33. Solos en casa

48 3 0
                                    

Capítulo 33
Solos en casa.

«Santiago: última vez activo el miércoles»

Su último mensaje es uno avisándome que iba a mi casa, pero no es del último día que lo vi, sino de más antes.

No sé si fue por todo lo de ayer que lo olvidé, pero hoy desperté de golpe a las seis de la mañana y pasó por mi mente escribirle un mensaje a Santiago, contándole todo lo que había hecho Evangeline. No fue hasta que comencé a teclear que lo recordé y tuve que borrar dos líneas de texto donde me desahogaba.

Santiago ya se fue… ¿A dónde? Él tenía tantos lugares favoritos que no se me ocurre cuál. Y ¿por qué no se ha conectado? Él usaba siempre su celular, siempre se comunicaba por cosas de su negocio, ¿cómo lo hace ahora? ¿Y si murió? No, no debo pensar en eso, seguramente no se ha conectado porque ahora se la pasa más en su trabajo y ya. No tiene necesidad de hacerlo.

—Mhm…

Sonrío y abrazo a Katalina por sus hombros mientras ella me abraza a mí. Cumplí mi palabra, anoche no me despegué para nada de ella, y menos mal no hacía calor. París es caluroso en estas fechas, pero nada comparado con la ciudad de Katalina, ahí casi todo el año hace calor. Y, estuve pensando, si la traigo en navidad aquí, probablemente no soporte el frío. Otra cosa es que no sé si quiera volver a traerla después de todo lo que está pasando, pero tampoco se lo podré negar si ella lo quiere. Dios, qué dilema.

¿Por qué Evangeline es así? Quisiera explicarle y que ella lo entendiera de alguna manera, pero no hay forma de hacerlo sin verme mal ante sus ojos. ¿Cómo hacerle entender que quiero a Katalina? No quiero a las mujeres que trae ni a las dementes que se han cruzado por mi camino.

Dejo el celular sobre la mesa de noche y sujeto a Katalina con fuerza para darle vuelta y quedar yo sobre ella.

—Despierta, bomboncito dormilón.

Está muy dormida, tal vez sea porque anoche puso un reproductor de música y lo dejó sobre el tocador. Fue muy agradable dormir con música baja, pero ahora no sale de mi cabeza la canción que sonaba justo cuando me estaba quedando dormido.

—Jerome… —balbucea, con su ceño fruncido—. No puede ser, estaba por besar a alguien en mi sueño.

Me levanto ligeramente sobre mis rodillas y bajo un poco para quedar frente a frente con ella.

—¿Ah, sí? ¿A quién?

—Era un hombre muy guapo, estábamos justo en esta habitación y en esta cama.

—Para que no estés triste dejaré que me beses a mí.

—Será mucho mejor.

Solo le doy unos cuantos besitos en la comisura de sus labios, pues no he cepillado mis dientes aún. En veces pasadas la he besado sin problema, pero seguramente no la pasa bien cuando lo hago.

—El desayuno ya va a estar listo —le digo—. Tenemos que arreglarnos y bajar.

—Ya tengo hambre —sonríe.

Y yo también… Mejor actúo normal y la sigo cuando se levanta. Se va al baño y yo directo al armario a buscar mi ropa. Anoche, después de lo que sucedió con Evangeline, acomodé toda nuestra ropa en el armario para calmar mis nervios. Me ayudó tanto.

Katalina I y IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora