14. Apagón

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Capítulo 14
Apagón.


—Ya sabes que si ese tipo quiere hacer algo que tú no quieres...

—Te llamo —recito—. Pero ya te he dicho que no tienes que angustiarte, papá.

—De igual manera —gruñe—. A ver, Katy, además...

Se queda en silencio.

—¿Además qué?

—Pues que no... —murmura.

—¿No qué?

Sigue sin decir nada, solo escucho su respiración en la bocina y me preocupa.

—... Nada.

—Bien... —respondo con recelo—. Ah... Don Marcos ya está cerrando, así que Jerome no tarda en llegar.

—Que no te deje esperando mucho —advierte—. Cuídate.

—Sí. Hasta mañana.

Don Marcos cierra la puerta con llave, ya todo está oscuro dentro de la tienda y afuera, lo único que ayuda son las luces de los demás locales y los autos que pasan con frecuencia por la calle. Se despide de mí y sube a su auto verde, uno pequeño y no tan nuevo, mientras yo me quedo de pie frente al escaparate.

Veo en mi celular que ya son más de las seis y media y no veo a Jerome, ni siquiera me ha enviado un mensaje. Cuando decido llamarlo, unas inconfundibles luces blancas me deslumbran y me hacen imposible ver hasta que el auto frena frente a mí. Subo rápido por los demás que esperan detrás.

—Perdón por tardar, me equivoqué de camino y quedé atrapado en el tráfico. ¿Me esperaste demasiado?

Sacudo la mano en modo despectivo.

—Acabo de salir.

Más adelante frena en un semáforo en rojo y aprovecha para darme un besito.

—¿Pasamos a comprar algo?

Le contesto que sí. En noches como esta, la comida chatarra lo es todo. Me gustaría que fuera algo más planeado, así sería más especial, pero también sería especial si Jerome se detiene y me dice que él será mi cena.

Es en lo que conduce que me pongo a disfrutar de la vista que tengo por la ventana. No me agrada esta época del año en la que suele anochecer más temprano y las tardes son más frescas, pero pienso que podría ser un buen pretexto para abrazar a Jerome toda la noche.

Hacemos la parada en la tienda de autoservicio más cercana que encontramos. Al entrar, Jerome se va en serio y toma una de las canastas más grandes y me sigue por el pasillo diciéndome que puedo llevar todo lo que quiera.

No quiero abusar, por eso le digo que pagaré lo mío pero él insiste demasiado.

Qué remedio. Echo unos paquetes de palomitas y una bebida en lata.

—¿Solo eso? —pregunta con una carita de desilusión.

—Sí, me lleno rápido.

—¿Con palomitas? —enarca una ceja.

—... Tengo un estómago chico.

Ya me ha visto comer, ¿por qué miento? Al final Jerome es quien se encarga de escoger el resto de cosas. En un punto se detiene a pensar si preparar algo de comida normal para cenar, así que se acerca a la nevera y se queda observando la comida congelada.

—¿Prefieres pasar por comida a un restaurante?

Le digo que es suficiente con eso. Paga las cosas y nos vamos al auto con tres bolsas en las manos para seguir el camino a su casa.

Katalina I y IIWhere stories live. Discover now