VEINTISIETE

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:= Adán =:

El corazón martillea contra mi pecho, debo admitir que mi condición física ha mejorado, pero mi respiración está agitada por tanto correr. Entro al auto y emprendo camino a toda velocidad.

No sé a dónde ir, no sé qué hacer y ya hasta estoy considerando eso de irme a otro estado por la desesperación que estoy sintiendo.

Me incorporo en la circulación vial y observo a todos lados, bisa ando una frutería abierta que sí tenga zanahorias, pero son casi las diez de la noche, lo único con servicio a estas horas, son las dispensadoras de bebidas.

No puedo volver a casa sin las zanahorias y tampoco parece que las encontraré. Si le compro un jugo de zanahoria, ¿confundiré a su antojo?

No pierdo nada con intentarlo. Y para mejorar mi propuesta del jugo, en el autoservicio había una rebanada de pastel de zanahoria. Se debe de trabajar con lo que se tiene, y no me pondré quejumbroso cuando no aceptan pago en efectivo.

Cuando volví a casa, las luces estaban apagas y Amanda sentada en el sofá, mirando una película de dos niñas sufriendo un calvario a manos de dos hombres desagradables.

—No encontré zanahorias, pero traje algo que puede servir.

—Oh, no. El bebé saldrá con cara de zanahoria.

Se acerca a mí y rebusca en las bolsas, sacando la rebanada de pastel. Me miró con incredulidad.

—Mis antojos queriendo mantenerse sanos, y tú traes pastel.

—Puedes dejármelo y tomarte solo el jugo.

Sus ojos se estrecharon.

—Fue antojo a primera vista. ¿Ahora quieres que también salga con cara de pastel?, pero te daré la mitad. Con tanta azúcar no podré dormir.

Acepté el trato y llevé dos vasos y cucharas; de este embarazo salgo harto de las zanahorias o se convierten en mí comida favorita. La parte buena de esto, es que mi vista será muy buena, pues dicen que para eso sirve esa verdura.

La película hace que me dé cuenta de los tantos peligros qué hay en el mundo. Sí, esto es ficción, pero que sea algo actuado, no quiere decir que no hay personas desagradables en el mundo. Un claro ejemplo son las bandas delictivas, que hacen su dinero y reputación a cambio de arruinar la vida de alguien más.

Algunas veces, la realidad supera a la ficción.

Mi corazón se encogió en mi pecho al imaginarme que a esos peligros estará expuesto ese bebé una vez salga del vientre. No importa el esfuerzo que ponga al protegerlo, no podré estar con él todo el tiempo.

No sabría que haría si algún malnacido le hace pasar un calvario como el de las niñas de la película.

—¿Crees que en verdad hayan personas así en el mundo? —le pregunté a Amanda en un susurro. Ella asintió y chasqueó la lengua.

—Hay casi ocho mil billones de humanos en la tierra, al menos hay unos miles. —Parpadeé y estoy seguro que pensó lo mismo que yo cuando se llevó la mano al vientre.

Llevamos más de un mes viviendo juntos, hemos creado varías tradiciones y rutinas para tener una buena convivencia, una de ellas es ver una película o el capítulo de alguna serie después de cenar. Siempre la observo colocar su mano sobre el vientre y la mía pica por ponerla también ahí y sentir al bebé, pero no quiero ponerla incómoda, ademas, aún no detectaremos movimiento; puedo esperar unos meses mas para tropezarme y de pura casualidad, caer frente a ella, con mi mano sobre su vientre para sostenerme.

Te propongo un deslizDonde viven las historias. Descúbrelo ahora