Siempre contigo

By Lily-Bela

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¿Qué habría pasado si aquella horrible noche en el Valle de Godric, Lord Voldemort realmente hubiese muerto... More

Prologo
Capitulo 1
Capitulo 2
Capitulo 3
Capitulo 4
Capitulo 5
Capitulo 6
Capitulo 7
Capitulo 8
Capitulo 9
Capitulo 10
Capitulo 11
Capitulo 12
Parte 2: Capitulo 1
Capitulo 2
Capitulo 3
Capitulo 4
Capitulo 5
Capitulo 6
Capitulo 7
Capitulo 8
Capitulo 9
Capitulo 10
Capitulo 11
Capitulo 12
Capitulo 13
Capitulo 14
Capitulo 15
Capitulo 16
Capitulo 17
Capitulo 18
Capitulo 19
Parte 3: Capitulo 1
3. Capitulo 2
3. Capitulo 3
3. Capitulo 4
3. Capitulo 5
3. Capitulo 6
3. Capitulo 7
3. Capitulo 8
3. Capitulo 9
3. Capitulo 10
3. Capitulo 11
3. Capitulo 12
3. Capitulo 13
3. Capitulo 14
3. Capitulo 15
3. Capitulo 16
3. Capitulo 17
3. Capitulo 18
3. Capitulo 19
3. Capitulo 20
3. Capitulo 21
3. Capitulo 22
3. Capitulo 23
3. Capitulo 24
Parte 4: Capitulo 1
4. Capitulo 2
4. Capitulo 3
4. Capitulo 4
4. Capitulo 5
4. Capitulo 6
4. Capitulo 7
4. Capitulo 8
4. Capitulo 9
4. Capitulo 10
4. Capitulo 11
4. Capitulo 12
4. Capitulo 13
4. Capitulo 15
4. Capitulo 16
4. Capitulo 17
4. Capitulo 18
4. Capitulo 19
4. Capitulo 20
4. Capitulo 21
4. Capitulo 22
4. Capitulo 23
4. Capitulo 24
4. Capitulo 25
4. Capitulo 26
4. Capitulo 27
4. Capitulo 28
4. Capitulo 29
4. Capitulo 30
4. Capitulo 31
4. Capitulo 32
4. Capitulo 33
4. Capitulo 34
4. Capitulo 35
Preguntas y respuestas

4. Capitulo 14

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By Lily-Bela

La fecha del Mundial de Quidditch no tardó en llegar. Todos estaban muy emocionados por asistir finalmente a ese evento que gustaba a tantos magos y brujas. Cuando Hermione se unió a ellos, ya sabía también de la pequeña sorpresa y el motivo por el que muchas veces, sus amigos se ausentaron. Estaba tan emocionada como Harry de poder ir a un evento del mundo mágico como ese. Sus padres se habían mostrado un poco reticentes a dejarla ir, pero Remus tomó el asunto en sus manos y estuvo un buen rato escribiéndose con ellos para garantizarles que todo estaría bien y agregó que irían entre amigos más que con ellos. Habló brevemente de algunas protecciones y formas para que los menores no se perdiesen en un campo como ese.

Mientras se dirigían hacia el campo, los jóvenes iban delante de todo, hablando felizmente y oyendo las preguntas de Harry y Hermione para sacarles sus dudas. Entre todos ellos, quienes más destacaba era Luna: se había puesto una camiseta de mangas largas que tenía cosidas pequeñas banderas de cada equipo, al igual que sus pantalones que dejaban a la vista sus pantorrillas y sus zapatos, que eran de dos colores distintos. En la cabeza tenía un sombrero pequeño que la cubría del sol y éste tenía un girasol grande en el costado izquierdo. Cuando la vio, Draco no se guardó que lucía «extravagante». Ella sonrió y le dio las gracias, alegando que jamás le habían dicho eso, sino que, por el contrario, usaban palabras como «ridícula» o «espantosa». Eso hizo que el rubio cerrara la boca de golpe y que el resto del grupo se riera suavemente. Luna tenía facilidad para hacer que la gente se sintiese incómoda con unas pocas palabras y eso de verdad que podía ser divertido de presenciar. Neville mencionó que aún le costaba un poco seguirle el ritmo a Luna, pero le gustaba hablar con ella de esos temas peculiares que nadie más mencionaba. Él estaba muy contento porque su abuela le había permitido ir con sus amigos al mundial. Conociéndola, se lo habría negado de una sola vez y habría seguido presionándolo para que practicara y mejorara en la escuela. Sin embargo, la intervención de Sirius realmente dio resultados. El único «pedido» de la anciana fue que su nieto no se pasara del día ni hora acordada. Si era así, no habría problemas por nada.

