CINCO

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:= Amanda =:

Levanto la cara, sintiendo las gotas bajar por él hasta caer en el lavabo. Aprieto la porcelana del mueble y observo la profundidad de mis ojos llorosos por el esfuerzo de vomitar.

Ya no expulso nada más que saliva, pero tengo tantas náuseas que me hacen correr al baño a cada rato.

Mi estómago gruñe, pero por más que quiera comer, pero los ojos de la familia sobre mí, observando casi todo movimiento que hago, me pone mal. Y no lo entiendo, en la universidad siempre fui el blanco de malas miradas por salir con Eder y siempre estuve con la frente en alto.

Me siento sobre la taza del baño, tocando mi vientre. En nueve meses nacerá un bebé del cual jamás sabré quién es el padre. Podría ser de Eder o de Tobías, su amigo.

Es que esto en verdad es mi Karma. Un sonido proviene de mi bolsa y tuerzo el gesto al reconocer el tono de llamada. Soltando un suspiro, me agacho a sacarlo.

Trueno mi cuello antes de contestar.

—¿Sí?

—Estoy afuera de tu casa, ¿dónde estás?

—¡Qué estás... ¿dónde?! —vociferé poniéndome de pie, pero al instante vuelvo a sentarme por el mareo que me embargó.

Eso es malo. Se supone que él no debería de ir a mi casa. Se supone que Adán es con quién he salido por años, según mis padres.

Siempre he sido, a sus ojos, una chica buena, con lo único malo de no querer presentarles a la persona con la cual salía. Y no era que no quería, por supuesto que sí, solo que ellos no ayudan mucho; juzgarían mal a Eder por los sus tatuajes que tiene en sus brazos.

Amo a mis padres, pero sus prejuicios han llegado a hartarme.

—Tranquila, no he bajado. Vi la luz de tu cuarto apagada y preferí llamar primero.

Suelto un suspiro de alivio, sin embargo, no dura mucho la sensación.

—¿Qué es lo que quieres, Eder?

—Hablar. Tobías me contó todo. —Hundí el ceño, ¿qué fue exactamente lo que le contó?

—¿Y eso es...? —susurré.

—Que llevan meses saliendo. Quiero escuchar tu versión.

¡¿Meses?! Maldito mentiroso. Solo hemos tenido cinco encuentros en lo que va del mes y de conocernos. Sin embargo, hablar con Eder no resolverá nada. ¿Cómo se supera una infidelidad con el amigo?

—No creo que debamos...

—Lo necesito, Amy —suspiró creando estática momentánea—. Tenía tanto planes sobre nosotros.

—Lamento arruinarlos.

—De eso quiero hablar. Quizá con tu versión... Amanda, yo te amo —Mi pecho se apretó y arrugué el vestido en el viente—, podríamos ir a terapia y superarlo.

»¿Cuántas relaciones no tienen problemas?

Mordí mis labios y sentí como nuevas lágrimas —estas por un motivo distinto— se formaron en mis ojos.

Abrí mis labios para contestarle, pero unos golpes en la puerta me detuvieron. ¿Qué es lo que iba a hacer? No puedo pedirle que regresemos a lo que teníamos, la espinita de mi error quedará ahí para siempre.

Además, no voy a obligarlo a aceptar a un hijo que —probablemente— no sea suyo.

—Hablamos el lunes, ¿quieres? —propuse.

Te propongo un deslizDonde viven las historias. Descúbrelo ahora