15. Celos

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Capítulo 15
Celos.


¿Quién dijo celos? ¡Ja! Perla Katalina nunca ha sentido celos por nadie. Excepto aquella vez que no gané el concurso del mejor baile de abeja, o cuando Mateo prefirió cargar a otro que a mí. Pero fuera de eso, ¡jamás!

¿Qué rayos? Digo, Jerome ¿qué? No es que me guste para que tenga celos, simplemente soy empática con él, porque nosotros solo somos… ¿Soy su novia pagada? ¿Su acompañante? ¿Su sugar baby? ¿Su sugar acompañante novia pagada?

Olvido investigar más sobre lo que hago.

—Veamos cuál es la relación de un sugar daddy con su sugar baby… ¿Descubre qué fruto seco eres con este sencillo test?... A ver.

*****

Celos cuando miras a otra chica, tengo celos. Celos.

No debí mencionar nada, lo sabía, ahora me estoy traumando sola con esa canción que no sale de mi cabeza y me molesta creando remolinos, remolinos y más remolinos.

—Jóvenes —entra el profesor, sonriente, y con un puñado de hojas en sus manos—. Adivinen qué es lo que traigo en mis manos.

Pongo mis ojos en blanco cuando mira a los demás.

—Exámenes… —pienso.

—Acertado, Perla —me sonríe—. Qué inteligente es usted.

—Exámenes… —resopla Hugo a mi derecha con lo brazos cruzados—. Yo también lo sabía.

—A la próxima me dice, Morales, a ver si me entero —le sonríe también, solo que con ese toque de falsedad—. Miren, este no es el examen definitivo, lo que significa que solo es para practicar —hasta yo suspiro—. Ah, pero no se confíen, porque esto en realidad contará el veinticinco porciento de su calificación. Deberán usar mucho su coco si quieren ver ese porcentaje reflejado al final del semestre.

Maldito viejo, ¿de verdad?

Comienza a repartir los exámenes de mi lado, pone uno frente a mí

—Suerte, Perla.

En cuanto de da vuelta, lo agarro entre mis manos temblorosas y lo repaso con la vista. Este sujeto se encuentra en un severo estado de estupidez si piensa que sabremos las respuestas. ¡No viene nada de los malditos ensayos! Ni una sola palabra.

—Tienen estas dos horas de física para contestarlo. Está muy fácil, jóvenes, no tienen de qué preocuparse.

Fácil usted.

Lo reviso minuciosamente, ha de ser de otro grupo o grado. Examen de sexto…

¿Sexo…?

—¿Ah?

¿Qué hice? ¿Por qué todos me miran queriendo estallar de la risa? No entiendo.

—¿’Ah’ qué, Katy? —me pregunta Hugo. ¿Tan alto se escuchó?

El profe se tuerce en el pizarrón como la niña del exorcista para verme con una ceja enarcada.

Katalina I y IIWhere stories live. Discover now