Antes habían dicho que se verían con Draco y Narcissa en el campo de Quidditch, pero para desconcierto de Sirius, Xenophilius se había presentado con ellos dos, alegando que fue idea suya que fuesen todos juntos para que los chicos pudiesen verse antes, por si querían contarse sus asuntos antes de los partidos o si querían verse simplemente. Sirius se vio obligado a mostrar una sonrisa forzada y Narcissa de forma incómoda, bajando un momento la cabeza antes de saludarlos a todos. Y Draco prácticamente huyó hacia sus amigos cuando salieron, evitando en todo momento mirar a Sirius. Remus prefirió no comentar nada y en su lugar, sólo le pidió a Sirius que no hicieran nada que arruinase el día para los chicos.

Verían al resto del clan Weasley allá, así que preferían no atrasarse o luego tendrían a Molly bombardeándolos con muchas preguntas y regaños.

Harry casi se sintió mareado por el cambio de aire que claramente hubo. Y las vibras entusiastas de todos los magos allí presentes aportaron a ello también. Claro que en Hogwarts pasaba parte de su tiempo en el campo, pero después casi siempre estaba en el castillo y ya se había acostumbrado al ambiente. Cambiar de aire de forma brusca le afectó un poco, pero no dejó que fuese evidente. No quería que los demás se preocuparan por eso.

Sabía que todo debía ser un lugar escondido para los ojos de los Muggles, pero no pudo evitar preguntarse si el ruido que había no sería escuchado a kilómetros de donde ellos estaban. O pensaba también en lo que podría parecer si alguien que no conocía nada de ello veía un montón de tiendas de campaña por todos lados y a más de diez personas en algunos grupos salir de una sola. O si veían las más grandes que parecían ser de «dos pisos». Era muy extraño, pero para él, que estaba comenzando a familiarizarse mejor con eso, también era asombroso.

Los adultos armaron las tiendas en lo que ellos buscaban un par de cosas para pasar la noche. Como ya esperaban, Molly comenzó a lanzarle muchas preguntas a Sirius sobre por qué habían tardado y Narcissa se metió en su tienda rápidamente luego de saludar cortésmente a los Weasley, aunque sin dejar de lado cierta incomodidad. No quería que los chicos estuviesen de la misma forma estresada que ellos por tener que verse las caras, así que prefería esperar sola en su tienda y luego pudiendo hablar con ellos o con Lupin y Xenophilius, quien, la verdad sea dicha, era tan excéntrico como agradable.

Cuando los jóvenes regresaban de buscar madera para poder hacer fogatas en la noche, se toparon con Cedric Diggory y su padre, Amos. Él era un poco más alto que su padre, pero el hombre parecía ser alguien de carácter, así que no dudaron en que Cedric sabría que lo mejor era no pasarse de listo sólo por ser más grande de altura. El joven Hufflepuff los saludó amistosamente y él y su padre se quedaron junto a ellos mientras regresaban a la parte de las tiendas. Cedric les comentó que estaba muy emocionado de estar ahí con sus padres, ya que desde que había comenzado a estudiar en Hogwarts que tenía muchas ganas de asistir al mundial. Les preguntó con quiénes habían ido y se sorprendió cuando le dijeron los nombres de todos los adultos que los acompañaban. Más que todo por saber que Narcissa Malfoy estaba en el mismo lugar que Sirius Black; todo el mundo sabía el tipo de relación que (no) tenían, así que para nadie fue una sorpresa que Cedric y su padre lo supiesen. Aún así, ninguno comentó nada y Cedric le dijo a Draco:

—Me da gusto que hayas venido con todos ellos. Es bueno ver que las diferentes Casas realmente pueden dejar de lado las diferencias incluso fuera de Hogwarts.

El rubio sonrió levemente y le hizo un gesto con la cabeza. Se sentía bien poder decir que estaba realmente entre amigos. Todavía estaba un poco triste porque su padre no fue con ellos, mas no lo mencionó ni tampoco lo pensó demasiado.

Al llegar con los adultos, Cedric mencionó que su tienda estaba cerca de la de ellos, así que si querían, podían verse un poco más tarde. Todos estuvieron de acuerdo. Sería una buena ocasión ahora que podían estar todos juntos.

