CUARENTA Y OCHO

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*Cuidado, antes hay un capítulo nuevo*

:= Adán =:

Es raro saber que solo eres el camino para un premio de algunas personas. Es increíble saber que podrían quitarme la vida con tal de adquirir el poder multimillonario que tienen los Pegraso.

No sabía ni qué pensar o hacer. Echarme a llorar o entrar en pánico no eran una buena opción, quedándome sin ninguna al descartarlas.

—Voy a matar a ese pendejo —gruñó Jesús después de escuchar la misma historia que Zoey me contó momentos atrás—. ¿Cómo puede siquiera considerar la idea de acabarte? ¡Eres su familia!

—Al casarse conmigo, Uriel lo metería al legado familiar —explicó Zoey—; considera más a los Pegraso su familia, que a los Ramírez.

—Todo por el puto dinero —dije con rabia; golpeé con fuerza la madera del escritorio en la oficina de Jesús —que abrió después de varios golpes sin cesar de mi parte—, provocando que mi palma ardiera.

—¿Qué haremos Adán? Ambos están detrás de Amanda por la fantástica idea de Zoey sobre atacar tus debilidades.

—Lo principal, hablar con Bruno y Maggie, explicarle la situación y esperar que entiendan para seguir con el proceso una vez esas ratas están en prisión.

—¿Cuál es el segundo paso? —preguntó Zoey, removiéndose en la silla, inquieta.

—No morir.

—Amo ese paso. Es mi favorito del plan —secundó Jesús, sacándome la primera sonrisa desde que me enteré de todo esto.

—Creo que eso es algo implícito, Adán —resaltó Zoey—. ¿Cuál es el plan?

—Por el momento, tienes que recuperar los papeles que José robó; sigue haciéndote pasar de su lado a medias. No tienen que saber que volvimos al ruedo.

Jesús suspiró.

—Todos vamos a morir, ¡eso sí está implícito!

—Ten fe. La desesperación los llevarán a cometer más errores, es ahí cuando los atraparemos. —Me pongo de pie—. Hablaré con Charlie para sus contactos en la policía y con Tobías, necesito a Amanda protegida o no podré concentrarme.

Zoey tomó mi mano, poniéndose también pie.

—No puedo perderte, Adán. No hagas locuras —imploró colocando una mano sobre mi mejilla. Le sonreí.

—Una última locura juntos, ¿no?

Noté como el dolor se fue colando lentamente en su expresión. Creo que todos aquí sabíamos que haré lo que sea necesario para salvar a las personas inocentes que quedaron en medio de una guerra.

Levanté mi mano para tomar la suya, dándole un apretón. No quería que mis palabras sonaran a despedida, pero, de alguna forma, lo son.

—Si algo me pasa, no permitas que Bruno vuelva a las casas de acogida. Y cuida de Picky por mí, por favor.

—Amigo, nada malo pasará —interrumpió Jesús el momento con Zoey. Giré la cabeza para mirarlo; levantó los brazos—. Perdón, me puso celoso que no me dejes ninguna herencia.

Te propongo un deslizDonde viven las historias. Descúbrelo ahora