31. El último día de campo

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Capítulo 31
El último día de campo.

Jerome

Uno de los recuerdos más marcados que tengo de aquellos tiempos que Katalina y yo teníamos una relación meramente física es cuando la hice subir a una mesa de cristal, me sentía el rey del sexo en ese entonces, no contaba con que la mesa de cristal comenzaría a tambalearse en pleno acto, por suerte pude sostener a Katalina y alejarla antes de que esta se rompiera en mil pedazos al caer al suelo.

Hoy tengo un nuevo recuerdo que le hará competencia al anterior: se suponía que llegaríamos a su casa para dejar sus maletas y recoger las que llevará a Francia, pero en el camino estuvimos jugando un poco y acabamos arribando tan desesperados que el resultado fue una explosión de calor.

Subimos a su habitación, sin pensar en el respeto a la casa. Ninguno de los dos pensó en eso, solo queríamos saciar ese deseo de días enteros sin tener contacto físico. La cama de Katalina era individual, pero cabíamos a la perfección si nos acomodábamos uno sobre el otro, también tenía unos barandales en la cabecera donde até sus manos con la corbata y… No, Dios, eso no.

El caso es que esa cama era pequeña y cómoda, pero frágil porque al final de todo era solo para una persona. A pesar de que rechinaba tanto, no le tomamos ni la más mínima atención, y yo hasta sentía excitante ese sonido. Al menos pudimos terminar antes de que esta colapsara con nosotros encima y se partiera en los tres pedazos. La chequé y no vi reparación posible, así que le prometí comprarle una nueva.

En este momento nos dirigimos a mi casa, con Antoine y Dominique, es donde nos quedaremos hasta que llegue el día de irnos.

—Sí, mamá, acaban de llamar a Jerome y le dijeron que el vuelo saldrá hasta el domingo por… —me mira, buscando alguna excusa—, por problemas de logística.

Betty rebufa y se lamenta, alegando que pudimos habernos quedado más días en el rancho. Parece que al acabar de pronunciar eso alguien se acerca, comienzan a sonar ruidos en la bocina del teléfono, parece la voz de Álvaro, pero la señal se corta constantemente y no se logra escuchar ni una palabra completa de él.

Luego de un momento sin habla vuelve Betty, aclarando su voz.

—No puede ser con tu papá —se queja—. Me quería quitar el celular para hablar contigo —esas palabras hacen sonreír a Katalina—. Que se espere, ya te podrá llamar después.

—Te decía que nos quedaremos en casa de Jerome, con Antoine y Dominique.

—Ah, es cierto —parece recordar la existencia de ellos—. Está bien, así Jerome pasará tiempo con ellos antes de irse.

En el camino también venía pensando en ello y tuve la idea de salir todos juntos mañana a pasar un día de campo, los llevaré al lugar donde Álvaro me llevó a platicar. Será perfecto.

Katalina comienza a despedirse de su madre, asegurándole que más tarde llamará a Álvaro. El portón ya se está abriendo frente a nosotros, lentamente me deja ver que dentro está el auto que usa Antoine, así que de inmediato deduzco que ambos están en casa.

Aparco mi auto frente a la puerta de la casa y bajamos.

—¿Las maletas se quedarán en tu auto? —pregunta Katalina.

—Las puedo bajar más tarde.

Dice que no es necesario, pues trae una mochila más pequeña con ropa y es la que usará para estos días.

Me adelanto para abrir la puerta con mi llave y dejo que Katalina entre primero. Qué sonrisa pone, esa coqueta sonrisa de agradecimiento. Entro tras ella y cierro. Nos quedamos viendo a todos lados, parece estar vacío y es raro porque Antoine es muy activo: si no está en la cocina, está en el jardín o leyendo en la sala. Puede que hoy esté en su habitación.

Katalina I y IIDove le storie prendono vita. Scoprilo ora