TREINTA Y CUATRO

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:= Amanda =:

Reviso detalladamente el material que acaba de llegar con el jefe de los obreros. Se supone que cada una de las cosas que encargamos son de buena calidad, pero nunca está demás comprobar la resistencia y procedencia de todo, menos cuando con esas cosas se construyen edificios que deben soportar los sismos y el paso del tiempo.

—¿Todo en orden? —preguntó alguien entrando a la bodega. Voltee la cabeza para ver a mi jefe y asentí.

—Aparentemente sí —respondí pasándole la lista con los materiales ya revisados por mí y Felipe, el jefe de los obreros.

—Las apariencias engañan, Amanda, necesitas estar segura de lo que usas para cada construcción o podrían morir cientos de personas por una negligencia.

Tragué saliva y asentí. Puedo sentirme segura por mis diseños, pero cuando está en riesgo la vida de alguien más, es difícil; demasiada responsabilidad sobre mis manos. Mucho más cuando no se tiene experiencia en la situación, solo teoría y observación.

—Lo siento, lo haré mejor en la siguiente entrega.

Juan me sonríe escuetamente.

—Lo estás haciendo bien, Amanda. Demasiado para ser tu primera vez —halaga revisando cada hoja con escrutinio.

—Gracias. —Tomé mi tablilla de madera—. ¿Se quedará?

—Solo unos minutos, esta es tu construcción, mi único deber es supervisarte. —Dejó los papeles sobre el escritorio y me miró; frunció el ceño—. Creo que es la primera vez que te veo con un vestido.

Me tensé; esta mañana, tres de mis pantalones empezaron a sentirse más ajustados en la cinturilla y salté frente al espejo al ver una pequeña elevación en mi vientre que siempre había sido plano. Observé uno de mis pocos vestidos sueltos, pues ya no tenía tiempo para seguir viendo qué ropa seguía sintiéndose confortable y cuál no.

—Hace calor —me excusé, debo ir a comprar los pantalones de pre-mamá, porque aunque los vestidos se vean bien, no es muy factible usarlos en medio de una construcción.

«Yo no debería estar en medio de una construcción». Le sonreí a mi jefe y di media vuelta. Los sonidos llegan a mis oídos y me coloco los tapones para menguar un poco todo. Antes de dar un paso, analizo el suelo y su estabilidad para tampoco sufrir una caída.

Sé que no debo de estar aquí, es demasiado peligroso, pero simplemente no puedo darle la espalda a mi primer proyecto; sería un mal comentario en mi hoja de vida. Esto dará el prestigio que ambos necesitamos para poder solventar nuestro futuro; siempre supe que tener un hijo era una gran responsabilidad y tengo cinco meses más para ordenar un poco el camino para no tener muchas complicaciones cuando él llegue al mundo.

Además, puedo observar la construcción alejada, no es necesario estar en medio de la acción. Felipe y los demás trabajadores piensan que no paso porque no quiero ensuciarme y realmente no me molesta que crean que soy una persona delicada y exagerada que solo sabe dibujar y que tuvo suerte en la vida para conseguir un proyecto de esta índole.

Abrazo la tablilla y me toma por sorpresa la persona que deja caer un casco sobre mi cabeza. Giro el cuello y más es mi asombro cuando distingo al causante. No me voltea a ver, tiene la mirada fija en el edifico en construcción; su cabello también está cubierto por un casco de protección y trae unos lentes transparentes.

Tuve que aclarar mi garganta antes de hablar.

—No recuerdo haberte contratado —comenté quitando los tapones de mis oídos en el proceso.

Te propongo un deslizDonde viven las historias. Descúbrelo ahora