Cuando entraron en la tienda de campaña para dejar sus cosas, Harry y Hermione abrieron mucho los ojos y sus mandíbulas casi tocan el suelo. Daba igual el tiempo que llevaran en el mundo mágico, ver lo que se podía llegar a hacer en él nunca dejaría de sorprenderlos. Por fuera la tienda parecía ser la típica que lleva una familia a un día de campo común y que puede armarse bien entre dos personas y que no deben entrar más de tres (cuatro si quedaban todos apretados), pero por dentro parecía una casa pequeña con todas las comodidades: cocina, baño, recamaras, una especie de sala con tres sillones un sofá. Los gemelos Weasley ubicaron a cada lado de ellos y exclamaron con orgullo: «Genial, ¿no? Nuestra tienda es de las mejores».

Ron le dijo a Harry y Hermione que el partido que ellos verían sería el de Irlanda y Bulgaria, y que en ese segundo equipo estaba un jugador que él admiraba mucho. La joven preguntó su nombre y Ron respondió entusiasmado «Viktor Krum». Según el pelirrojo, era uno de los más destacados en el Quidditch. Hermione se burló y le dio un empujón amistoso en el hombro diciéndole que exageraba, pero que por ahora, le daría el beneficio de la duda hasta verlo jugar. Luna se unió a ellos y les mostró que en su manga derecha tenía una banderita con el nombre de Krum en letras brillantes, cosa que llevó a Ron a preguntarle dónde la había conseguido. Y Ginny estuvo hablando con Draco y Neville sobre sus preferencias con los jugadores y por qué eran sus favoritos; ella y Neville estuvieron bastante igualados en eso.

Era un ambiente realmente agradable el estar todos juntos fuera de la escuela y esperando por un evento tan importante como era el mundial de Quidditch. Harry se sintió realmente bien con todos ellos. La señora Weasley estaba regañando a los gemelos por poner los pies sobre la mesa y ellos se disculparon, pero cuando ella les dio la espalda, volvieron a subirlos. Después, Arthur le dijo a Ron que no sacara nada de la cocina hasta la hora de la cena y el joven pelirrojo dijo que no lo haría luego de esconderse un bollo dulce en su manga. Harry conocía bien ese truco y se rió suavemente mientras su amigo lo degustaba y le pasaba uno a escondidas.

Estaba ansioso por ver el partido y, cuando comenzaran las clases, contarle al profesor Snape.

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Al día siguiente, luego de un buen desayuno y bromas de los gemelos que acabaron con Molly enviándolos a buscar más agua casi al otro lado del campo y verlos irse caminando como muñecos de trapo mientras se quejaban en todo momento, los jóvenes decidieron ir a ver a Cedric. El día anterior les mostró donde estaba su tienda y les avisó que él siempre se despertaba temprano, así que podían ir a verlo en cualquier momento.

Tras decirles a los adultos dónde estarían, se precipitaron hacia la tienda de los Diggory y una mujer los miró sorprendida, aunque luego sonrió y los saludó cortésmente.

—Buenos días, jóvenes. Ustedes deben ser los amigos de Cedric.

—Así es, Madame—contestó Draco antes que nadie—. ¿Está su hijo? Dijo que podíamos verlo aquí.

—Oh, sí. Está terminando de prepararse. Suele irse mucho por el campo, dijo que podían acompañarlo si quieren.

—Sería genial—contestó Ron—. Además, será una buena forma de pasar el tiempo hasta el partido.

—Es cierto—convino Hermione—. Esperaremos por aquí para no molestar. ¿Podría decirle?

—Por supuesto, querida. ¡Cedric!—lo llamó cuando los jóvenes se alejaran un poco.

Sólo cinco minutos después, Cedric se presentó con un bolso colgado en su hombro, cruzando la tira sobre su pecho, y un aire tranquilo.

—Hola, chicos. Me da gusto verlos de nuevo. Mi madre me dijo que me acompañarían al campo.

—Sí, creímos que sería una buena ocasión para conocernos y esperar hasta el partido—contestó Neville, metiendo las manos en sus bolsillos.

—Y yo quiero ver si encuentro nuevas criaturitas—agregó Luna sin rodeos—. Espero que sí.

—Bueno... eso también sería interesante, aunque te advierto que jamás he tenido esa suerte—contestó Cedric, sonriéndole a la rubiecita amigablemente.

—Ya veré—concluyó ella, mientras su mirada se perdía entre los árboles.

— ¿A dónde iremos ahora, Cedric?—preguntó Ginny.

—Por lo general, sólo camino hasta donde mis piernas puedan, luego me siento, estoy un rato perdido en mi mente mientras como algo y después regreso. Pero no me ofenderé si lo encuentran aburrido.

—Oh, nada de eso—negó Harry rápidamente—. Además, muchas veces cuando salíamos nos quedamos en un solo lugar hablando, así que aprovechar esta mañana en el campo no sería malo para nada.

