18. Uno y otro

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Capítulo 18
Uno y otro.

Reyna

«¡Santiago! ¿Cómo has estado?»

«Bien, Josué, muy bien»

«¿Qué te trae por aquí?»

«Ah, pues... Pf... Vine buscando algo. ¿Sabes? Estoy saliendo con una chica. No es nada serio, pero me propuso unas cosas que me parecieron interesantes y pensé que me podrías hacer alguna recomendación»

«Claro, dime qué te gustaría»

«Bueno, ella me propuso algo para... atrás»

«Viniste al lugar indicado, déjame llamar a alguien para que te muestre lo que tenemos. ¡Reyna!»

«¿Si?»

«Por favor, muéstrale al caballero la sección de hombres»

«Por supuesto. Sígame»

«Ella te explicará todo mucho mejor»

«Te lo explicará mucho mejor». ¡Agh! ¡Maldito sea el momento en que me metí a trabajar a ese lugar!

Por Dios, qué vergüenza... Lo peor es que siempre me tocaba a mí atenderlo. Siempre.

«Ya que estamos así, en confianza, dime algo, ¿lo has probado?»

Yo debía complacer al cliente diciéndole lo que quería escuchar... Pero no por completo.

«He escuchado varias experiencias de amigos y otros clientes, claro que es muy bueno»

Era igual a Josué, me hablaba y me tocaba como si fuese su amiga, pero a la vez era tan distinto porque a él solo lo traté las pocas veces que fue, mientras que a Josué lo veía todos los días.

Lo veía y hablábamos tanto que me hice una triste y tonta ilusión con él. Tanto que pensé que me buscaría después de renunciar. Pero no. Ni siquiera preguntó por qué me iba.

Ya no quiero recordar esos momentos, me hace sentir tanta vergüenza.

—¡Ezequiel! —grito afuera de su cuarto.

—¿¡Qué!?

Me responde desde la cocina; pensaba que estaba en su cuarto. Me bajo las escaleras de inmediato.

—¿Nos vamos ya?

Justo al terminar la frase, escucho unos pasitos que vienen por el pasillo. Seguramente mi mamá ya nos escuchaba desde la sala.

—¿A dónde van ahora? —pregunta ella con los brazos cruzados.

—A dar una vuelta —respondo sin verla y acomodando las cosas de mi bolso.

—Últimamente salen más seguido ustedes dos… —su voz suena como si quisiera pretender algo.

Le doy la cara.

—A ti te gusta que vaya con Ezequiel para que me cuide, ¿no? —o a veces para que me fastidie—. Deberías alegrarte. Vamos, Ezequiel.

*****

Jerome

Álvaro dijo que no estaba muy lejos de la ciudad, pero ya llevamos casi quince minutos de carretera y aún no llegamos.

Si en lugar del fuerte sol y las montañas verdes que cubren el paisaje hubiera un cielo encapotado y un bosque a los lados de la carretera, definitivamente pensaría que Álvaro planea asesinarme.

Katalina I y IIWhere stories live. Discover now