DIECIOCHO

9.1K 1.5K 314
                                    

:= Adán =:

Sus brazos abandonan mi cuerpo después de que Zoey pronunció mi nombre, pero yo estoy atento en la chica frente a mí, tan rota y triste. Nunca había visto así a Amanda —tampoco es que lleve mucho de conocerla—, y no me gusta ver a ninguna persona llorar.

Un hombre deja tres maletas en el camino de mi casa y bajo la mirada nuevamente a Amanda. Sin embargo, sus ojos están puestos detrás de mí, antes de que cualquier pensamiento cruce por su mente, le respondo a su pregunta.

—Siempre estará disponible la oferta. Pasa, traeré tus maletas.

No quise girarme a ver la expresión de Zoey, pero es mi casa y puedo invitar a quedar a quien yo quiera. Además, no es normal que una chica llegue con tres maletas y llorando a tu casa. Solo hay dos opciones viables: se escapó de casa... o la corrieron sin opción de apelación.

Casi haciendo malabares llego al interior de la casa, y me encuentro con mi primo en la entrada y más allá, sentada en el sillón, a Amanda aceptando una taza de té que le ofrece mi ex.

—Te tranquilizará. Tantas emociones no le... no te hacen bien —ella acarició su mejilla, recordándome porque me enamoré de su persona.

—Gracias, Zoey.

Ella se irguió y tomó la correa de Picky al girarse a mí.

—¿Te la regreso el próximo viernes?

—Una semana cada quien, me parece bien.

Zoey me pasa por un lado y besa mi mejilla antes de salir. Le rasco la cabeza a mi perra y me agacho para también darle un beso a ella.

—No hagas maldades, preciosa. Cuídala —le pedí a Zoey poniéndome de pie. Ella desvió la mirada y la regresó a mí poco después.

—Y tú a ella.

La seguí con la mirada y después sentí una pesada mano caer en mi espalda. Encogí el hombro para que dejara de tocarme, se adelantó unos pasos y quedó a mi lado.

—Tú no pierdes el tiempo, primo.

—Ya lárgate de mi casa, José.

—Uy, qué amargo. —giró el rostro—. Adiós, bella chica, espero te mejores.

Listo, me desesperó. Lo empujé de la espalda y cerré la puerta para ya no verlo más. Es fácil perder los estribos con él cerca. O quizá solo me los haga perder a mí. Solté un suspiro antes de girarme a la chica que soltaba lágrimas silenciosas en el sillón.

—¿Qué sucedió, Amanda?

Su nariz se arrugó en un puchero y más lágrimas se deslizaron por sus mejillas. Me acerqué rápido a ella y me senté en el reposabrazos del sillón, rodeando sus hombros.

—Llora todo lo que quieras, aquí estoy y aquí me quedaré.


Cierro la puerta de la habitación y estiro los músculos de mi espalda. Hace mucho no cargaba a una persona, Amanda se ve delgada, pero como dice mi abuela: "los huesos también pesan". Observo la hora en el reloj de la cocina y tomo mi celular para llamar a mi hermana. Ella tiene muchas camas libres en su casa, no será difícil que me preste una para Amanda.

Mientras los tonos de llamada sonaban, saqué a descongelar un pedazo de bistec, no sé si ya comió, pero si no lo ha hecho, no la dejaré sin cenar. En la alacena busqué un sobre de cualquier sopa, encontrándome con qué debo de hacer el súper lo antes posible, y también con una bolsita de sopa de codo.

—¿Qué? —espetó al contestar.

—Qué brava, ¿acaso ya no me quieres? —bromeé. Su suspiro hizo estática en la línea.

Te propongo un deslizDonde viven las historias. Descúbrelo ahora