NUEVE

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:= Amanda =:

Estrecho la mano del señor Luvoel, intentando no exteriorizar toda la felicidad que siento, pues por primera vez tengo un proyecto importante en mis manos. Algo así.

El proyecto fue entregado a Aguilar, pero al ser su asistente me permitirá estar ahí, y, quizá, pueda utilizar mis ideas.

Me relajé contra la silla y solté un gran suspiro. Todo está saliendo conforme planeé en mi vida. Terminar la universidad y titularme por promedio, conseguir un trabajo afine a mi carrera —esto salió con premio doble al ser asistente de un gran arquitecto—, y realizarme profesionalmente para independizarme de mis padres antes de que me saquen canas verdes.

Solo que ahora se le agregó una constante a la ecuación que era y quería para mi vida.

Coloqué la mano sobre mi abdomen, intentando mover cada ficha del tablero de mi vida para que no se altere tanto y le den jaque a mi rey.

—¡Debemos celebrar!

Abrí mis ojos y le sonreí a mi jefe, poniéndome de pie y aceptando la taza humeante de café. El olor inundó mis fosas nasales y suspiré de placer.

El olor a café es uno de mis favoritos. Es como si inhalara kilos y kilos de marihuana. Siento la misma paz y tranquilidad a la vez que probé aquella sustancia.

—¿Brindamos por algo en específico? —pregunté antes de beber.

—El brindis es al terminar el proyecto, ahora solo es una pequeña celebración por conseguirlo. —sonríe y extiende su taza hacia la mía. Correspondo su gesto y choco la porcelana antes de beberlo.

Saboreo el café en mi paladar antes de abrir mis ojos y tragar con dificultad. Lo miré con sorpresa y él guiñó un ojo.

—No es una celebración sin alcohol.

¡¿Le dio alcohol a una embarazada?! ¿Dónde estaba su moral y...

Ah, es cierto, él desconoce el dato de mi reciente estado.

Paso saliva y dejo el delicioso café arruinado por un toque de sustancia nociva para la salud del bebé.

—¿No te gustó?

Piensa en una excusa, Amanda.

Asentí—: Sí, pero no he desayunado y no quiero perder el sentido por hoy. No daría buena imagen ante mi jefe.

Juan me miró como si me hubiera vuelto loca y acercó de nuevo la taza.

—Lo preparé especialmente para ti; no puedes rechazarlo así como si nada, ¿quién se lo tomará?

Observé la taza con recelo pero finalmente la tomé. Se sentía más pesada en mis manos, como si fueran piedras lo que voy a ingerir en vez de un líquido caliente.

Piensa en algo, Amanda.

—¿Ya tiene planeado algo para el edificio?

Él chasquea la lengua al momento que observa el cristal de la ventana, donde se puede ver a nuestros compañeros trabajando. Aprovecho su distracción para vaciar gran parte del contenido de la taza en la planta —por suerte no tan alejada de mí—.

Te propongo un deslizDonde viven las historias. Descúbrelo ahora