TREINTA Y UNO

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:= Amanda =:

Muevo la cuchara de mi té en lo que espero a que alguno de los chicos que cité aquí se digne a llegar; intento no perder la paciencia, pero odio que sean tan impuntuales, aunque, en parte, se los agradezco, porque así puedo pensar en lo que les diré.

Sin embargo, no esperé que cuando uno cruzara la puerta del establecimiento llegara acompañado de una chica.

Controlo mis celos porque no debo de estar celosa, yo me equivoqué, no él. Tiene derecho a rehacer su vida. Sí, posiblemente tengamos un bebe juntos, pero eso no quiere decir que debamos de volver a ser pareja.

Eder dejó a Andrea en una mesa y se acercó a mí en el momento en que Tobías entraba al café. Les sonreí, invitándolos a que se sentaran.

—¿Qué sucede, Amy? —preguntó Tobías tomando el asiento frente a mí. Supongo que Eder prefiere estar más cerca del que fue su mejor amigo que de mí, y no lo culpo.

Tomo una bocanada de aire y lo suelto con lentitud.

—Debo preguntarles algo.

—Si tiene que ver con la prueba de paternidad... —inicia Eder, cansino con la situación, pero lo interrumpo.

—No es eso. Bueno, en parte.

Eder me da un vistazo y por suerte mantiene su trasero sobre la silla.

—¿Qué pasa?

—Después de que la prueba dé positivo en alguno de los dos, ¿qué harán?

Tobías apretó los labios, pensando, mientras Eder frunció el ceño y después se encogió de hombros.

—¿Qué más? Hacer de padre, supongo.

—¿Supones?

—Sí, Amanda, supongo —reafirma con hostilidad, por fin mirándome a los ojos—. Este juego es muy jodido como para saber qué haré después de cierto resultado. Ni siquiera sé lo que haré mañana con esta situación como para saber lo qué haré dentro de meses.

Quería protestar y argumentar su odio, pero decidí concentrarme en Tobías, que seguía pensando su respuesta. Realmente no sé qué tanto debe de pensar, solo debe decir que será un padre para el bebé, pero sin el «supongo».

Soltó un suspiro.

—Debo suponer —«Igualitos que son»— que esta pregunta tiene que ver con el viejo, ¿no?

—¿A que te refieres? —pregunté frunciendo el ceño.

—No hay que ser muy inteligentes para saber qué le prometiste ser el padre de nuestro bebé.

—También puede ser mi bebé —le recuerda Eder con amargura.

—La palabra «nuestro» nos abarca a los tres, genio.

—Oh, con razón en nuestro noviazgo también entrabas tú. Todo cobra sentido—Le sonrió con ironía y pude notar como Tobías apretó los puños.

—Sí, ese era el trato —me adelanté a decir antes de que continuaran peleando—, pero ahora que ustedes saben del embarazo...

—Lo sacaste de la ecuación —completa Eder sin quitarle la mirada de encima a Tobías—. Lo entendemos, Amanda. ¿Qué quieres de nosotros?

Aprieto la taza en mis manos y bajo la vista hacia la madera de la mesa.

—Que, si no piensan o quieren estar presentes en la vida del bebé, Adán puede estarlo. —les sugerí en un hilo de voz tembloroso. Escuché una exhalación burlona y un chasquido de lengua. Lentamente levanté la mirada hacia ellos.

Te propongo un deslizDonde viven las historias. Descúbrelo ahora