CUARENTA Y TRES

3.5K 559 293
                                    

:= Amanda =:

Este es el olor a auto nuevo. Cerré los dedos sobre el volante y al levantar la mirada al parabrisas, mi padre, desde afuera y con los brazos cruzados, negaba con la cabeza.

Resoplé. Era un auto bellísimo, pero tiene razón, atrás no cabe una silla de bebé. Lo sé, porque papá trajo una vieja que usé en su momento.

Abrí la puerta y bajé.

—Pero está muy lindo —rezongué y él volvió a negar con su cabeza antes de señalar una camioneta pequeña. Formé un mohín con mis labios y me acerqué al vehículo.

El vendedor decía datos que no me interesaban ni entendía. Mientras sea automático, tenga bolsas de aire, radio y calefacción, para mí es perfecto. Le eché un vistazo al que me gustó al instante y después a la camioneta.

Después podré adquirir el auto que me venga en gana, por el momento, una como esta me vendría bien; mientras no vuelva a pasar por lo mismo de la otra noche. No me voy a poner quisquillosa cuando solo se trata de un poco de seguridad.

—Bien. Nos la llevamos —cerró la compra mi papá después de escuchar todo el palabrerío y yo acariciara la pintura blanca.

Firmar todos los papeles y requerimientos no fue tan tardado como pensé y cuando menos lo noté, ya estaba haciendo uso de mi licencia para conducir después de muchos años de haberla sacado.

—Soy un adulto independiente —susurré apretando el volante. De reojo noté a mi papá persignarse y murmurar palabras inteligibles que me hicieron soltar una carcajada.

—Ojos al frente, Amanda —demandó con voz temblorosa.

Soy una mala hija. Aceleré un poco al ver un tope algo lejos y antes de llegar a él, frené de golpe. Mi padre colocó las manos en el tablero para no darse un golpe contra él, olvidando que usaba el cinturón de seguridad que lo pegó a su asiento, y no pude evitar reír más por su expresión de horror.

—¡Eres una imprudente!

—Calma, papá, lo tenía calculado para asustarte.

—Lo tengas calculado o no, siempre puede haber una variante que ocasione un accidente.

Suspiré y lo miré unos segundos.

—No lo volveré a hacer, lo prometo.

Soltó un bufido y mejor encendió la radio.

—Debí contratarte un chófer —murmuró de pasada.

—No estaría mal, eh —coincidí entrando en una glorieta—. Esto del embarazo es cansado.

—¿En verdad quieres un chófer? Porque lo decía de broma. Pero me sentiré más seguro si tienes uno.

Sonreí. Coloqué la direccional y entré en el estacionamiento de la clínica.

—Creo que también me sentiré más segura con uno —acepté estacionando la camioneta en un espacio vacío. Apagué el motor y me giré para verlo—. ¿Listo para ver a tu nieto?

Soltó el cinturón de seguridad y tomó mis manos.

—Lo estoy.

Solté un chillido de emoción y bajé. Venir acompañada de Adán estaba bien, porque él sentía la misma o más emoción que yo de ver esas raras imágenes en blanco y negro. Solo que esta cita me emociona aún más. ¡Hoy sabré el sexo! Si es que se deja ver.

Leí por ahí que los médicos podían saberlo con solo las medidas que tenía, aunque, claro, no era tan confiable como lo es que te lo muestre un aparato de ondas.

Te propongo un deslizDonde viven las historias. Descúbrelo ahora