Cedric sonrió afablemente y, como un hermano mayor, dijo en tono calmado: «No se vayan a separar de mí, ¿de acuerdo?» y comenzaron a caminar, alejándose cada vez más del resto de magos. Durante al menos media hora que ni siquiera notaron, fueron hablando tranquilamente con Cedric, quien era un joven agradable. Bromeaba bastante, escuchaba lo que ellos tenían para decirles y les daba consejos para los próximos años, sobre los profesores y cómo podían mejorar su rendimiento de formas efectivas si tenían algunos problemas con Teoría y/o Práctica. Era muy tranquilo para hablar y se mostró en confianza con ellos, posiblemente porque eran unos años menores y él debía ser el responsable hasta que regresaran.

Pasado ese tiempo, Cedric los detuvo y dijo que allí estarían bien por un rato. Estaban casi en el centro del campo, los árboles a su alrededor parecían formar un circulo despejado lo suficientemente grande para que pudiesen estar todos. Cedric sacó de su bolso un balón y preguntó si querían jugar un rato. Hermione y Harry se miraron, sorprendidos de nuevo, al verlo sacar ese balón de ahí en perfecto estado. Nuevamente, la magia volvió a sorprenderlos. Ginny dijo que esos bolsos eran increíbles y que hacía un tiempo estaba ahorrando para conseguir uno, ya que podía caber una infinidad de cosas en él.

El mayor de todos les preguntó qué querían hacer y todos estuvieron de acuerdo en hacer simples pases, aunque para hacerlo más divertido, no siguieron ninguna forma en especifico, sino que podían lanzársela a cualquiera de ellos cuando menos de lo esperaban o incluso hacer amagos hacia uno y luego pasársela a alguien más. La pasaban bien sólo con hacer los pases y cuando uno gritaba cuando el balón casi tocaba el suelo o cuando se iba más lejos y debían correr para alcanzarlo. Hermione llegó a lanzarlo con bastante fuerza luego de hacer el amago de pasárselo a Ron y luego cambiar a Ginny y la pelirroja no logró frenarlo antes de que impactara con su cabeza, tirándola al suelo y dejándola momentáneamente aturdida. Ron corrió hacia ella y le preguntó cómo estaba. Su hermana se sentó de golpe sonriendo y gritando: « ¡Ése sí fue un buen tiro!».

Durante unos treinta y cinco minutos siguieron jugando así, sin darse cuenta de que el tiempo pasó volando. Draco fue el primero en dejar el juego para alejarse un poco y sentarse en el suelo, contemplando todo a su alrededor, un poco pensativo.

Unos metros a la derecha, Luna estaba trepándose a un árbol e invitando a Neville, quien tragó grueso antes de aceptar. Nunca había entendido por qué muchos hacían eso, así que decidió descubrirlo ahora mismo. Al verlos, Harry esbozó una sonrisa. Él sabía escalar árboles bastante bien; tantos años escapando del perro de su tía Marge lo ayudaron. Aunque en su momento resultaba aterrador, ahora le causaba cierta gracia. Vio que ambos llegaron bastante alto y Luna comenzó a intentar ver las cosas que estaban en la lejanía parándose ágilmente en una de las ramas y apoyándose en otra y Neville se quedó aferrado a otra rama por miedo a caerse. Luna comentó en voz baja que quería intentar encontrar a esas criaturas extrañas de las que su padre le había hablado.

Mientras ellos estaban en su árbol, Harry, Ron, Hermione y Ginny se sentaron con Cedric para conversar un poco más con él y conocerlo. Ya habían descubierto que era el Prefecto de Hufflepuff y el buscador de Quidditch. Mencionó en broma que no estaba en ninguna relación, por si alguien estaba interesada en ello, pero no lo dijo presumiendo ni sonando arrogante. Después dijo que cuando terminara Hogwarts tenía la idea de trabajar en el Ministerio para pelear con las injusticias y avanzar hasta tener un cargo que le permitiera hacerlo sin tener que estar al lado de Fudge; Ron bromeó diciéndole que tendría suerte si ese viejo se retiraba para entonces. Cedric respondió paciente y gustosamente sus preguntas, porque la verdad, no le resultaban molestos como muchos decían en Hogwarts. Ya había oído cosas de «un grupo peculiar» que estaba formado por miembros de diferentes Casas. Él siempre dejó en claro que no quería hablar de eso, porque no le agradaba que tuviesen prejuicios hacia los demás alumnos sólo por esas cosas. Ahora que podía hablar con ellos fuera de la escuela, ser dio cuenta de que tuvo razón al no hacer caso a las malas lenguas.

Harry notó que Draco seguía sentado allá, solo, y suspiró suavemente. Se puso de pie y les dijo que hablaría con él.

