15. Un Genaro

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Capítulo 15
Un Genaro.

Despertar en sus brazos...

Lo mejor de esa mañana fue despertar entre sus cálidos brazos. Al principio me extrañé porque estábamos en su cama y no en el sofá, pero rápidamente deduje que él me había traído para poder acurrucarme más entre sus brazos. Más perfecto fue porque afuera hacía un viento frío y ese se convirtió en el pretexto perfecto para quedarnos abrazados en su cama una hora más antes de levantarnos.

Nos dimos un baño, cosa que fue muy bien recibida. Antes nos dimos unos cuántos baños juntos, pero ninguno fue tan divertido como ese, que acabó convirtiéndose en una guerra de cosquillas.

Terminando salimos a desayunar cerca y el resto del día fue dar vueltas por la ciudad, conociendo lugares que jamás había escuchado ni nombrar. Debo admitir que fue mejor que ver una película.

Lo extrañé mucho los siguientes días que no nos vimos, pero regresé a clases y con ello regresó Jerome. Todos los días me recoge puntual, todos los días hay besos, todos los días hay algo más. Sí, me siento muy feliz con él.

Pero regresando a la actualidad, hoy salí unos momentos de casa y me encontré con Alan, así que se me ocurrió que sería buena idea ir a mostrarle el parque de una vez, como me lo había pedido.

—Esto es todo. ¿Qué tal está?

Alan, echando un vistazo al lugar, asiente con aprobación.

—Me gusta. Siendo sincero, no esperaba que fuera tan grande.

—Hace poco hicieron unas obras. Pero bueno, ¿qué me dices del resto de la ciudad?

Alan se sujeta con fuerza de su andadera y se sienta cuidadosamente en las gradas, yo lo acompaño.

—Ya te había dicho que me gusta también —sonríe—. Es distinto, pero agradable todo.

—Me da gusto.

Vuelve a asentir, ahora fijando su mirada en lo que hay enfrente, solo gente haciendo ejercicio, niños jugando y otros cuántos entrenando.

—¿Sabes? Me preguntaba sobre... ¿Siempre has usado...?

—¿Esto? —señala la andadera, a lo que asiento—. No, hace apenas unos meses. Yo solía practicar fútbol, y en una de esas prácticas me rompí la pierna y necesité una operación —suspira—. Solo que no salió bien y quedé así.

Y yo que pensaba que lo más peligroso del fútbol era sus aficionados.

—Debió ser muy difícil para ti.

Se encoge de hombros, haciendo una mueca.

—Ya me acostumbré, y sobre todo acepté que así tendré que vivir por el resto de mi vida.

Por el resto de su vida suena muy drástico, más cuando no ha vivido ni la mitad de si vida.

—¿La cicatriz es por ese mismo accidente?

—¿Esta cicatriz? Oh, es por una caída. Caí justo cuando alguien iba a dar una patada y casi me arranca el rostro.

—Ay, Dios… Qué horrible suena eso.

—Tengo otras cuantas marcas en el cuerpo, pero no me quejo, así es el mundo del deporte.

Qué suerte que no pertenezco a él.

—¿Y por qué tomaron la decisión de mudarse? Es que está muy lejos.

—Eso fue por el trabajo de mi papá, tenía que mudarse para obtener un mejor puesto.

Katalina I y IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora