Siempre contigo

By Lily-Bela

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¿Qué habría pasado si aquella horrible noche en el Valle de Godric, Lord Voldemort realmente hubiese muerto... More

Prologo
Capitulo 1
Capitulo 2
Capitulo 3
Capitulo 4
Capitulo 5
Capitulo 6
Capitulo 7
Capitulo 8
Capitulo 9
Capitulo 10
Capitulo 12
Parte 2: Capitulo 1
Capitulo 2
Capitulo 3
Capitulo 4
Capitulo 5
Capitulo 6
Capitulo 7
Capitulo 8
Capitulo 9
Capitulo 10
Capitulo 11
Capitulo 12
Capitulo 13
Capitulo 14
Capitulo 15
Capitulo 16
Capitulo 17
Capitulo 18
Capitulo 19
Parte 3: Capitulo 1
3. Capitulo 2
3. Capitulo 3
3. Capitulo 4
3. Capitulo 5
3. Capitulo 6
3. Capitulo 7
3. Capitulo 8
3. Capitulo 9
3. Capitulo 10
3. Capitulo 11
3. Capitulo 12
3. Capitulo 13
3. Capitulo 14
3. Capitulo 15
3. Capitulo 16
3. Capitulo 17
3. Capitulo 18
3. Capitulo 19
3. Capitulo 20
3. Capitulo 21
3. Capitulo 22
3. Capitulo 23
3. Capitulo 24
Parte 4: Capitulo 1
4. Capitulo 2
4. Capitulo 3
4. Capitulo 4
4. Capitulo 5
4. Capitulo 6
4. Capitulo 7
4. Capitulo 8
4. Capitulo 9
4. Capitulo 10
4. Capitulo 11
4. Capitulo 12
4. Capitulo 13
4. Capitulo 14
4. Capitulo 15
4. Capitulo 16
4. Capitulo 17
4. Capitulo 18
4. Capitulo 19
4. Capitulo 20
4. Capitulo 21
4. Capitulo 22
4. Capitulo 23
4. Capitulo 24
4. Capitulo 25
4. Capitulo 26
4. Capitulo 27
4. Capitulo 28
4. Capitulo 29
4. Capitulo 30
4. Capitulo 31
4. Capitulo 32
4. Capitulo 33
4. Capitulo 34
4. Capitulo 35
Preguntas y respuestas

Capitulo 11

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By Lily-Bela

Harry estaba sentado en una de las camillas de la enfermería, abrazando sus rodillas y con la mirada perdida, claramente en shock por lo que había pasado el día anterior, tratando desesperadamente de tomar conciencia de que lo ocurrido fue inevitable, porque Quirrell era demasiado peligroso como para permitir que siguiera en Hogwarts. Pero aún así, no dejaba de pensar en la forma en la que lo habían enfrentado ni en el maleficio que el profesor Snape gritó cuando el profesor del turbante escapó; se le hizo familiar, como si lo hubiese escuchado antes en sus pesadillas.

Ron estaba en la camilla de al lado, roncando suavemente y casi abrazando su almohada, mientras Hermione y Luna estaban en las camillas de adelante, boca arriba; la rubia tenía uno de sus brazos colgando de la misma. Y Draco era el único que no estaba allí. Por lo que había oído, Lucius y su esposa, Narcissa Malfoy, fueron hasta el castillo y dijeron que su hijo estaría mejor en la mansión. Sin oposición, aunque tampoco muy tranquilo, Dumbledore permitió que el matrimonio se llevara al niño, pidiéndoles como único favor que regresaran con él al día siguiente, porque el Ministro Cornelius Fudge y la reportera Rita Skeeter querían acercarse al castillo lo antes posible para saber qué rayos había sucedido. Incluso si Lucius intentó protestar mientras tenía al niño en brazos, Narcissa le respondió con tranquilidad al anciano, asegurándole que estarían ahí.

Como era de esperar, si algo debía ser un secreto, todo el mundo iba a saberlo.