—Oye—lo llamó con suavidad.

—Ey—contestó Draco, mirándolo un momento antes de volver a mirar al suelo—. ¿Qué ocurre?

— ¿Qué haces aquí solo? Ven con nosotros—lo invitó.

—Quizás en unos minutos, aún quiero... pensar algunas cosas.

Harry exhaló lentamente y se sentó a su lado.

— ¿Realmente quieres estar aquí solo en este momento?

—No, es sólo que... podría resultar incómodo—admitió el rubio—. Digo... sé que organizamos esto juntos como una sorpresa, pero luego, no hemos hablado mucho de otras cosas.

—Pero nos vimos y nos seguimos escribiendo—exclamó Harry. Sabía que debía ser algo más, podía notarlo, pero si él no quería hablar en ese momento, no lo presionaría.

—Sí, ya sé. Pero no me gustaría parecer distraído y que se preocupen y fastidiar el ambiente—siguió Draco—. Hablando de eso, ¿has pensado en estas cosas últimamente? Tus cambios de hogar, las situaciones con los padres...

—Bueno, Sirius no me deja pensar demasiado en ello—dijo Harry, encogiéndose de hombros—. Siempre hablamos de cosas «positivas» y salimos bastante. Suelo hablar más con el profesor Lupin de estas cosas. ¿Tú no hablas con nadie?

—Sí lo hago, con mi tía Andrómeda. Siempre está dispuesta a escucharme.

Por un momento se quedó callado y luego sonrió con cierta tristeza.

—Lo siento, te estoy amargando con estas cosas.

—Claro que no—negó Harry, frunciendo el ceño—. Si te pregunté, fue porque realmente me importa.

—Está bien, pero quizás no sea el mejor momento para hablarlo.

—Bien, en ese caso, ven con nosotros. Olvidemos los problemas y el estrés ahora que estamos aquí. Y si vamos a estresarnos, que sea porque el equipo que apoyemos vaya perdiendo.

Draco rió suavemente y miró a los demás que estaban a unos metros de ellos, seguían hablando y riéndose y un momento, Cedric miró hacia donde ellos estaban y les sonrió antes de volver a su atención a los demás.

—Muy bien—aceptó finalmente.

Luna y Neville vieron que ahora ambos fueron con los demás y sonrieron.

—Parece que Draco podrá sentirse mejor—comentó Luna, preparándose para bajar.

— ¿Por qué lo dices?—preguntó Neville, mientras su cuerpo temblaba al apoyarse en una rama de abajo. Luna sujetó su mano para ayudarlo.

—Oh, algo que noté, pero yo no debo hablar de eso—contestó ella, abriendo sus ojos más de lo que ya podían estar y negando con la a cabeza, sabiendo que era bastante privado.

—Oh... Entiendo—asintió Neville—. Me da gusto que mi abuela me haya dejado venir. No quería perderme este evento.

—Quizás esté un poco más relajada—comentó Luna.

—No lo creo. Supongo que la ayuda de Sirius sí fue útil.

—Quizás. O tal vez sólo quería un momento—siguió Luna, nuevamente sin rodeos.

—... Puede ser.

Ellos fueron los próximos en unirse y todos comenzaron a tener una charla en común sobre muchas cosas, como sus pasatiempos preferidos, qué pensaban hacer cuando acabaran de estudiar en Hogwarts o si aún no tenían alguna idea en concreto y cosas así.

Para cuando los chicos regresaron, los adultos ya los estaban esperando para ir a ver el juego. Caminaron un poco hasta llegar a un lugar aparentemente desierto. Harry y Hermione fruncieron el ceño, pero evitaron preguntar algo, sabiendo cómo podían sorprenderse luego de descubrir algo nuevo. Los gemelos Weasley avanzaron rápidamente y parecieron desaparecer de sus vistas. Arthur les hizo una seña para que siguieran avanzando y ambos casi pudieron sentir que estaban atravesando una pared invisible. Neville sonrió y les recordó que eran barreras para hacer esos lugares invisibles a ojos de los Muggles. De hecho, muchos podrían estar pasando por ahí mismo y ni siquiera enterarse. Ninguno de ellos pudo esconder su sorpresa. El mundo mágico jamás dejaría de impresionarlos

Todos subieron hasta lo más alto del estadio. Harry sintió un poco de vértigo al principio, puesto que las gradas parecían ir directamente hacia arriba y no hacia atrás también, como siempre veía que eran los estadios Muggles. Sólo le tomó unos minutos acostumbrarse. Miró a su derecha y vio que Xenophilius tenía las manos sobre los hombros de Luna mientras ella se apoyaba en la barandilla y observaba todo, fascinada, a la vez el viento movía las banderitas que tenía en las mangas. Se veía muy bonita con esa llamativa ropa. A ojos de Harry, todo se le veía bien siempre, por más extravagante que fuese.

