CUATRO

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:=: Adán :=:

Puedo ver la espalda del primo José esperando a que Abel abriera la puerta. Y no solo puedo ver su espalda, sino también la de su acompañante.

Pero qué poca madre de ambos al venir aquí.

Carraspeé al estar cerca de ellos. Mi primo fue el primero en fijarse en mí y solo sonrió.

—¡Adán! Qué alegría verte.

—Lo mismo digo —mascullé apretando la mano que sostenía. Sentí su mirada sobre mí y me relajé, pero realmente quería torcerme la muñeca al darle un golpe en la nariz a mi primo.

La puerta se abrió y el saludo de mi hermano se quedó en el aire cuando observó la escena frente a él. Sus ojos se abrieron de sobremanera y jadeó.

—¿Qué está pasando aquí?

Me obligué a dejar de aniquilar a José en mi mente y le sonreí a mi hermano como si todo estuviera en orden.

—Te presento a Amanda, mi novia.

La mandíbula de Abel se abrió sin poder creerlo y miró al acompañante de el idiota de José y después a la chica a mi lado, para volver a mí.

—¿Qué cara...

—La vida da muchas vueltas, accidente número uno.

Mi hermano soltó el aire en un resoplido incrédulo —sí, bueno, no es el único que se llevó la sorpresa— y solo se hizo a un lado para dejarnos entrar a la que sería la fiesta más incómoda de la familia.

Ni siquiera cuando Adara —el accidente número dos—, nos mencionó que dejó la carrera de derecho por estudiar comunicación.

Jalé a Amanda al interior de la casa y noté como ella miraba hacia atrás y soltaba un bajo chiflido.

—¿Qué? ¿Mi primo te parece guapo? —solté con brusquedad. Lo que me faltaba era que ella se me volteara también.

—Guapo queda corto. —Se colocó a mi lado; cada vez nos acercábamos a la puerta trasera, donde es toda la fiesta de mi sobrina—. ¿La chica es su novia?

Aprieto los labios y abro la puerta para que ella salga a un bonito jardín trasero con varios niños saltando en un brincolín y a los adultos sentados al rededor de mesas largas blancas.

Miré hacia el pasillo y después me fijé en los ojos de Amanda.

—La chica es Zoey, mi exprometida —expliqué con amargura, dejándola pasar primero, pero ella se queda plantada en el piso, con la boca abierta y los ojos puestos en el pasillo. Hundí el ceño—. ¿Estás bien?

Niega con la cabeza y hace una mueca.

—¿El baño? Creo que voy a vomitar.

Señalé la puerta cerca de ella y no tardó en cruzarla y encerrarse. Mi primo y... Zoey llegaron hasta a mí.

—Sin resentimientos, ¿verdad, primo?

Tensé la mandíbula y miré a los ojos a Zoey, buscando a la chica de la que me enamoré, de la que creía sería el amor de mi vida y mi esposa. Pero no había nada de eso en ella.

Escuché la cadena del baño que me ayudó a salir de mi nube de ira e indignación.

—Claro, al menos así no me siento culpable por Amanda. —Me fijé en Zoey y le sonreí.

La puerta a su lado se abrió y fue cuando ellas se miraron fijamente y Amanda volvió a cerrar la puerta con rapidez.

—Si me permiten, debo verificar que mi novia esté bien.

Te propongo un deslizDonde viven las historias. Descúbrelo ahora