Harry se sentía exhausto, pero no quería volver a dormir y soñar con ese ataque por parte de Quirrell. Ya nada le dolía. Físicamente, al menos. Al recordar todo perfectamente, hasta el más mínimo detalle, no podía evitar gemidos de angustia, pero intentaba callarse para no perturbar a sus amigos.

A pesar de que él y sus amigos habían objetado que no estaban heridos, Madame Pomfrey acabó por mandarlos a todos a la enfermería para que descansaran tranquilos. Ella parecía realmente alterada, al igual que todos los profesores y los fantasmas que habían ido con ellos al aula de Defensa Contra las Artes Oscuras. Los niños, sin saber realmente cómo, acabaron en la enfermería y Draco fue sacado de ahí por sus padres tan sólo una hora después. Poppy no se sintió capaz de objetarles nada, menos cuando vio al pequeño rubio aferrarse al traje de su padre cuando éste lo levantó o cuando Narcissa comenzó a acariciar suavemente su pelo, susurrándole que todo estaba bien.

La piedra se la había dado al director y el profesor Snape le aseguró que sería destruida luego de reprocharle a Dumbledore que haberla guardado dentro del castillo fue un gravísimo error. Harry nunca podría olvidar la mirada apenada y avergonzada del anciano; parecía terriblemente arrepentido.

Antes, Hagrid había ido a verlo para saber cómo estaba. Por suerte, el medio gigante fue muy gentil al hablarle, haciéndole sentir la confianza de que realmente lo escucharía si quería decir algo. El niño apenas encontró fuerzas para decirle que el enfrentamiento con Quirrell había sido tan emocionante como aterrador. Y luego le contó que estaba aliviado de que no fuese el profesor Snape quien buscaba la piedra o quien intentó hacerle daño. Hagrid soltó una risita y exclamó: « ¿Ves? Te lo dije. El profesor Snape tendrá una apariencia y mirada aterradora, pero te lo aseguro, podría apreciarte más de lo que crees». Un segundo después, comenzó a murmurar «no debí decir eso», cosa que lo hizo reír un poco.

Un sentimiento gris comenzó a apoderarse de su mente mientras pensaba en muchas a la vez. Ya de antes sentía algo parecido cuando estaba con Quirrell, pero nunca había sido tan fuerte como en ese momento. Cuando pensaba en la lucha y en la forma en que el profesor Snape y la profesora McGonagall fueron heridos por protegerlos, la culpa se apoderaba de él y lo hacía sentirse enfermo. Y recordar que tendrían una reunión con personas del Ministerio para contarles bien cómo fue la secuencia de sucesos con los maestros no lo hacía sentir mejor. ¿Qué pasaría entonces? ¿Podían expulsarlos por ello? ¿O despedir a sus profesores por haber atacado a otro, aunque fuese con justa razón?

- ¿Harry?-preguntó una voz sedosa en la puerta de la enfermería.

El niño levantó la cabeza y vio al profesor Snape cruzado de brazos, pero con una mirada que claramente dejaba ver que estaba preocupado. Harry bajó la cabeza casi tan pronto como la levantó. Escuchó a Severus suspirar y luego, los pasos de sus botas acercándose. Antes de darse cuenta, el hombre ya se había sentado en la camilla, dejando una de sus rodillas flexionada encima.

- ¿Necesitas hablar?-preguntó suavemente.

-No hay de qué hablar-contestó Harry, sin poder mirarlo.

-Yo creo que sí. Después de haber tenido un primer enfrentamiento con un profesor, dudo que no tengas nada que decir respecto a cómo te sientes o qué piensas de ello.

Harry levantó un momento la mirada y luego la bajó de nuevo.

-Profesor, cuando tuvimos el partido de Quidditch-comenzó en voz bastante baja-, mis amigos me dijeron que lo vieron a usted mirando fijamente mi escoba, como si la estuviese hechizando.

Severus no pudo evitar estremecerse cuando lo escuchó. Habría jurado que nadie lo había visto antes. Notó que ahora Harry lo mirada casi con extrañeza. Pese a lo que pensaba, no podía esconderle esa verdad.

-Apenas noté que te estabas por caer de tu escoba, comencé a usar un contra-hechizo. Quirrell ya debió decirte que intentó hacerte daño.

-Lo hizo-confirmó Harry-. También lo del Troll... y dijo que se molestó porque no acabó con Draco, porque de haberlo hecho... habría servido como venganza contra el señor Malfoy... y contra usted-contó, casi temblando al recordar sus palabras y fría mirada.

- ¿Una venganza?-murmuró Severus, inusualmente perturbado.

-Dijo algo sobre una traición...

Severus se pasó una mano por el pelo y exhaló despacio el aire que había estado conteniendo. Debió haber previsto que el odio que sentía por Quirrell era mutuo y él idiota no perdería la oportunidad de decir aunque fuese algo «mínimo» en su contra. Y Lucius claramente no se quedó afuera de ese odio.

-Harry, Lucius Malfoy y yo cometimos errores, como todo el mundo. Pero... en nuestro caso, casi nos cuesta la vida.

- ¿Por qué?

-Si te habló de esa «traición», supongo que en algún momento de su monologo habrás escuchado la palabra Mortífagos, ¿verdad?-preguntó. Harry asintió-. Por si te lo preguntas, los Mortífagos son seguidores del Señor Oscuro, lo ven como si fuese un dios muy poderoso y creen que todo lo que él hace, o hacía en su momento, estaba bien.

- ¿Pero usted y el señor Malfoy también lo creían?-balbuceó Harry, casi desesperado.

-Éramos muy jóvenes. Lucius sólo siguió una tradición por el temor de perder a su familia y yo... Bueno, ya no tenía a nadie, así que cuando supe de los Mortífagos, creí que podría encontrar algo parecido a una familia. -Soltó una risa sarcástica y cargada de amargura y concluyó con un duro-: Qué estúpido de mi parte.

-No creo que haya sido estúpido, señor-protestó Harry, en voz un poco más alta-. Siento que cualquiera que estuviese solo habría intentado encontrar a alguien. Además, parece que ambos se arrepienten de ello.

-Cada día, niño-susurró Severus, sacudiendo despacio la cabeza-. Nosotros logramos librarnos de una ida directa a la prisión de diferentes formas, pero otros Mortífagos no tuvieron esa suerte. Por esa misma razón se habla de traición. Pero la verdad, no esperaba que alguien como Quirrell hubiese tenido sueños con el Señor Oscuro. Seguramente se aprovechó de su debilidad mental desde el más allá.
»Jamás, pero es que jamás, estuvimos de acuerdo en lo más mínimo con las cosas que hacían ellos, pero no tuvimos realmente la opción de elegir una vez que... la marca se puso en nuestros brazos.

Al decirlo, miraba casi de forma melancólica su antebrazo izquierdo, incluso si dicha marca estaba cubierta por sus mangas.

Harry comenzó a sentirse peor que antes, pero ya no sabía si era por lo mismo o por la pena que le causaba saber lo que habían pasado su profesor y el padre de Draco. Jamás pensó que los adultos podían decir eso de no tener opción en algo. Sus tíos siempre parecían hacer lo que querían en cualquier momento y nadie objetaba por ello, ni siquiera cuando espiaban a los vecinos para hablar mal de ellos y luego invitaban a algunos a la casa como si fuesen amigos de toda la vida; lo cual resultaba irónico ya que casi nadie los quería ahí.

Entonces, Harry se dijo que podía ser cruel de su parte reprocharle algo a su profesor si le cuestionaba sus decisiones limitadas. Al igual que él, el hombre también parecía estar bastante solo. Y recordó que cuando hablaron sobre el espejo, le contó que él también pensaba mucho en su madre cuando era estudiante, lo que le dio el indicio de que claramente la había perdido.

