3.12: Los que se fueron

Start from the beginning
                                    

— ¿Por qué siento que me lo preguntas por algo en especifico? —pregunté, soltando una risita forzada.

— Últimamente te noté más distante con ese tema —alzó las cejas. Ya podía detectar la preocupación en su voz—. Pensé que había ocurrido algo.

— No directamente. Hemos tenido algunos inconvenientes que solucionamos... solo eso.

No es exactamente la verdad, pero tampoco estoy mintiendo.

— ¿Y dónde está ahora?

— Ocupado con su madre. Le hubiera gustado unirse pero ya habían acordado hace unos días —sonreí débilmente, alejando la mirada unos segundos—. Aunque tampoco hemos estado pasando tanto tiempo juntos últimamente —admití, cautivando su atención—. Después de los eventos desafortunados que rodearon Acción de Gracias, le pedí un poco de distancia, la cual aceptó. Puedo tener mis dudas sobre su posición en nuestra relación, pero si de algo estoy segura es que está intentando ser mejor para mí.

Nate y yo no nos habíamos tomado un tiempo. No. Eso está claro. Solo que estos últimos meses pasamos de 0 a 100 en un día. Ni bien regresamos a estar juntos, comenzamos a hacer todo en conjunto. Dormir juntos, comer juntos, ir a Columbia juntos y hasta vernos allí. Se mudó con Chuck al Empire pero de todos modos estaba el 90% de su día en mi apartamento. Hasta cuando yo trabajaba o me encontraba fuera. Así que esa convivencia repentina nos volvió ciertamente dependientes el uno al otro, algo que sé con certeza que no quiero en mi vida. Y se vio reflejado en todo el asunto Serena-Tripp.

Por eso creí que separarnos un poco podía ayudar a mejorar las cosas. Quizás no vernos todos los días, o saber del otro todo el tiempo. Cada uno necesita su espacio. Obviamente es difícil acostumbrarse cuando ya habíamos desarrollado una rutina completamente opuesta, pero tampoco quiero que la dependencia nos destruya.

— Cariño, el amor es duro —dijo mi madre, tomando mi mano sobre el sofá—. La parte más difícil siempre es ceder. Es por eso que la gente abandona el amor tan fácilmente, porque luchar por él es aterrador. Poner tu corazón en peligro y darle a alguien el poder de destruirlo es aún más aterrador. Confiar es que no lo destruirán, es diez veces más aterrador. Pero, una vez que cruzas ese obstáculo, el amor se vuelve ridículamente fácil —sonrió con calidez—. Siempre y cuando nunca olvides que luchaste por él en primer lugar, tu corazón hará el resto.

— ¿Pero qué pasa si mi corazón ya está cansado? —pregunté angustiada—. ¿Qué pasa si mi cerebro me convence de marcharme?

— Por más cursi que suene, tu corazón sabe lo que está haciendo, a veces más que tu cerebro. El amor no es una ciencia exacta, no tiene una instrucción absoluta ni tampoco una razón. Intentar encontrarla es más agotador que rendirse ante su pedido.

— ¿Y si seguir mi corazón es mi quiebre, mamá? —cuestioné, sintiendo el ardor de las lagrimas pesadas en mis ojos.

— Entonces unirás tus piezas de nuevo, sanaras tus propias heridas y volverás a intentarlo cuando esté listo para luchar otra vez —me acarició la mejilla, permitiendo que mis lagrimas cayeran—. A veces nuestro corazón está preparado para dar el paso, pero el corazón de quien queremos no... Yo tampoco la tuve fácil, cariño. Tu padre era un imbécil terco que no sabía lo que quería y tuve que acorralarlo varias veces para que entendiera que jamás encontraría a otra loca como yo —confesó, haciéndome reír detrás de la tristeza—. Los corazones dudosos suceden porque a veces nuestro cerebro quiere engañarnos, dándonos diversas oportunidades como una especie de escudo a lo que realmente queremos. Porque, sea la correcta o no, la decisión que tomemos nos hará sufrir en algún punto. Así que nuestro cerebro quiere evitar eso, contradiciendo a nuestro corazón... Lo que ese tramposo no sabe, es que aunque nos presente miles de variantes, siempre sabemos cuál es la correcta para nosotros.

Ashley Clayton | Gossip GirlWhere stories live. Discover now