Narcissa, Remus y Sirius se quedaron detrás de los chicos para verlos, ya que podían ver todo desde ahí, aunque debían tener cuidado de no ser pisados por ellos. Arthur y Molly se quedaron cerca de los gemelos, quienes estaban inclinados sobre la barandilla mientras gritaban a todo pulmón y Harry, Ron, Ginny y Hermione sonrieron en todo momento, emocionados por lo que estaban por presenciar.

Fudge, quien estaba al frente de todo, dio la bienvenida y anunció el inicio del partido. Los jugadores de Irlanda llegaron volando a toda velocidad soltando líneas de colores de su equipo hasta lo más alto del estadio, donde soltaron fuegos artificiales que tomaron formas increíbles. Y luego, los búlgaros llegaron desde lo más alto destrozándolo. La multitud comenzó a gritar con más fuerza cuando vieron llegar a Viktor Krum, el ídolo de Ron. Volaba con gran velocidad y mucha agilidad. Parecía algo natural para él. Hermione lo vio y pensó que era guapo, no lo negaría, pero tampoco diría nada más, porque tampoco lograba verlo tan bien en pleno vuelo.

Tras anunciar formalmente a los equipos y a cada uno de sus jugadores, Fudge y compañía comenzaron a recitar el partido mientras la multitud enloquecía. Sería difícil intentar mantener una conversación en ese momento, porque los gritos opacarían absolutamente todo.

Poco sospechaban todos que después del partido, la discusión por quién jugó mejor sería la menor de todas sus preocupaciones.

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En San Mungo, Minerva McGonagall se detuvo en recepción y preguntó por un paciente en el área de rehabilitación refiriéndose a él como «un amigo de su trabajo». La recepcionista se mostró algo escéptica, pero Minerva, pese a ser muy paciente, podía ser también muy fiera cuando se trataba de sus más allegados, así que no tardó demasiado en convencerla de que le permitiera verlo al menos una hora. No era horario de visitas, pero ella necesitaba saber que estaba bien y que estaba logrando llevarlo mejor. Sonaba descarado, puesto que no era quien estaba encerrada en una habitación y con un gran estrés por desprenderse de un vicio, pero realmente, ¿cómo no iba a afectarle que Severus estuviese en ese lugar?

La recepcionista la guió por el pasillo hasta la habitación de Snape y antes de abrir, le advirtió:

—Debe saber esto. Si pasa algo y el paciente se altera, tendré que pedirle que se retire. Intentamos ayudar a los pacientes, no perturbarlos.

—Lo tengo muy claro, querida—espetó Minerva. ¿Quién se creía que era ella? Quizás fue descortés. La mujer sólo estaba haciendo su trabajo.

Sin embargo, la más joven sólo rodó los ojos y, luego de abrir la puerta, se fue con pasos apurados. Al parecer, había quedado perturbada con Severus.

Minerva suspiró y decidió entrar despacio, no queriendo sobresaltar al más joven si entraba precipitadamente, por muy desesperada que estuviese por verlo. Desde que supo que había ingresado en rehabilitación, había intentando muchas veces encontrar su valor Gryffindor para ir a verlo, pero durante semanas no pudo hacerlo. Temía ser rechazada duramente por Severus. Entendía su molestia, mas no negaría que Albus había sabido manejar la situación para convencerlo de que buscase ayuda.

A ella también le tomó varios días aceptarlo e incluso llegó a discutir con Dumbledore por eso. Y al final, sólo fue necesario un momento de tranquilidad para darse cuenta de que había sido lo mejor, porque si no era su trabajo el que decaía, sí lo haría su salud física y mental. Eso sería el doble de preocupante. Y si la ayuda de San Mungo no era efectiva, Minerva ya no sabía qué más podrían hacer por él.

Sin embargo, si realmente la terapeuta llegaba a algo y lograba hacer que, al menos, redujera su consumo de alcohol, ¿qué iba a garantizarles que no tuviese una segunda recaída si seguía estando solo? No tenía familia biológica, no tenía muchos amigos y su trabajo era el único sustento que tenía. Y al darse cuenta de que estaba siendo pesimista, Minerva sacudió bruscamente la cabeza y terminó de abrir la puerta para entrar.

Ahí lo vio, sentado en el marco de la ventana con una mano sobre su mejilla, mirando a través del cristal con ojos lejanos. Aún llevaba uno de sus tantos trajes negros, pero no una de sus largas túnicas. Era casi extraño verlo sin ellas. ¿De verdad pasaba todos sus días así? ¿O por lo menos intentaba pedir un permiso para caminar por los pasillos? Sabía que muchos tenían protecciones por si algún demente intentaba escapar o atacar a los médicos, así que no quería descartar esa posibilidad.

—Severus—lo llamó con gentileza luego de cerrar la puerta.

El hombre de negro giró lentamente la cabeza y sus ojos se abrieron bastante al ver a Minerva. Despacio, bajó su brazo y se puso de pie. Ella suspiró, aliviada, y se acercó con pasos ligeros a él.

Por su lado, Severus hubiese esperado cualquier cosa. Reproches, muchas preguntas sobre cómo estaba, cómo lo estaba llevando, si había recibido visitas. Cualquier cosa... salvo ser abrazado con fuerza. Se quedó estático por un segundo, intentado darse cuenta si otra vez estaba alucinando por la abstinencia. No había tenido un ataque los últimos días, aunque eso no evitaría por siempre que ya no lo padeciera. Pero sólo pasaron unos segundos antes de darse cuenta que ella realmente estaba ahí y que lo estaba abrazando. Lentamente y con cierta incomodidad, sus brazos también la rodearon y permitió acercarse un poco.

Al separarse, Minerva dejó una de sus manos en la mejilla de Severus y preguntó en voz baja:

— ¿Estás bien?

—Estoy bien, Minerva—contestó seriamente, pero sin ser frío como otras veces—. No creí que alguien vendría a verme, más allá de mi terapeuta.

—Pasaron días hasta que tuve valor para hacerlo, Severus—admitió ella, alejándose un paso para no hacerlo sentir incómodo con tanta cercanía.

—Hmm... Veo que aún conservas tu valor Gryffindor—comentó él, haciéndole un gesto para que sentara en una de los sillones.

—No creo haberlo perdido antes.

Ambos se sentaron y ella siguió hablando.

— ¿Cómo han sido las últimas semanas?

—Ni tan fáciles ni difíciles. Ya pasé por el estado más grande de abstinencia, así que me queda menos para desintoxicarme, aunque la parte terapéutica puede ser la más complicada.

—No lo dudo. ¿Han hablado de muchas cosas o sólo quedan en una misma cosa?

—Depende el día. Frida lo ha sabido manejar. Es buena en su trabajo—comentó, pensando en cómo lo sorprendió ella la vez que vio más allá de su verdad sobre los Potter.

Minerva sonrió. Era un poco extraño que Severus admitiera abiertamente la virtud de los demás en sus trabajos. Podía soltar indirectas complicadas, pero que lo dijera directamente era bastante inusual.

—Parece que ella te causó una buena impresión—exclamó Minerva, sonriendo levemente.

—Probablemente—aceptó Snape—. ¿Cómo han estado tú y los demás? ¿Llegaron a algo con el tema de Quirrell y Peter?

—Aún no—suspiró Minerva—. Estamos muy pendientes del Torneo y de evitar que las demás escuelas se enteren de lo ocurrido al menos hasta el final. Si para entonces pudimos llegar a algo, los pondremos al tanto.

—Tss... Aún no entiendo cómo no pudimos dar con dos tipos como ellos. Inteligencia era lo que les faltaba cuando los conocimos—bufó Severus—. Creo que esa es una de las pocas cosas que no puedo hablar aquí.

—No es algo que podamos sacar de Hogwarts—corrigió Minerva—. No hablemos de eso, ¿quieres?

—Bien. Olvidémoslo por ahora—accedió él—. Dime entonces, ¿qué has hecho hasta ahora?

—No demasiado. He estado algo preocupada, por el Torneo, los alumnos y... por ti.

Severus la miró un momento antes de desviar la mirada. Seguía siendo algo complicado que él aceptara la preocupación de los demás. Incluso siendo tan bueno Legeremencia, a veces le costaba ver que ésta podía ser genuina y que realmente las personas se preocupaban por él, pero luego de tantas cosas que había hecho en su pasado, se preguntaba hasta qué punto merecía tener a personas cercanas a las que realmente podía importarles. Minerva era una de ellos, pero ¿cómo iba a decírselo? Ni siquiera sabía cómo expresar algo de su difunta madre.

—No tienes que estarlo. Estoy bien—insistió, entrelazando sus dedos y encogiéndose de hombros.

—Ya pasamos por eso, Severus. No hace falta que me niegues tu estado. Si no quieres hablarlo, está bien, pero no finjas que nada pasó, porque sí pasó. Aquí te ayudarán a hablar sobre lo que viviste.