Apenas tuvo tiempo de darse cuenta de que pequeñas lágrimas caían por sus mejillas. Cuando se pasó la manga por el rostro para quitarlas, oyó al profesor casi susurrar:

-Ven aquí, pequeño.

Luego, sus brazos lo envolvieron y fue apoyado contra el pecho de Snape, mientras éste pasaba con gentiliza una de sus mano por la cabellera alborotada azabache.

No hablaron más. La sola presencia de Snape fue suficiente para Harry en ese momento. Jamás se había sentido tan contenido por nadie.

~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~

Aproximadamente una hora después, cuando los niños estuvieron lo más despejados posibles, Madame Pomfrey les permitió irse de la enfermería hacia el comedor para ver a sus padres y que la reunión comenzara. Ella misma dijo que no debían hacerlos esperar en un momento como ése y los despidió gentilmente, deseándoles suerte. El profesor Snape se había ido hacia un rato, así que seguramente ya estaba ahí.

Luna iba completamente relajada, aunque estaba jugando un poco con sus manos, pero su expresión estaba tan tranquila como siempre; hasta se había puesto dos verduras secas a modo de pendientes, alegando que siempre las llevaba en el bolsillo por si venía una «ocasión especial». Ron, por otro lado, estaba un poco preocupado de ver a sus padres, puesto que no sabía si estarían molestos porque se había arriesgado ya dos veces (sin contar que aún no sabían lo del Troll) o si estarían lo suficientemente preocupados como para sacarlo de la escuela; ellos eran considerados «traidores de sangre» y si el Innombrable regresaba...

Hermione sólo iba murmurando que no quería que sus padres la sacaran de Hogwarts por creer que era un lugar peligroso. Quizás estaban pensando en enviarla a alguna escuela de su mundo donde no correría peligro. Pero ella no quería eso. Ahora tenía amigos y estaba aprendiendo magia. ¿Qué escuela iba a poder reemplazar eso?

Draco, por otro lado, estaba bastante nervioso por ver a sus padres. Mejor dicho, a su madre. Sabía que ella aún no estaba enterada de lo del Troll, ya que papá no se lo había contado antes y si llegaba a enterarse en la reunión de eso y de que habían sido atacados por un profesor, podía enfadarse y asustarse al mismo tiempo. Si llegaba a un acuerdo con su padre, corría el riesgo de que lo cambiaran a otra escuela de magia. ¡Él no quería eso! Por primera vez, tenía amigos. Verdaderos amigos. No quería perderlos.

La reunión sería en el Gran Salón debido a la presencia de algunos Aurores y compañeros de Fudge, el ministro. Apenas llegaron, los niños vieron que el viejo y una mujer de cabellera rubia y lentes que no acababan de cubrirle los ojos estaban ahí. La mujer parecía temblar en su silla por euforia y fue mayor cuando vio a Harry. Pero sólo las oscuras miradas de Snape y McGonagall la mantuvieron en su silla, con los brazos cruzados y los labios apretados como una niña castigada. Dos cabelleras pelirrojas fueron las más fáciles de destacar y Harry no tuvo dudas en que ellos eran los padres de Ron. A su lado, estaban dos personas que él no conocía, pero por la ropa que llevaban, dedujo que eran los padres de Hermione.

El padre de Luna, Xenophilius Lovegood, se levantó de la mesa apenas vio a su hija. Ella sonrió de oreja a oreja y se separó de sus amigos para correr hacia él y abrazarlo. El señor la levantó del suelo para darle un sonoro beso en la mejilla. Al sentarse, la puso en su regazo y le tendió un poco de pudín, el favorito de ella.

