10. Arreglo con ella

46 6 0
                                    

Capítulo 10
Arreglo con ella.


Jerome

Esto no me gusta nada. Hace días que Evangeline no ha salido de su habitación. ¿Por qué tuve que hablar? Yo ni siquiera tomo vino... Al menos evité que la cabeza de Roméo quedara dentro de un pavo.

Evangeline me platicó que habrá algo así como una fiesta para celebrar el año nuevo, será mañana mismo en el salón, se supone que ella era quien estaba supervisando todos los preparativos. ¿Ahora quién será? Lógicamente será Florence, pero a lo que quiero llegar es que no será lo mismo. Si Evangeline no se presenta mañana... No lo sé.

¿Por qué no me dijo algo como: «cállate y siéntate, Benedict»? Me siento tonto y lo peor es que siempre soy el único. Hoy el sol decidió salir por unas horas, todos se encuentran afuera felices y jugando. Los estoy observando desde una ventana, los chicos juegan basquetbol mientras sus padres están sentados viendo a lo lejos.

Me quedé adentro a pesar de que me invitaron a salir, estoy dispuesto a hablar con Evangeline, le hablaré pacíficamente.

Mientras me aproximo a su dormitorio, me entero de que el pasillo donde yo duermo es el más feo. Aquí hay cuadros con fotografías y pinturas colgados por doquier, paredes distintas y lámparas elegantes. Aquí duermen todos mis hermanos, los chicos están distribuidos por el resto de la casa. Ni siquiera sé dónde están las habitaciones de Antoine y Dominique. Qué perdido estoy.

Eso es lo de menos ahora que estoy plantado frente a su puerta con mi puño alzado y listo para llamar. Toco dos veces, pero parece no suceder nada adentro, me preparo para una tercera cuando Evangeline me abre la puerta inesperadamente. Retrocedo unos pasos.

—Benedict.

—Evangeline...

—¿Qué haces aquí?

—Yo... quiero pedirte una disculpa.

Sale de su habitación, cierra la puerta con llave y me mira frunciendo el ceño.

—¿Una disculpa?

—Sí, por lo que sucedió en la cena del otro día, no debí hablar.

—Oh, no, Jerome, no te disculpes.

Se va sonriente por el pasillo y yo, extrañado, voy detrás de ella.

—No debí abrir la boca.

—¿Qué te acabo de decir?

—Pero ¿no estás molesta conmigo?

—Para nada, Benedict. —entrelaza su brazo con el mío mientras caminamos—. De hecho creo que tengo que agradecerte yo a ti.

—¿Eso crees?

—Sí, estos días que estuve meditando en mi habitación, pude pensar mucho mejor las cosas y... tienes razón. Me enojé por algo tonto.

—Pues...

—Esa regla se acabó.

—¿Sí?

—Sí. Nuestra madre, a pesar de ser estricta, nunca aplicó esa clase de medidas con nosotros.

Si que lo hizo, aunque ella no dijera que eran reglas, claramente lo eran, y nosotros teníamos que seguirlas. Evangeline y Florence llevaron esa obediencia al siguiente nivel; ya dije que si Florence se casó fue gracias a nuestra madre, pero Evangeline también lo hizo, se casó con Bernard porque mi madre lo veía como un buen partido. Lo peor de esto es que luego de morir ella, Evangeline fue quien se las arregló para convencer a Florence de casarse con el hombre que mi madre creía que era el mejor para ella.

Katalina I y IIWhere stories live. Discover now