12. Cerca

63 9 0
                                    

Capítulo 12
Cerca.


Quién rayos sabrá lo que Jerome me iba a decir, no me ha contestado ni un solo mensaje, ni siquiera el que le envié deseándole un feliz año. ¿Qué le pasa a ese hombre? Estoy pasando los primeros días del año sin noticias de él.

Lo único bueno de hoy es que ya se marchan mis abuelos. Los quiero y todo, pero ya estoy cansada de escuchar a mi abuela decir sus cosas y de mi abuelo regañándome cada cinco minutos porque olvido que ahora quiere que yo le hable de «usted». A mí me da igual eso, más distancia no puede haber.

Hoy vinieron Genaro, Amalia y sus hijos, ellos serán quienes llevarán a los señores de vuelta a su ranchito, y desconozco si el pequeño volverá con ellos o se quedará al fin.

Mi abuela se acomoda el bolso en su hombro y se planta en la entrada, resoplando.

—Bueno, pues ya nos vamos.

—Que les vaya bien —dice mi papá detrás de mí.

—Tanto tiempo que estuvimos aquí y el dichoso novio de Katy no se apareció en ningún momento. A mí se me hace que se la pasó con su familia.

Pongo mis ojos en blanco.

—Así fue, abuela.

—Ay, hija, a ver si se te quita tantito lo cínica para cuando volvamos a visitarlos.

—No esperes nada, mamá —le murmura Genaro.

—No, hijo, no lo haré. —suspira—. ¿Saben? Yo sé que como Katy es su única hija, ustedes la consienten mucho, pero hay que parar. Ya es demasiado. Katy necesita aprender buenos modales y nosotros se los vamos a enseñar.

De pronto ciñe sus dedos en mi brazo y tira de mí con fuerza.

—¿Qué haces?

—Ella vendrá con nosotros, quieran o no.

Mi mamá también me sujeta de mi otro brazo y me acerca a ellos.

—No te la puedes llevar así porque sí.

—¡Claro que puede, Betty, ella es tu madre! —habla el señor abuelo.

—¡Pero no la mía!

Intento zafarme de ella, pero ahora se une también mi abuelo, lo cual complica más todo.

—Yo también quiero que se vaya —ahora Genaro está con ellos.

Mi papá hace equipo con mi mamá.

—Mejor vete tú —espeta.

—¡Yo también quiero! —se sacude Carlos y se abraza a una de mis piernas.

—¡Ah! ¡Suéltenme!

—Katy estará mucho mejor con nosotros, ya verán que para el próximo año regresa muy cambiada.

—¡No puedes, mamá!

—¡Genaro!

Gruñe mi tío para que su hijo mayor haga algo. Este, confundido, también se tira al suelo y abraza mi otra pierna.

Por favor...

—A mí me dan dolor de cabeza estas situaciones.

Amalia simplemente se hace a un lado y sube al primer escalón de las escaleras a observar todo.

—Ya déjela, suegra, Katy no quiere irse y no la puede obligar.

—¿¡Y tú de qué lado estás Álvaro!? —exige mi abuelo.

Katalina I y IIWhere stories live. Discover now