Molly y Arthur Weasley sentaron a su hijo entre medio de los dos y comenzaron a preguntarle cómo estaba y a ofrecerle diferentes bocadillos que estaban en la mesa, mientras la señora le acariciaba con ternura el pelo y su padre le ponía ambas manos en los hombros, diciéndole que podía comer lo que quisiera. Ron parecía un poco avergonzado por verse como consentido delante de los demás, pero también se sentía bien de tener, por una vez, la atención de sus padres sólo para él. Pero en lugar de aceptar algo, sacudió suavemente la cabeza y dijo que no tenía hambre. Y era verdad. Se sentía bastante inapetente. Sus padres se miraron por encima de su cabeza, preocupados, y Molly lo estrechó contra ella, arrullándolo.

Cuando Harry se sentó, fue al lado de Snape, que estaba al lado de los señores Malfoy. Lucius tenía a su hijo firmemente en su regazo y Narcissa sujetaba su mano y le daba palabras de consuelo. Al mirar a la puerta, el moreno notó que la mamá de Hermione estaba sujetando las manos del director que recién acababa de entrar, mientras él sonreía y le hablaba con serenidad. Detrás de ella, el señor Granger tenía a su hija en brazos y ella estaba abrazada a su cuello. Cuando fueron a sentarse, la dejaron en el medio de ambos y sujetaron sus manos con dulzura.

Fudge parecía malhumorado al ver que los padres se estaban tomando todo el tiempo del mundo para ver a sus niños. Parecían no entender que su tiempo era valioso y que no estaban para perderlo con historias tontas. Y Rita Skeeter estuvo a nada de lograr acercarse lo suficiente para intentar llevarse a Harry a un lado y hacerle una entrevista. Pero apenas estiró el brazo, Snape pasó el suyo por los hombros del chico y la miró de una forma que la hizo temblar.

-Le aconsejo, señorita Skeeter, que se ahorre sus preguntas estúpidas para quien quiera responderlas y deje de molestar a los niños. No estoy de buen humor y le aseguro que no quiere verme más furioso.

La mujer arrugó más los labios y se alejó, dejando su libreta y pluma a un lado para cuando comenzara lo bueno. Harry le lanzó una mirada agradecida al hombre. Sólo la presencia de los Aurores le impedía hechizarla en ese momento.

-Antes que nada, les agradezco a todos por haber venido-comenzó Albus desde el final de la mesa. Minerva estaba a su lado, con las manos cruzadas y la mirada cansada-. Sé que haber recibido las noticias de lo que ocurrió, aunque no con grandes detalles, pudo ser un shock para algunos. Y para los que no lo entendieron completamente, no se preocupen, ya estaremos hablando más abiertamente del tema.

Todos exhalaron suavemente y siguieron escuchando al director.

-Ahora, ya que todos están bien y que gracias a Merlín no hubo heridos de gravedad y que el profesor Snape ya lleva mejor su brazo, podemos comenzar oficialmente.

-Ya era hora-murmuró Fudge, ganándose miradas molestas de los Malfoy y Snape, quienes luego se miraron y negaron con la cabeza. Desde su lugar, Skeeter comenzó a murmurarle encabezados a su pluma.

-Harry, por favor, ¿podrías contarnos cómo fue que comenzó el ataque?-pidió gentilmente Dumbledore-. Tus amigos dijeron que estuviste con el profesor Quirrell antes de que pasara. Necesitamos saberlo también, mi niño.

Harry jugó un momento con sus manos y miró a sus amigos, quienes le hacían señales de apoyo. Miró a su profesor y éste asintió, dándole suficiente confianza como para que quisiera contar lo que había pasado con Quirrell.

-Nosotros estuvimos en la clase de Defensa Contra las Artes Oscuras y todo había comenzado... normal, creo-dudó, sin saber cómo explicarlo-. Digo... fue una de esas clases en las que él nos pidió que lanzáramos hechizos hacia alguien para que se defendiera. Cuando acabó la clase, me pidió que me quedara en el aula porque quería hablar conmigo.

