44. Comienzan los problemas...

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Capítulo 44
Comienzan los problemas...


Jerome

Esta casa estaba mucho más diferente cuando la compré. El jardín estaba tan cuidado y bonito que con solo verlo me ponía de buen humor. Pero tuve que llegar yo, sin ningún tipo de conocimiento sobre los cuidados necesarios, y las plantas murieron. En el interior del muro había todo tipo de flores. Si el antiguo dueño llegase de pronto a ver cómo he mantenido todo su esfuerzo reflejado en años... Usaría sus tijeras de jardinero, y no precisamente para arreglarlo.

El caso es que entre toda esa tierra oscura y seca, brotó algo, una pequeña flor azul de algún tipo que no conozco. Sus pétalos son suaves y delgados, me parece tan delicada y bonita. Me recuerda a ella. Y pienso, pienso en mí, nunca me había sentado en el césped, suspirando cada dos segundos por recuerdos tan lúcidos que me llegan con solo contemplar ese color.

—¿Te ama o no te ama?

En ningún momento llegué a escuchar la puerta abrirse, o a Santiago tocar. En este instante me siento tan efusivo que todo a mi alrededor me da un poco igual.

—No lo sé... —murmuro y me giro en el suelo hacia él, viéndolo desde abajo—. Y dudo que unos pétalos me lo digan.

—Así como los pajaritos dicen cosas. Quién sabe.

—Es muy difícil saber lo que yo quiero. —suspiro.

—Entonces creo saber qué es —se pone en cuclillas a mi lado—. Pero ¿no se suponía...?

—Sí. Se supone que sí. Pero no. No puedo, no tengo ninguna fuerza de voluntad.

—El amor.

—No creo que sea amor.

—¿No la quieres?

—Sí. Me refiero a amor correspondido. Creo que yo soy el único. —yo hablando con la cabeza gacha, entreteniendo mis manos en el césped, me siento como un niño. Y no uno normal—. El otro día salimos.

—¿Salieron? —repite con sorpresa—. ¿Y por qué dices que solo de tu parte?

—Porque ella me confesó que sentía que yo hacía todo eso solo porque quería quedar lo más bien posible... Eso me ofendió un poco, y la vez lo entendí. ¿Lo entiendes?

—Nada.

—Ella no me imagina a mí sintiendo esas cosas. Piensa mejor que yo, el único que sigue insistiendo en algo que no tiene posibilidad.

—Se puede decir lo mismo de ella.

—¿Cómo que lo mismo?

—Que pensó eso porque no te imagina a ti sintiendo esas cosas.

—Es lo que acabo de decir.

—Pero añádele que ella sí quiere algo.

Algo... ¿que deje de molestar?

—Bueno... y ¿cómo voy a saberlo?

—No sé. Y si supiera no te lo diría.

—A ver, ¿y eso por qué? —inquiero un poco indignado.

—Porque contigo es lo mismo de siempre. Es un ciclo, ¿sabes? Te animas, te arrepientes, vienes a mí porque te sientes mal, te animas... Y así. Yo no tengo idea de si algún día romperás ese... ese paradigma.

—Ahora sí estoy seguro de lo que haré.

Y lo dije estando poco seguro, pero pensar por quién lo hago me da seguridad.

Katalina I y IIWhere stories live. Discover now