EPÍLOGO

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:= Adán =:

Siempre he creído que todo está escrito, que existen varios destinos para ti, solo eliges cuál tomar dependiendo de lo que crees que es mejor, pero las páginas que llenan tu libro ya están listas para ser cosidas en el lomo luego de cada decisión.

Nueve meses después de lo sucedido con los Pegraso, y el tiempo no ha hecho más fácil las cosas. Las pesadillas del terror que me consumió ese día siguen presentes cada noche.

Mis decisiones han cosidos páginas dolorosas y llenas de... odio. Ni siquiera saber que José no tendrá derecho a libertad condicional me dio un poco de paz. Zoey tenía razón, es mejor muerto.

La tía Lupe, mamá de José, me imploró que quitara la demanda en contra de su hijo, que pidiera le absolvieran de todo, pero la misericordia por él murió cuando abrió las puertas que lastimaron a mi cachorra y al apretar el gatillo. El odio no es bueno, el rencor mucho menos, pero no voy a olvidar jamás sus acciones, solo ignoraré su existencia.

—¿Sigues pensando en eso? —preguntó Zoey entrando a la habitación. Lleva un vestido de algún tono de azul oscuro. Detrás de ella pasa Picky corriendo, con una pelota en el hocico.

—Jamás dejaré de hacerlo —confesé acomodando el cuello de mi camisa.

—¿Puedo pasar? —interrumpió Bruno, deteniéndose en el umbral de la puerta. Le sonreí.

—Claro, amigo.

Corrió directo a Picky y ella lo esquivó, saliendo por un lado de Zoey, casi tumbándola. Bruno la siguió.

—Debes olvidarlo, Adán. —Se aproxima a mí después de estabilizarse en sus tacones, abrazando mi espalda, dejando un beso en mi hombro.

—No puedo, Zoey. Casi te perdí, a Picky y... —ni siquiera pude terminar la frase. Me rodeó más con sus brazos.

—No fue tu culpa, Adán. Nada de lo que sucedió.

Besó mi mejilla y se retiró a la sala con Bruno. Sé que no fue mi culpa, querer un poco de justicia fue mi pecado. Ser demasiado ingenuo para creer que nada malo pasaría, mi penitencia.

«Todo está bien ahora», me repito. El caso de la familia Pegraso despegó aún más la visibilidad que tenía el despacho jurídico, aumentando el prestigio y la carga laboral. Logramos salvar y unir a cientos de familias que nos agradecieron los actos heroicos con creces. Claro, Uriel sigue libre; fue lo suficientemente inteligente como para poner todas las propiedades clandestinas a nombre de Tyler y José, quedando impune de la ley al ser solo un empresario.

Quizás también se hartó del mundo criminal al enterarse que su hijo menor fue asesinado por su sobrino gracias a la sed de poder.

—¡Adán, ya todos nos están esperando! —avisó Zoey desde afuera de la habitación.

Evité a la familia de Amanda lo más que pude, solo los frecuentaba cuando era estrictamente necesario. No tenía cara para ponerme enfrente. Ellos lloraban cada día, haciéndose a la idea, mientras yo andaba caminando por ahí, buscando la custodia de Bruno.

Apoyé la frente en el espejo, cerrando los ojos. Ojalá Jesús estuviera aquí, pero volvió a irse de viaje.

Es tiempo de afrontar la realidad de los hechos.

«Todo está bien ahora. No es tu culpa».

Tomé un suéter. El clima de junio era cálido, pero nunca está de más ir prevenido. Al poner un pie fuera de la habitación, observé a Bruno intentando ponerle la correa en el collar de Picky. Estando de cuclillas a su lado, una vez logró dejarla quieta, besó su cabeza.

Te propongo un deslizDonde viven las historias. Descúbrelo ahora