SEIS

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:= Amanda =:

Nunca creí que me sentiría cómoda entre niños, pero ellos son los únicos que no me ven con ojos juzgadores; creo que eso era lo bonito de ser infante: no importa qué tan diferente fuera uno, al momento de jugar, todos son iguales.

No hay maldad en ellos. Al menos no en estos cinco niños restantes que saltan en el brincolín, moviéndome, pues estoy sentada en la orilla, observándolos divertirse.

En ese momento veo que se me acerca una con un vestido rosa y un —sorprendentemente— arreglado cabello en un chongo. Puedo ver cómo su piel se estiró y me recordó un poco a cuando yo era niña y mi mamá me peinaba así.

—Hola —se deja caer a mi lado, escondiendo sus pies en el vestido—, soy Luz.

—Amanda. —Llevé la mano al pecho y al instante me sentí idiota.

—¿Te duele el pecho? —preguntó colocando su mano sobre la mía y yo sonreí—. ¿O el corazón? Mamá dice que cuando duele el corazón es porque algo te ha lastimado. ¿Te pegaste?

Sonreí con nostalgia y negué, quitando la mano del pecho.

—No, estoy bien,

Ella asintió.

—¿Eres amiga del tío Adán? Vi llegar a la tía Zoey con el tío José —miró hacia dónde los adultos festejaban y frunció el ceño—. Creí que no se llevaban bien.

Seguí su mirada hasta llegar a los dos tórtolos que reían en una mesa en la esquina, ajenos a todos, y después me fijé en Adán, notando que tampoco los perdía de vista.

—¿José y Zoey? —le pregunté y ella asintió.

—Cuando había reuniones, ellos casi no se hablaban —Salté en mi lugar de la sorpresa cuando se acercó a mi oído, colocando su mano a un lado de su boca—, hasta se evitaban.

Se alejó y me pegó un repaso antes de volver a sonreír.

—Me caes bien, Amanda —Se levanta y antes de poder decirle algo, se une a los otros niños para jugar.

Volví la vista al frente y entrecerré los ojos al ver a los tórtolos. Evitarse en público quiere decir que su amorío llevaba mucho tiempo y solo le veían la cara a Adán.

Aunque no soy nadie para juzgar la moral de una persona cuando yo tengo una conversación pendiente con mi exnovio sobre cómo lo engañaba. Aunque me ahorraré algunas cosas técnicas


:= Adán =:

A veces todo se resume en quedar como Cepillín frente a toda la familia mientras tu primo —atlético, rubio y con porte de modelo— se carcajea con tu exprometida.

Pero nada gano obsérvalos como la feliz pareja que aparentemente son. Nada más que disgusto, un dolor en mi pecho y tomar tequila como si fuera agua mientras lucho con las ganas de pedirle a mi hermana que ponga a Valentín Elizalde.

Tomé la botella y unos dedos rodearon mi muñeca, apartando la mano del alcohol.

Parpadeé con lentitud y miré mal a la chica del vestido azul.

—No deberías de tomar tanto, Adán.

Se sienta nuevamente a mi lado, observando con preocupación mi rostro. ¿Tan mal me veo? Sí solo me tomé tres vasos.

—¿Quieres que te mande a traer jugo de arándano y lo pones en una copa? Digo, quizá no me dejas tomar porque te sientes excluida.

Te propongo un deslizDonde viven las historias. Descúbrelo ahora