VEINTIDÓS

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:= Adán =:

Recuerdo haber dicho, hace unos días, que me pondría en forma para empezar con el pie derecho mis cuarenta, pero es difícil seguirle el ritmo a una persona tan joven como lo es Amanda. Tiene energía como para suministrarle a una ciudad entera.

—¡Vamos, Adán! —me apremia a unos metros por delante de mí. La primera luz de la mañana empieza a salir y mis pulmones exigen más oxígeno.

—No —jadeo, rendido, deteniéndome, colocando las manos sobre mis muslos—. Tú estás joven, yo siento que estoy corriendo directo hacia mi muerte.

—No seas dramático.

—¡Es verdad! Ya no se sienten los dos latidos de mi corazón de lo rápido que va. Moriré de un paro cardíaco —le advertí, porque lo veía muy inminente.

Ella se acercó a mi lado y colocó su mano sobre mi hombro. También estaba agitada, pero en menor medida. Su cuerpo sí estaba acostumbrado a largas jornadas de ejercicio.

—Adán, solo corrimos cinco cuadras, ni al parque llegamos.

Alcé la cabeza y miré hacia atrás, cerciorándome de que decía la verdad. Me fijé en sus ojos.

—¿Parley?

Amanda negó y me entregó una botella de agua. La acepté y no tardé en beber su contenido. Ella rió y empezó a caminar de regreso a casa.

—No entiendo como tienes tanta energía, a esta hora yo estaría en mi quinto sueño.

Se encogió de hombros—: Me acostumbré. Era una manera de quitar el estrés de la secundaria. Después se hizo una rutina.

—Pero, ¿por qué tan temprano?

—Porque entraba temprano a clases y por las tardes tomaba lecciones de piano, idiomas y debía hacer tarea.

—No sabía que tocabas el piano —comento, ese dato no estaba en el súper detallado informe que me dio Adara.

—Solo fui unos meses, después lo cambié por clases de dibujo. La mejor decisión de mi vida.

—La música clásica ayuda a desarrollar la inteligencia en el bebé. —Ella ríe y entrelaza su brazo con el mío.

—Eso es un mito, mamá los ponía a todas horas y no salí muy inteligente que digamos.

—No perdemos nada con intentar.

Esta primera semana viviendo con ella la llevemos bien, no hay desacuerdos en nada y me ha obligado a salir a correr con ella, dice que para amanecer más activo y hacer con mejor cara las actividades del día, pero, el segundo día de ejercicio, Jesús me preguntó si me había arrollado un camión, por la mala cara que tenía.

Supongo que es cuestión de que mi cuerpo se acostumbre a la actividad física. Entramos a la casa y mis ganas de dejarme caer en el sofá son inmensas, pero eso implicaría lavarlo después por dejar mi sudor ahí, así que me decido por sentarme en una silla. Amanda me trae un vaso de agua y para ella también, tomando el lugar frente a mí. La observo tomar lo que el médico le recetó y después soltar un suspiro.

—Estuve pensando en buscar un departamento.

No escupí el agua solo para no verme dramático. La tragué con fuerza y asentí.

—¿Por qué? ¿No te sientes cómoda?

—No es eso, creo que necesito mi propio lugar. Siempre he vivido en casa de mis padres, y en la universidad ellos pagaban mi lugar en la residencia. No sé lo que es el mundo.

Te propongo un deslizDonde viven las historias. Descúbrelo ahora