9. El regalo

63 10 0
                                    

Capítulo 9
El regalo.


Jerome

Un traje gris… Siento que no me queda tan bien después de todo. ¿O sí? Necesitaría una opinión objetiva. Creo que nunca me había puesto una camisa negra. ¿Me queda bien? Es suficiente, llevo demasiado tiempo mirándome al espejo, tengo que bajar ya.

Hago todo el recorrido hacia el comedor, donde todos ya están tomando sus asientos frente a la mesa repleta de comida. No había notado que todo se encuentra distinto, hace unas horas esto no estaba adornado.

Yo me acomodo donde siempre, entre medio de Antoine y Dominique.

—Papá… —sonríe mi hija—. Qué bien te queda ese traje. Cuando acabe la cena te haré una foto para que Katy te vea.

Esos comentarios que me hacen ir alzando poco a poco la frente y mostrar una sonrisa.

—No es para tanto, Dominique, es un traje casual.

—No es casual verte de distintos colores, siempre usas esos trajes negros.

Evangeline comienza a tocar suavemente su copa con un cubierto, nos erguimos en nuestros asientos.

—Atención todos, por favor. —aclara su voz—. Quisiera hacer un brindis antes de comenzar la cena, yo…

Deja de hablar repentinamente y se queda mirando algo frente a ella que nadie descifra qué es.

—Roméo…

Este mira a sus lados.

—¿Qué? —se encoge de hombros sin entender.

—Esa copa es de vino tinto —dice, a lo que mi hermano asiente—. El vino tinto es para después, comenzamos con vino blanco.

Los ojos de Roméo se vuelven blancos cuando suelta un bufido.

—Tomé vino tinto porque me gusta el vino tinto.

Evangeline parece resistirse a enojarse, pone su mejor sonrisa y señala la copa.

—Que el vino tinto es para después, deja esa copa y sírvete una de vino blanco, por favor.

—Yo quiero tomar vino tinto y lo voy a tomar —se niega con decisión.

Evangeline suspira fuerte.

—¡Deja esa copa y sírvete otra! —azota la madera de la mesa con ambas manos.

Nos quedamos en silencio, viendo cómo poco a poco sus ojos se llenan de más enojo.

—¡Maldita sea contigo, Roméo! ¡Siempre eres tú quien arruina las cenas más especiales!

—Pero solo es una copa de vino, Eva… —intenta apaciguar su esposo.

—¡Estoy haciendo una excepción por este día! ¿¡Acaso nadie puede valorarlo un poco!?

Nos pregunta al resto. ¿Qué se supone que digamos?

—¡Te recuerdo que fuiste tú quien me humilló!

—¡Fue un accidente, Evangeline! —entra Marcus—. Solo contrólate y vuelve a…

Nada contenta con Marcus, Evangeline alcanza un puñado de lechuga de un plato de guarnición y se lo avienta directo al rostro sin rechistar. Todos nos quedamos boquiabiertos en la mesa.

—¡Evangeline! —exclama Florence con sus ojos abiertos de par en par.

—¡También fue tu culpa por contar esos chistes de niños! —observa a Roméo—. ¡Y tú, deja esa copa de vino y sírvete otra si no quieres que clave tu cabeza en el pavo!

Katalina I y IIWhere stories live. Discover now