4. Capitulo 30
4. Capitulo 31
4. Capitulo 32
4. Capitulo 33
4. Capitulo 34
4. Capitulo 35
Preguntas y respuestas

Capitulo 3

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By Lily-Bela

Harry, pese a todo lo que había pasado con su familia durante toda su vida, no podía dejar de decirse que su vida no era tan mala como había creído. A pesar de todas las veces que ellos lo menospreciaron y a sus padres fallecidos, él no les tenía demasiado rencor. De hecho, era completamente indiferente hacia ellos. Sus tíos, desde que pasó lo de la carta y todo el asunto de la magia, ya casi no le prestaban atención y su primo seguía siendo igual de malhablado hacia él, pero ya casi ni se atrevía a tocarlo; Petunia le advirtió por bastante tiempo que jamás debía hacerlo si no quería contagiarse del mismo «problema» que su primo.

Aún así, lo que estaba haciendo más especial esas semanas era que Harry supo por cartas de sus amigos que pasaría el día de su cumpleaños en la Madriguera con todos ellos, durante todo el día. Ron dijo que sus padres estaban muy felices por organizarlo, ya que sería una buena ocasión para que se conociesen más a fondo y para que Harry disfrutara, por una vez, su cumpleaños como un niño normal.

Harry recordaba muy claramente que sus tíos jamás le prestaron atención a esa fecha y él tenía muy claro el motivo. Sin embargo, había llegado un punto en el que no le importaba realmente que no lo hicieran. Las veces que salieron justo en esa fecha, sólo lo llevaban porque la señora Figg no podía cuidarlo y, como era costumbre, compraban de todo para su primo y nada para él, aunque estaba un poco feliz porque lo sacaban de la casa. Recordaba un día en específico que fueron a una heladería de la ciudad y la tía Petunia compró un helado de limón para Dudley, pero como no le gustó e hizo un berrinche para que le compraran otro, Vernom se lo dio a Harry y le ordenó que lo acabara. Incluso si no era su saber favorito, lo disfrutó mucho y dado que su primo apenas le había dado una probada, quedó mucho helado para él. Para su mente infantil, fue un buen «regalo». Y supo que los helados eran una de las mejores cosas que podría haber probado. Pero luego de eso, ya no tuvo tanta suerte en las salidas, salvo cuando Dudley elegía un nuevo sabor y ése no era su favorito, aunque no eran demasiadas las ocasiones en las que pasaba eso.

Los cumpleaños de su primo siempre eran muy diferentes a los suyos. Dudley siempre recibía muchísimos regalos, cada año uno más que el anterior. Y si llegaba a faltar alguno, se molestaba enormemente. Tanto, que su madre debía prometerle que, en la ciudad, le comprarían dos o más para que no le faltara nada. Lejos de molestarle, lo entristecía. Había aprendido de los libros con moralejas que los padres no les hacían ningún bien a sus hijos malcriándolos como sus tíos lo hacían con Dudley. O en otras palabras, le daba pena por su primo. No quería ni imaginarse qué haría el día que sus padres no estuviesen con él.

Pero se animó de verdad cuando leyó la carta de Ron y las de los demás, que decían que estaban ansiosos por verlo de nuevo y poder pasar su cumpleaños en casa de los Weasley. El pelirrojo agregó que quizás sería una buena ocasión para que conocieran a sus hermanos mayores, Bill y Charlie. Si no había complicaciones, estarían ahí ese mismo día. Harry estaba, sin lugar a dudas, emocionadísimo por ello.

Vería a sus amigos, conocería mejor a la familia de su mejor amigo y sus tíos no dirían nada. Draco le había preguntado en una de sus cartas cómo haría para llegar si ellos eran tan cerrados a esas cosas. Harry cayó en cuenta de que era verdad, pero no se preocupó demasiado. De hecho, estarían felices de «quitarse ese peso» por unas cuantas horas.

No podía esperar a que llegara la fecha.

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Molly y Arthur Weasley reunieron a sus retoños para cenar, los chicos entraron a toda máquina a la casa y se sentaron en la mesa, mientras se quejaban por quién se había sentado en el lugar de quién. La matriarca puso orden y sirvió todo con ayuda de su esposo. Al sentarse, comenzaron a comer tranquilamente.

Los chicos no dejaban de reírse y contar todo lo que habían hecho durante el día y en el Callejón Diagon, cuando fueron durante la tarde. Al parecer, los gemelos disfrutaron molestar a sus hermanos menores, diciéndoles que dentro de poco, ellos ya dejarían de ir a Hogwarts y pondrían su propia tienda en el Callejón, cosa que hizo que los menores intercambiaran miradas, puesto que aún les quedaban algunos años para acabar su tiempo en la escuela. Pero dado que siempre era imposible discutir con los gemelos, fingieron ofenderse y los ignoraron tanto como pudieron, mientras Percy intentaba disimular la poca vergüenza que pasaba cuando Fred y George hacían de las suyas. Ron no dejó de decirle que debía relajarse un poco y Ginny sólo negaba con la cabeza y negaba conocerlos cuando comenzaban a quejarse o pelear por algo.

A su manera, la habían pasado bastante bien, por suerte.

Apenas acabaron, Molly agitó su varita e hizo que los platos comenzaran a lavarse y guardarse. Acto seguido, besó las mejillas de todos sus hijos al igual que su esposo y los mandaron a dormir. Tras escuchar algunas quejas de los niños y los gemelos y ver a Percy rodar los ojos por esas actitudes, despidieron a sus hijos y esperaron a que se fuesen a acostar antes de ocuparse de otras cosas. Sonrieron con alivio al escuchar las puertas cerrarse y no oír el crujido de las escaleras. Seguramente habrían quedado muy cansados luego de su día en el Callejón Diagon, así que no debían preocuparse.

Se quedaron en la sala de estar, Molly se sentó y mantuvo una postura recta, mientras que Arthur, al sentarse, estiró lo más que pudo las piernas y suspiró, aliviado y agotado. Un día complicado en el trabajo. Pensaron un momento en que, por una vez, la Madriguera celebraría un cumpleaños que no era el de uno de sus hijos y como estaban tan familiarizados con esas celebraciones, ya sabían bien cómo preparar todo. Ciertamente, con tantos hijos, no era nada nuevo para ellos.

Lo único que podía inquietarlos un poco era que Severus Snape, la última persona que esperarían ver en una fiesta de cumpleaños con los niños, estaría en su casa para ver a Harry. Ya se habían sorprendido un poco cuando el hombre les dijo que Draco Malfoy iría por ser amigo de los demás. Estaban convencidos de que sus padres no irían. Eso sería demasiado sabiendo el historial que Arthur tenía con Lucius Malfoy. Nunca fuertes enfrentamientos, pero sí algunos «desacuerdos» respecto al pasado.

El momento de silencio les permitió aclarar un poco la cabeza para pensar mejor la organización y hacer que los niños pasaran un buen rato. Hermione era hija de Muggles, pero parecía adaptarse muy bien al mundo mágico y la pequeña y tierna Luna era increíblemente curiosa, por lo que cuando viese algo «poco común» seguramente se asombraría y su voz, dulce y suave, se los haría saber de inmediato.

—Querido, ¿crees que habrá sido una buena idea?—preguntó de la nada Molly.

— ¿A qué te refieres?

— ¿Crees que fue una buena idea decirle al profesor Snape que puede venir el día de la fiesta?

—Pues... No lo sé—contestó Arthur, encogiéndose levemente de hombros—. Sé que vino hasta aquí y todo para proponernos la idea, pero... algo no deja de parecerme... curioso.

— ¿Lo dices por su pasado con James Potter?—insistió Molly.

—Y con Sirius Black y Remus Lupin.

—Bueno... Dicen que las personas siempre cambian. Y él, pese a ser un Mortífago, pudo haberlo hecho realmente. A menos que todo sea realmente sólo por Lily.

—Sólo Severus lo sabe. Mientras tanto, mejor seguir su consejo y no decir nada delante de Harry.

Molly frunció levemente el ceño ante eso.

—Tiene derecho a saber más de sus padres—exclamó ella.

—Sí, pero si lo hace en su cumpleaños, quizás se ponga triste. Debemos escuchar a Severus. Mira a Ron, nos dijo que él y la profesora McGonagall los ayudaron a estudiar para los exámenes finales. Tal vez los demás sólo tuvieron una mala impresión o no lo conocieron muy bien. —Suspiró y dijo—: Querida, la era del Señor Oscuro acabó y los niños se libraron de un loco maniático como Quinirus Quirrell, sólo quiero olvidar los problemas por cinco minutos.

Molly también suspiró y le estrechó el hombro a su esposo gentilmente. Sabía que tenía razón en ese sentido, pero ella se sentía bastante orgullosa como para decírselo. Al menos en aquel momento.

—Espero que los niños puedan disfrutar de esto—fue todo lo que dijo.

—Lo harán, Molly—afirmó Arthur—. Los niños no piensan mucho en cosas de adultos. Lo mejor que podemos hacer nosotros es dejarlos un poco en paz con eso.

La mujer asintió y guardó silencio un momento. No iba a negar que se había sentido un poco tentada a llamar a un viejo amigo de James para que conociera a Harry el día de su cumpleaños y que ambos pudiesen hablar de él y de Lily antes de su muerte. James y él habían sido tan amigos que podía ser una buena ocasión para hacerlo. Pero pensando en las palabras de su esposo, creyó que no sería muy bueno para Harry saber cosas de sus padres en su cumpleaños. Al menos no al principio de todo.

Que todo salga bien, pensó la matriarca mientras cerraba los ojos y se apoyaba contra el hombro de Arthur. Él sujetó su mano con dulzura y ambos se quedaron perdidos en sus pensamientos.

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