— ¿Y si no quiero hablarlo realmente?

—Entonces deberías escuchar si tienen cosas para decir sobre tu estado—dijo Minerva, intentando no desesperarse—. Es duro ver todo lo que sufres y temo que pase una tercera vez.

Severus frunció el ceño y volvió la cabeza hacia un lado, odiando el sentimiento de culpa que se instaló en él. De por sí era difícil imaginarse que Harry y Draco se enterarían por el director que él estaba internado y ahora debería quedarse con la imagen de Minerva sufriendo por ello.

—Minerva...—suspiró, volviéndose hacia ella.

—No. No quiero escucharte decir que estás bien, quiero que seas sincero.

Severus sacudió suavemente la cabeza y dijo:

—Sigo intentando llevarlo y no permitirme caer, ¿de acuerdo? Ya se los dijo antes, no quiero que me tengan compasión.

—No es compasión, de verdad nos preocupamos. Quizás Albus y yo, que te conocemos desde lo más personal, nos equivocamos al creer que sólo podía ser algo pasajero. Sabemos muchas cosas, pero quizás ignoramos y desconocemos otras pese a nuestros años—comenzó—, una de ellas puede que haya sido creer que no pasaría a más. Pero ni bien supimos que estaba empeorando...

—Albus decidió que sería mejor suspenderme antes que esperar otra cosa—terminó Snape, asintiendo.

—Sé que no lo perdonarás fácilmente, pero no pienses que lo hizo con la idea de perjudicarte o meterte más presión o estrés—agregó ella—. Te apreciamos de verdad, muchacho. Sólo... pensamos en lo mejor para ti.

Severus giró un poco la cabeza y reprimió como pudo los fuertes sentimientos que lo invadieron en ese momento. Minerva sí que sabía cómo usar las palabras para derrumbar sus escudos mentales. Muy pocas personas tenían la «habilidad» para hacer eso y ella claramente se volvió una con el paso de los años.

—Lo tendré en cuenta cuando vuelva a trabajar si él desea hablar conmigo de esto—aceptó Severus—, pero no puedo prometerte que estará todo bien.

—Me conformo con eso—suspiró Minerva, esbozando una sonrisa tranquila—. No quisiera que las cosas cambiaran entre nosotros.

Severus asintió lentamente y animó a soltar algo que tenía desde hacía mucho tiempo.

—Escucha, Minerva. Si es por eso...

Pero no pudo terminar la frase cuando un dolor espantoso se apoderó de su brazo izquierdo, específicamente de la parte donde estaba la Marca Oscura. Soltando un jadeo, se llevó la mano derecha al antebrazo y lo apretó con fuerza, echándose hacia delante. Hacía años no le pasaba eso, apenas pasaba algunos ardores cuando alguien se atrevía a decir el nombre del Señor Oscuro delante de él. Un dolor casi insoportable invadió su cabeza y se sintió mareado. Merlín, nunca había sido tan intenso.

— ¡Severus!—gritó Minerva, alarmada, poniéndose de pie para acercarse y poner sus manos sobre los hombros del más joven.

—Han vuelto...—declaró con los dientes apretados, mientras el dolor se intensificaba.

— ¿Qué?

—Los Mortífagos... están llamando a otros—logró decir—. Minerva, ve al campo donde era el Mundial de Quidditch.

—No puedo dejarte...

— ¡Hazlo!—masculló—. Los chicos están ahí.

—Ay, no...—murmuró. Lo había olvidado por completo.

—Ve. Yo estaré bien en cuanto acabe este dolor. No les digas nada a los médicos.

Escéptica, ella aceptó eso y se marchó apresuradamente. Severus se tambaleó hasta su cajonera y sacó con las manos temblorosas uno de sus frascos de Poción Calmante. Lo destapó y bebió todo el contenido de golpe. Rápidamente, guardó el frasco vacío bajo sus cosas y se sentó al borde su cama.

Merlín bendito, que no les haya pasado nada.

Y no fue él el único que lo sintió.

En su mansión, Lucius había estado terminando el papeleo que le dieron ni bien regresó al Ministerio cuando sintió el dolor en su brazo izquierdo. Dejó caer la pluma y se apretó la parte donde estaba la marca. Gruñó de dolor y, por simple instinto, giró la cabeza hacia la ventana, como esperando ver algo que le indicara qué estaba pasando.

No necesitó mucho tiempo para darse cuenta de que lo estaban llamando y él sabía dónde estarían. Con una expresión de horror, sólo alcanzó a murmurar para sí mismo «Mi familia...» antes de tomar su bastón y largarse hacia el campo del Mundial.

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