35. Tenemos que hablar

172 13 2
                                    

Capítulo 35
Tenemos que hablar.


Jerome

Me siento el hombre más ridículo del mundo. Es una agobiante sensación de pena ajena hacia mí mismo y una horrible paranoia cada que voy a ciertos sitios, como si todos ya me tuviesen marcado como el arruina bodas. Por suerte nadie lo sabe. O eso espero.

—¿Y ahora por qué andas nervioso?

Cuatro días conviviendo conmigo y parece que ya me conoce perfectamente.

—No hace falta preguntar —me incorporo para más comodidad, algo que no consigo tener en estos momentos—. El sábado arruinamos una boda gracias a mí. Y lo peor de todo es que ni siquiera estaba tan seguro.

—Yo te pregunté si estabas seguro y me dijiste que sí.

—Eso dije, pero me puse a pensar y ¿qué tal si se divorció?

—Ella no dijo nada. —se quita los lentes—. Como que se bloqueó y no fue capaz ni de mentir. Y oíste lo que te dijo su mamá, ¿eso no es suficiente? Para mí ella tuvo su merecido.

—Y lo más probable es que yo también lo tenga después por entrometido. Su familia me buscará para golpearme.

—Qué cara deberían tener para golpearte cuando fue ella quien estuvo mal.

Frunzo mis labios, asimilando que lo que vi aquella vez fue real.

—Hay algo más que me preocupa —me observa de soslayo—. A mí no habría importado hacer el ridículo frente a gente desconocida, lo malo de todo es que entre toda esa gente estaba Katalina.

—Por favor... —se mofa—. Ya estás exagerando. ¿Cómo iba a estar ella ahí? Yo no vi a nadie conocido.

—Yo sí, vi a dos porque el hombre que dijo conocerme, en realidad sí lo llegué a ver antes.

—¿Q-q...? ¡Lo estás exagerando todo en mis narices! —se queja y yo me irgo en el asiento.

—¿Dices que miento?

—¡Sí! Como que tú solito te haces unas ideas y tú mismo te las metes tanto en la cabeza que terminas creyéndotelas.

—¡No invento nada, por favor, no proceso que no creas nada de esto y que sí me hayas hecho caso cuando te dije que Giselle tenía esposo!

—¡Porque se nota que estás mintiendo para hacerme sentir arrepentimiento, pero no lo lograrás!

—¡Perfecto! Pero cuando te cruces de frente con Katalina en esta misma playa, ¡no vengas a contarme nada!

—Te lo contaré, ¿sabes por qué? ¡Porque seguramente serás al que más le interese lo que suceda con su enamorada! —termina exclamando mientras se levanta y a mí no me sale nada, solo titubeo.

—¡Vete, Santiago, vete! Pareces un niño...

—Y tú un niño mentiroso.

Lo veo perderse entre unas palmeras que hay afuera del hotel, yo me mantengo en mi postura indignada. No sé cómo conozco a ese hombre. No, en realidad no sé cómo es que le hablo. No sé cómo es que le hago caso.

Refunfuño. Cruzo los brazos y apoyo todo mi peso en el asiento. Por el otro extremo de la piscina visualizo que Antoine se acerca cabizbajo. Lo miro hasta que se coloca justo a mi lado.

—¿Qué haces, papá? —suena muy serio.

Su aspecto no es de enojado, de hecho, es raro verlo de mal humor, simplemente está bastante serio y yo diría que es por no pasar tanto tiempo con Dominique.

Katalina I y IIWhere stories live. Discover now