Cuando mencionó lo de la clase, los Malfoy miraron a Severus y luego a su hijo, que se sintió un poco avergonzado para verlos, puesto que nunca les había mencionado eso en sus cartas. Molly se estremeció en su lugar y apretó con bastante fuerza a su hijo, casi sacándole todo el aire. Arthur apenas pudo convencerla de que aflojara un poco su agarre sobre el niño. Xenophilius miró a su hija y ambos rieron en voz baja; él ya se imaginaba los hechizos que debió usar su niña.

-Cuando ellos se fueron, el profesor Quirrell comenzó a decir cosas un poco extrañas. Dijo que le pareció raro que no objetara quedarme pese a mi desconfianza y luego... reveló que intentó matarme durante el juego de Quidditch y que él dejó entrar al Troll al castillo-admitió, temblando en su asiento.

Todos se pusieron tensos y Skeeter siguió murmurando más encabezados, esta vez de forma desesperada y rápida, claramente no queriendo perder detalles. Narcissa miró a su esposo y éste la evitó como pudo. Quizás había esperado demasiado para contarle. O tal vez habría sido mejor haberlo hecho, para empezar. Los Granger comenzaron a ver determinadamente a su hija para saber si no estaba lastimada y los Weasley y Lovegood casi se negaron a soltar a sus hijos.

-Oh, mi querido...-murmuró Albus-. ¿Qué pasó entonces, Harry?

-Después de decir eso, dijo que «su maestro», refiriéndose a Voldemort-el niño prefirió ignorar los jadeos ante la pronunciación de ese nombre y siguió-, lo había estado visitando en sueños para enseñarle cosas del bien y el mal. Después de ello, quiso que lo ayudara a robar la Piedra Filosofal. Al parecer, alguien más la quiere, pero no dijo quién.

-Antes de eso, nos pareció escuchar que iba a decir un hechizo-intervino Draco, aún sentado en el regazo de su padre.

-Creo que dijo Impe, pero no lo completó.

Severus sintió su presión arterial aumentar drásticamente. Con la boca casi seca, sólo pudo decir:

-La maldición Imperius. Un Imperdonable.

Quitando a los Granger, quienes claramente no tenían conocimientos de dicho hechizo, todos en el Gran Salón se miraron atónitos y abrazaron más fuerte a sus niños. Severus, al ver la cara de Harry, puso ambas manos en sus hombros y lo estrechó ligeramente contra él, demasiado preocupado como para molestarse porque los demás lo vieran.

Harry respiró hondo y prosiguió.

-Pero antes de que la terminara, el profesor Snape y la profesora McGonagall entraron con los demás. Y mientras el profesor luchaba contra Quirrell, yo me junté con ellos.

-Fue aterrador-agregó Hermione, en medio de sus pálidos padres-. El profesor Quirrell admitió que intentó llevar a los profesores a una trampa para que no llegaran a tiempo. Pero como nos vieron a nosotros en la puerta del aula, les dijimos que estábamos esperando a Harry.

-Fue ahí cuando entramos y vimos a Quirrell a punto de atacar a Harry-siguió Ron, cuando por fin fue soltado por su madre-. Y cuando vimos que los profesores no podían solos contra Quirrell, decidimos ayudarlos, aunque él se defendía muy bien.

- ¡Y gritó «esa» maldición contra Harry!-exclamó Luna, apoyándose un poco en la mesa-. Pero Ron lo salvó cuando lo empujó al suelo.

Esta vez, Arthur miró a su hijo y le frotó los hombros con gentileza.

-Y luego atacó al profesor Snape. Así fue como se lastimó más que antes el brazo. Creo que ya antes lo había hecho, porque su brazo se veía muy mal-dijo la rubiecita, pensativa-. Y la profesora McGonagall también fue golpeada por una maldición Expelliarmus.

-Pero Luna la protegió de los ataques posteriores-dijo Draco, mirando hacia donde estaban Minerva y Dumbledore-. Y Hermione y yo seguimos intentando atacar a Quirrell, pero nada sirvió contra él. No era tan tonto como pensábamos. Y luego de todo eso, atacó a Harry y Ron.

