7. Gran revelación

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Capítulo 7
Gran revelación


La luz que entra por la ventana me golpea y ayuda a que despierte de mi profundo sueño.

Me revuelvo, cómoda, y me estiro. Ahora sí me siento en el sofá… ¿¡Qué me pasa!? ¿De verdad dormí en la casa de un extraño gracias a mis mentiras? Qué mal estoy… y qué suerte que Jerome no se haya enojado por eso… Espero que no lo haya hecho. Si lo hizo o no, al final todo tiene un precio, porque anoche, antes de irse a dormir, me dijo algo como que a la próxima no me escaparía… ¿Significa que nos veremos nuevamente?

Levanto mi brazo para rascar mi cabeza y de él cuelga el saco de Jerome. Ese saco al que dormí abrazada porque… perfume de hombre. En cada uno de todos sus hilos está impregnada una agradable y elegante fragancia masculina, que no es la típica, es suave y a mi nariz le encanta cada que la huele.

Las manecillas del reloj en la pared indican que ya son las siete con veinte minutos. No hay rastro del hombre aún. Hasta me asomo un poco en las escaleras y regreso corriendo a cambiarme como rayo, necesito reemplazar este vestido tan incómodo. Debí hacerlo anoche, pero bueno, ¿qué tan bien se puede pensar en la casa de un desconocido?

Acabo con mis tenis y él sigue sin aparecer. Tal vez salió y ni cuenta me di, pero tiempo me da para echar un ojo a los cuadros que están colgados en este lugar, solo son dos, ambos parecen reconocimientos o algo así… y llama mi atención que está escrito «Jérôme» en ellos. No pensé que así se escribiera.

—Buenos días —aparece él—. ¿Cómo dormiste… Katalina?

A pesar del susto que acaba de darme, mi cerebro puede procesar perfecto que me sigue encantando cómo lo pronuncia.

—Pues…

—¿Y tu vestido? —señala rápidamente antes de dejarme terminar.

Busco y agarro mi bolso de la mesa de centro.

—Me lo quité, no me gusta usar vestido, es muy incómodo —asiente con la cabeza—. Y gracias otra vez por dejarme.

—No fue nada, solo me gustaría saber por qué tenías que quedarte.

Porque soy tan virgen que mis papás no me dan todo el permiso que quisiera.

—Ya te lo dije, no quería dejarte tan solo aquí.

—Siempre me la paso solo aquí —cruza los brazos, reclinado en el marco de la puerta—. Que tú seas la primera que se preocupa por eso es…

—Es… —ya no dice más—. ¿Nadie más que yo se pregunta por qué Jerome vive solo?

—No muchos lo saben —su rostro se esconde un poco—. ¿Vendrás todos los días para no dejarme solo entonces?

Qué más quisiera yo que acompañarlo en sus noches de soledad, pero no puedo inventar pijamadas todos los días.

Si analizo con profundidad esas palabras, hasta me hace sentir mal que se la pase solo. Desarrollando empatía tan rápido, quizá por eso no lo sentí tan extraño anoche. Creo que ni con Mateo agarré confianza a esa velocidad.

—Ya debo irme…

Salgo caminando de espaldas de la biblioteca para no dejar de mirarlo. Mi mano palpa la puerta en busca de la perilla y Jerome pone la suya encima antes de encontrarla.

—Yo te llevo.

Su cuerpo está muy cerca del mío, un poco más y me presiona. Imaginar qué podría pasar son detalles que me hacen arrepentirme por haber mentido anoche.

Katalina I y IIOù les histoires vivent. Découvrez maintenant