27. ¿Ni un adiós?

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Capítulo 27
¿Ni un adiós?

Reyna

Me siento la peor persona de todas...

No fui con Katy en su cumpleaños, la he evitado y también la he escuchado cada que viene a preguntar por mí a mi casa y Ezequiel le inventa cualquier mentira para que se vaya.

Y Antoine... Bueno, hace una eternidad que no lo veo ni de lejos. Ya no sé si él realmente sufre por mí o me está superando y conociendo a alguien más. Sería mejor si así fuera.

Pero en el fondo me siento fatal, sé que todos me abandonarán por esto, pensarán que lo hago de la peor manera.

Al menos Santiago sigue conmigo, brindándome su apoyo y animándome.

Le comenté sobre el cumpleaños de Katy, le dije que tenía su regalo pero que no podría entregárselo, por lo que Santiago se ofreció a hacerlo y yo lo decliné. No es por nada, pero a Katy le parecería muy extraño recibir de Santiago un regalo que se notará que es mío. Se descartó la idea. Minutos después Santiago pensó algo: me pidió elegir unos zapatos para ella y él se los entregaría, así sería menos sospechoso.

Fue buena idea. Le elegí unos que van con su estilo, además frescos. Como me contó hace tiempo del viaje que hará, pensé en el calor y todo eso.

Espero que disfrute todo.

*****

Katalina

Finalmente mañana nos vamos.

Estoy feliz. Iremos al ranchito de mis abuelos una semana y la próxima semana estaremos en Francia. Es increíble con solo imaginarlo. Salir del país era algo que no veía ni en un futuro lejano, y ahora lo haré. Lo haré con Jerome y será para conocer a su familia.

Ya he mencionado un sinfín de veces lo nerviosa que me siento por eso, por la impresión que les daré y lo que pensaran de mí. Es una de mis preocupaciones, porque en lo que he estado pensando más los últimos días es en lo que don Marcos iba a decirme.

Un «te lo contaré después» fue lo que contestó. Y punto. Ahí finalizó el tema. Respiré hondo y seguí con lo mío. En la tarde me despedí de él y le recordé cuidarse, que siguiera descansando y, si podía, que se tomara una semana de descanso. Don Marcos no tiene necesidad de dinero, tiene sus pensiones, así que la tienda es más un pasatiempo para no estar encerrado en su casa.

En fin, en estos momentos estoy acabando de empacar mis cosas. Para ir con mis abuelos es una maleta y para ir con la familia de Jerome otra. No voy a cargar con ambas, cuando nos vayamos vendremos por el equipaje.

Por cierto, el rancho de mis abuelos es más caluroso, se lo comenté a Jerome para que se preparara con ropa más cómoda y fresca, pero él está tan aferrado a que ya está acostumbrado al calor que, supongo, planea irse así mismo. Claro que no, ese hombre no sabe lo que dice. Esta tarde iré de compras, le compraré ropa a sus espaldas y se la daré cuando sienta que sus zapatos se están derritiendo con solo tocar el suelo, hasta entonces se la daré.

Dios...

Bueno, cambiando de tema, hace tiempo que quiero ver a Reyna... Ya va más de un mes que no lo hago.

Yo siempre le cuento a Jerome que me siento insegura por ella, y él, como si lo supiera perfectamente, siempre me contesta que ella se encuentra bien. Sí, me hace pensar que sí se encuentra bien, pero la forma tan seria y despectiva en que lo dice me grita algo más, algo de lo que quizá no estoy enterada.

Como mi papá trabaja con ella, le pregunté si la había visto y me respondió que sí, varias veces la ha visto, pero ya no tan frecuente porque a él le hicieron cambio de turno. Me prometió que hablará con ella la próxima vez que la vea.

Katalina I y IIWhere stories live. Discover now