-A Ron lo lanzó contra un pupitre y tomó a Harry del cuello, exigiéndole una piedra-exclamó Hermione-. Quirrell comenzó a lastimarse de la nada, como si alguien le hubiese hecho un maleficio o algo así. Al final, escapó volando por una ventana antes de que llegaran los demás profesores y los fantasmas.

Albus miró a Severus y no pudo evitar que una pequeña sonrisa se formara en sus labios. Y el profesor de negro claramente notó un pequeño brillo en sus ojos, pero prefirió ignorarlo. Pero debía admitir que si en su momento no había pensando en ello, sí lo hizo luego. Pensó en cómo Quirrell pudo lastimarse sólo con el toque de Harry sobre su piel. Lo que no sabía es que Dumbledore claramente no creí que fuese el toque del niño lo que le hizo daño.

Para cuando los niños terminaron, los adultos parecían completamente lívidos, incluso los padres de Hermione a pesar de su ignorancia en temas mágicos. De repente, una sensación agobiante se hizo presente en el Gran Salón. Algunos bebieron casi desesperadamente un vaso de agua para aclarar sus gargantas y otros sólo podían respirar lentamente, tratando de no perder los estribos.

-Para cuando nosotros llegamos al aula-comenzó Dumbledore, lúgubre-, Quirrell se fue sin dejar rastro y tenemos más que asegurado que él jamás volverá a pisar el castillo. Puede ser bueno en la defensa, pero no es un mago excepcionalmente poderoso como otros que trabajan aquí. Y lo único que buscaba fue destruido, así que ya no tiene razones para regresar. Y mientras todos nosotros sigamos aquí, Quinirus Quirrell jamás lo hará.

-Esto es...-jadeó Fudge, con la vista perdida y aflojándose el cuello de su traje, como si estuviese ahogándose.

-Terriblemente malo-interrumpió Lucius-. Podía no tratarse del Que-No-Debe-Ser-Nombrado, pero sí de un aliado reciente y si Quirrell lo vio a través de sus sueños, nada quita que otros no estén pasando por lo mismo.

-Pero ahora que lo sabemos, nadie querrá acercarse aquí de nuevo-intervino Arthur-. Mientras sigamos con la guardia alta, pero sin volvernos paranoicos, debemos seguir adelante y no permitir que esto nos enloquezca.

- ¡Exactamente!-vociferó Fudge, ignorando todo lo contado por los niños-. ¡Señorita Skeeter, ya lo oyó! Debe asegurarse de que la comunidad mágica sepa que no hay riesgo de nada y que El-Que-No-Debe-Ser-Nombrado no tiene nada que ver en esto. Sólo fue un caso de un profesor desquiciado y nada más. ¡No hay nada de qué preocuparse!

Dumbledore dio por finalizada la reunión y todos se levantaron. Fudge reunió a los Aurores y compañía para irse tras despedirse de los profesores y del resto. Ron le hizo un gesto con la mano a Harry para que se acercara con ellos. El moreno miró a su profesor y éste asintió, alegando que debía hablar un poco con los demás padres antes de que se fueran y con el director. El niño se alejó de él y fue con su amigo pelirrojo.

-Mamá, papá, él es Harry, mi mejor amigo-lo presentó-. Harry, ellos son mis padres, de quienes te hablé antes.

-Es un placer, Harry-sonrió Arthur, tendiéndole una mano. Harry la aceptó-. Ron nos cuenta mucho de ti en sus cartas. Dice que eres genial.

Harry le sonrió a su sonrojado amigo y él miró hacia otro lado. Apenas lo vio, Molly rió encantada y le besó ambas mejillas. Parecía una señora dulce. Además, olía a galletas.

-Ay, querido, mi Ronnie siempre escribe que es muy divertido pasar los días contigo y los demás pequeños. Pero qué horror que hayan pasado por semejante situación. ¡Deberían asegurarse a qué clase de persona ponen a trabajar aquí, una escuela llena de niños!

-Querida, por favor-intentó calmarla Arthur-. Si se trataba de una especie de espía o algo así, no iba a ser tan sencillo.

-Aún así. Nadie sabe quién podría entrar la próxima vez.

Harry rió despacio. Los señores Weasley parecían tener mucha química, incluso si el señor parecía mucho más relajado que su esposa. Ella también se veía como una mujer fuerte de carácter. Ron siempre lo decía. Pero en ese momento, ambos parecían encantados por conocerlo personalmente y él agradeció infinitamente por fin conocer adultos que no lo comparasen con sus padres. Mientras hablaba un poco con ellos, descubrió que Ron no había exagerado cuando dijo que su madre podía comenzar a hablar entre dientes cuando tocaban algún tema que le molestaba; en este caso, el descuido de dejar que un loco maniático trabajara ahí. Cada vez que lo mencionaban, se giraba un poco y parecía maldecir por lo bajo.

Pero quitando eso, eran realmente agradables. Hasta dijeron que podía ir a su casa en las vacaciones, ya que cualquier amigo que tuviesen sus hijos sería aceptado en la Madriguera como uno más.

Luego de ellos, conoció personal y formalmente a los Malfoy. Lucius se disculpó por no haberse presentado la primera vez.

-No se preocupe por eso, señor Malfoy. Sé que estaba preocupado por Draco y quizás no era el mejor momento para buenas presentaciones.

El hombre miró a su esposa y ambos rieron suavemente. Luego, la mujer dio un paso adelante y se inclinó un poco para tenderle también su mano.

-Harry, ¿verdad? Soy Narcissa Malfoy. Es un placer conocerte.

-Lo mismo digo, Madame Malfoy-asintió Harry, respetuosamente. Al tomar su mano, sintió su piel mucho más suave y cuidada que la de la señora Weasley. Supo entonces que ella no debía hacer las tareas domesticas. Además, sospechó que se cuidada mucho las manos, igual que su tía Petunia, aunque ella estaba lejos de tenerlas como Narcissa Malfoy.

-Supe que ayudaste a Draco cuando pasó lo del Troll. Queríamos darte las gracias por ello-exclamó Lucius, pasando su brazo por los hombros de su hijo, quien tenía las mejillas menos pálidas de lo normal.

-No lo hice solo, señor Malfoy-negó el moreno, educado-. Mis amigos, Ron y Hermione fueron conmigo y Ron fue el primero en sacarlo.

-Lucius, querido, me habría gustado saberlo antes de llegar a esta reunión, ¿sabes?-murmuró la mujer, usando un tono que no le gustó nada. Pero Lucius sólo logró encogerse levemente de hombros con una sonrisa nerviosa, como diciéndole « ¿Qué te digo?»-. Ya hablaremos en casa-sentenció.

Los Malfoy eran una familia realmente elegante y tenían un aspecto imponente. Entendía por qué Draco le dijo que su padre era tan respetado en el Ministerio. Con sólo verlos, uno entendía rápidamente que lo mejor era no meterse con esa familia.

Entonces, al ver a los padres de sus amigos y poder conversar un poco con todos, Harry, por primera vez, no se sintió triste por estar en la escuela y ser el único que no podía llevarlos por alguna razón. Todos sus amigos se los presentaron sin problema y hablar con ellos era realmente agradable. Xenophilius Lovegood era tan extraño como su hija, pero muy amable y conversador. Se veía como algo fácil hablar con él. Y los señores Granger, al ser Muggles, fueron los más tranquilos al hablar de la escuela y de su pequeña. A pesar de estar preocupados, Hermione no quería dejar esa escuela ni a sus amigos. Lo aceptaron, pero con la advertencia de que su bienestar iba por sobre todas las cosas.

El año se acabaría pronto y aún debían atender clases y exámenes. Ni con un ataque como ese se iban a salvar de ello.

Pero la verdad, ya no les preocupaba tanto como antes.

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