TREINTA Y NUEVE

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*Cuidado, hay un capítulo antes*

:= Amanda =:

Con mis pies me doy vuelta sobre la silla mientras bebo de mi malteada de fresa con plátano y granola. Observé todo el lugar a mi alrededor: sus paredes blancas y adornadas con marcos de fotografías que muestran los casos que ha ganado y se le ve sonriente en cada una, posando frente a los juzgados con sus clientes felices.

—Eres buen abogado —halagué sorbiendo de mi malteada.

—Me gustaría ser mejor.

—Solo acepta el cumplido.

Me detuve frente a su escritorio; le llamé para concretar una cita para almorzar juntos, pero dijo que no tenía tiempo y muchos casos por resolver, así que traje la comida a él. Sus ojos no se quitan ni por un segundo de la pantalla de la computadora y teclea muchas palabras en poco tiempo.

Es la primera vez desde que lo conozco, que me da una vibra de indiferencia ante mi presencia. Ni siquiera me saludó al llegar. Suspiré. Ni siquiera ha tomado su bebida.

¿Acaso ya lo he aburrido con mis problemas que ahora que me fui debe de ignorarme para que no regrese? Porque así lo estoy sintiendo. Quizás solo me dio un hombro para llorar porque tuvo lastima de la pobre chica que se cruzó en un bar.

Quizás hasta pensó que aún no finalizaba mis estudios y mis padres me habían dejado a mi suerte; que lo segundo sí sucedió, pero al menos tenía un trabajo estable para no verme tan pérdida.

—Ayer sentí el movimiento del bebé —le avisé para ver alguna emoción en su rostro. Me miró de reojo.

—Dicen que empiezan en estas semanas.

Dejé caer mis hombros con desánimo. Hasta mis ojos se llenaron de lágrimas; creí que, además de Lucrecia, Adán era mi amigo. Uno que iba a seguir allí a pesar de fallar con el acuerdo que teníamos.

Creí que quería ser el tío del bebé.

Miré el reloj en la pared y aún faltaba bastante para volver al trabajo, sin embargo, prefiero comer con el jefe de obreros que critica mis vestidos, que con esta nueva versión de Adán.

—¿Te pasa algo? —pregunté. Debo dejar de huir de los que me hace sentir mal y enfrentarlo. De todas formas, estaré todo el día pensando en porqué su cambio de actitud.

—Solo tengo trabajo, Amanda.

—No lo dudo, pero algo más te afecta. Nunca has sido así de serio conmigo.

—Siempre hay una primera vez para ser serio.

Apreté mis puños porque ni siquiera se ha dignado en verme, solo teclea y observa los papeles en su escritorio. ¿Qué tengo que hacer para que me vea? Sé que si le digo que su hermana se casa con un tal Luis, tendré su atención, pero también el odio de Adara.

Vuelvo a girar en mi asiento y por el cristal de la pared de enfrente veo a Zoey entrar al edificio con el primo de Adán detrás. Y eso me hace recordar al suceso de ayer. Sorbí de mi malteada.

—Adán, ¿conoces a un tal Tyler? —pregunté en voz baja, porque no sabía si la oficina era insonorizada.

—¿Tyler?

—Ajá —murmuré. Los ojos de José se posaron en los míos y mi corazón latió más deprisa. No me había dado cuenta que contuve la respiración hasta que desapareció de mi vista y mi corazón volvió a latir con normalidad.

—¿Cómo es?

—Ojos claros, cabello castaño oscuro, como de un metro ochenta. Atractivo, pero algo me dice que tiene un tornillo un poco flojo.

Te propongo un deslizWhere stories live. Discover now