VEINTICUATRO

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:= Amanda =:

No sé qué hacer más que acariciar sus cabellos sobre mis muslos; no cabe en el sofá si no dobla sus piernas, pero parece no importarle mientras las lágrimas salen de sus ojos, mojando mi pantalón.

Picky nos mira desde el sillón, acostada, pero sin cerrar los ojos por completo. Casi le ruego con la mirada que me ayude en esto, que me aconseje como hacer sentir bien a su dueño, pero ella solo lo observa, y puedo notar que también tiene humedad debajo de sus ojos.

Genial, ahora ambos lloran y no sé el motivo.

—¿Quieres hablar? —murmuré con ternura, metiendo mis dedos entre su cabello; él niega con su cabeza—. ¿Quieres comer?

—No —susurró, pero su estómago gruñó—. No le hagas caso, siempre quiere comer cuando yo no.

Sonrío porque, a pesar de que está siendo miserable, de alguna forma sigue teniendo su sentido del humor.

—Estoy segura que gruñe porque sabe que mientes y sí tienes hambre.

—Quizás, pero no tengo ánimos. —Hice un mohín y miré a Picky en busca de ayuda, pero solo se levantó del sillón y se puso en mis pies, al alcance de la mano de Adán para que la acaricie.

Solté un suspiro al mismo tiempo en que mi estómago gruñó. Adán soltó una risa y se enderezó. Sus ojos me miraron y una pequeña sonrisa opaco la tristeza en sus iris.

—Tú sí debes de comer. Prepararé algo. —Se levanta y Picky lo siguió.

—Puedo hacer huelga de hambre si tú también lo haces —advertí.

—Estás embarazada, no puedes hacer huelga de hambre.

—Tampoco tú, ¿qué ejemplo le estarás dando al bebé?

—¿Le vas a contar? Porque yo no —mencionó dándose la vuelta.

—Iré a bañarme —anuncié, y aunque era verdad, también quería un consejo para saber cómo subirle el ánimo, así que al alejarme lo siguiente de él, le llamo a la persona que sé podría ayudarme con esto.

Cierro la puerta del baño y ruego que no tarde tanto en contestar. Aunque, ahora que lo pienso, debí llamarle a Jesús, es su mejor amigo y sabría cómo proceder.

—Amanda, qué alegría.

—Hola, Lu. Sé que eres experta en levantar el ánimo, así que necesito tu ayuda.

—¿Te cuento chistes malos? Porque tengo muchos. —Sonreí abriendo las llaves del agua.

—No es para levantarme el ánimo a mí. No sé cómo levantárselo a un amigo.

Suelta un suspiro y el ruido que siempre hace cuando piensa.

—Quizás cantar canciones de Selena Gómez ayude. A mí siempre me sirve.

«Por supuesto».

—Gracias, Lu, veré si le gusta el artista.

—Es Selena, todos la aman.

Me despido y no tardo en despojarme de la ropa cuando la temperatura del agua se regula a una que mi cuerpo pueda soportar. Soy pésima lidiando con las emociones de otras personas porque ni siquiera puedo con las mías, pero Adán merece que lo intente. Quizás ir al parque lo haga sentir mejor, aunque ya es tarde.

Tal vez solo le haga falta salir mañana a correr; el aire matutino golpeando su rostro podría hacerlo sentir mejor. O quizás solo necesite un abrazo y seguir sacando todo su dolor por medio de lagrimas.

Te propongo un deslizDonde viven las historias. Descúbrelo ahora