VEINTIUNO

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*Capítulo nuevo antes de este*

:= Amanda =:

Lo que más extraño de la escuela son las largas vacaciones que se daban en los días festivos, solo puedo pensar en que hace un año estaba dormida en mi cama, en casa de mis padres, sin intensiones de hacer nada por el día, pues aún me quedaban dos semanas por delante de descanso. Ahora estoy tomando una taza humeante de té mientras leo las anotaciones que Juan quiere cambiar e integrar al proyecto Luvoel. Es horrible hacerse adulto.

Los ojos quieren cerrárseme y este día mis pies amanecieron tan cansados que solo se sintieron bien al ponerme unas sandalias de tiras plateadas que se ajustan en mi tobillo. No sé si es efecto adverso del embarazo o solo mi cuerpo está muy cansado por intentar seguirle el ritmo a la señora Ramírez mientras se reproducían canciones de rock and roll.

—¿Estás bien? Pareciera que estás a nada de convertirte en zombie.

Levanté la mirada de los planos, encontrándome con la siempre presente sonrisa de Lu. Se sentó frente a mí y vació dos paquetes de galletas con chispas de chocolate en un cuenco. La boca se me hizo agua y agradecí que deslizara el tazón hasta dejarlo en el medio.

—¿Por qué siempre me traes comida? —reclamo o agradezco, no estoy muy segura.

—Nunca es malo algo de azúcar.

Hay muchas cosas malas en su afirmación, pero no me pondré a discutir porque estos días el azúcar me ha caído como anillo al dedo. La comida chatarra es de las cosas que mejoran mi día con creces.

—¿Qué tal estás después de la charla con tu ex?

—Nada bien —me sincero dejando el trabajo de lado, observando sus ojos—, después de eso tuve una pelea con mis padres y me corrieron de casa.

—No puede ser, ¿dónde te estás quedando? Sí me dices que debajo de un puente, hago que mi hermana te deje su cama y no aceptaré un no por respuesta.

Sonreí tomando otra galleta.

—No te preocupes, encontré un alojamiento temporal, pero gracias por la oferta.

—Lo digo en serio, si necesitas algo, puedes llamarme así sean las tres de la madruga.

—No tengo tu número —le aviso y cuando se agacha a recorrer su mochila, derramo un poco de mi té en el borde de mi blusa, obligándome a pararme por el grito de mi jefe.

—Amanda, ¿ya tienes listas esas correcciones?

Bajo la mirada a mi trabajo y levanto las hojas al momento de dejar la taza en la mesa. Me despido de Lu y emprendo camino hacia mi puesto de trabajo; Aguilar es un buen arquitecto, pero pocas veces alza la voz, es más de lanzar miradas duras e inquisidoras que te hacen temblar al no tener lo que quiere cuando lo pide.


:= Adán =:

—¿Recuerdas a Pancho?

Mi corazón da un disparo en mi pecho cuando abren la puerta de mi despacho de golpe, apareciendo mi amigo y tomando la silla frente a mi escritorio. Suelto un suspiro.

Te propongo un deslizWhere stories live. Discover now