25. Padre e hijo

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Capítulo 25
Padre e hijo.

Reyna

Antoine: Hola.

Antoine: Solo quiero saber cómo te encuentras.

Antoine: Háblame, por favor.

—¿¡Por qué no entiende!?

Tiemblo del susto cuando lanza mi celular con fuerza contra la pared. Lo veo caer al suelo con la pantalla rota, derramando la tinta hasta dejarla negra por completo.

El miedo que me ha hecho sentir es indescriptible, no pensé que algún día cumpliría todo eso que me decía cada que me veía recostada en el sofá con mi celular. Hace semanas que no lo usaba porque ella me lo quitó y me prohibió ver a Antoine.

Y yo no he querido desobedecerla por temor a lo que me haga, más porque sé que Ezequiel estaría de su lado y seguramente me vigilaría.

—Así ya no te podrá hablar más —suspira—. ¿Qué esperas? ¡Lárgate a trabajar!

Agarro mi bolso y me voy corriendo de mi casa, ya falta poco para entrar y aún no tengo un taxi, debo ir a la avenida a tomar uno.

Tiene bien tomados mis tiempos, sabe cuánto tiempo hago para ir al trabajo y cuánto me toma regresar. Eso es un completo fastidio, ya ni siquiera he podido ir a ver a Katy… Aunque tampoco le diría nada sobre lo que me está pasando, ya es demasiado vergonzoso para mí que a mi edad mi mamá aún siga tratándome así, tampoco quiero agobiar a nadie más con mis problemas.

O no quería.

Desde esa noche que Santiago apareció tan de pronto y me consoló, yo… Yo no sé qué pensar. Tenía la idea de que Santiago era otro amigo rico de Josué, egocéntrico quizá, pero me equivoqué; es tan dulce, caballeroso y comprensivo conmigo. Me ha tratado tan bien desde que comenzamos a vernos.

Tan ensimismada estoy que el taxista me sacude el hombro para decirme que llegamos. Le pago y bajo de inmediato.

*****

A pesar de que mi mamá tiene tomados mis tiempos, algo de lo que jamás se enterará es de mis comidas y mi descanso, donde tengo la oportunidad de salir del trabajo para encontrarlo a él.

Siempre vengo a este lugar, es cerca de donde trabajo, un restaurante de comida rápida. Siempre lo espero sentada bajo de sombra de un árbol en el estacionamiento.

Respiro hondo y me pongo a pensar qué pasaría si, por alguna razón, Ezequiel estuviera espiándome. Me daría miedo la respuesta.

No sé en qué momento me acobardé tanto ante ella. No, sí sé. Desde el momento en que se volvió una desquiciada conmigo. Desde que empezó a gritarme y golpearme como a una niña malcriada y desobediente.

Desde entonces…

Aspiro por mi nariz, conteniendo mis lágrimas. Observo cómo el auto verde de Santiago llega y me pongo de pie, en lo que se estaciona trato de que mis ojos se sequen con la brisa que corre.

Cuando baja siento algo como alegría y alivio.

—Santiago…

Rodeo su torso con fuerza y pego mi cabeza a su pecho, siento una de sus manos acariciar mi cabello y la otra mi espalda.

—Estaba tan preocupado por ti —musita—. ¿Cómo estás?

—Mi mamá cada vez está peor, temo que en estos momentos Ezequiel esté observándonos.

Katalina I y IIWhere stories live. Discover now