26. Un inesperado encuentro

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Capítulo 26
Un inesperado encuentro.


Katalina

«Vas de mal en peor, Katy» suena a algo que me diría mi mamá.

Y tendría toda la razón, hasta este punto ya he perdido el control de todo lo que creía controlar. Estoy pegada a Rodrigo como un robot y él también a mí porque ahora todos piensan que somos novios gracias a mí. Mejor dicho, por mi culpa, por mi grandísima y estúpida culpa.

Algo bueno es que él no me ha pedido nada de que sea su novia real, probablemente siente lastima por mí. Debe de sentir mucha, ya que cada sábado y domingo me busca en el trabajo que encontré. Una tienda de ropa contrataba y dije ¿por qué no? La tienda cerrará pronto por falta de clientes.

Vamos camino a mi casa en su auto... Hay un silencio incómodo de por medio que ya ni hace falta decir a qué me recuerda. Algo se me tiene que ocurrir para romperlo.

—Ah... ¿Con que te gusta Asia? —comienzo.

Rodrigo, con ambas manos pegadas al forro de cuero sintético del volante, ladea su cabeza y se encoge de hombros en un gesto muy decisivo.

—No.

La mirada que le pongo encima dice más que mil palabras. No entiendo. Él había admitido frente a mis ojos y en presencia de mis oídos todos sus gustos.

—¿Por qué me dijiste eso la segunda vez que salimos?

Me encara, ahora él es quien tiene la mirada que dice más que mil palabras y yo me siento como una tonta por no entender.

—Katy, quienes estaban hablando de eso eran las personas que estaban antes que nosotros en la fila del cine, ¿no recuerdas que gracias a ellos sacamos ese tema? Yo te había dicho que me gustaría visitar Roma.

Por favor...

¿Cómo diablos no recuerdo nada de eso? ¿Dios me manda señales claras de que Rodrigo y yo no somos el uno para el otro? Obviamente sí. Me puedo imaginar a ese señor de barba y cabello largo lamentándose el haberme creado.

—Da igual. —resopla—. Tú me habías dicho algo de... ¿Francia?

No imaginaba que Rodrigo fuese tan vengativo.

—No, yo no te dije nada de nada —contesto con enfado.

—Ah, perdón. ¿Por qué no hablas de tus gustos?

—Porque no me gusta.

—¿Por qué no?

—Porque no y ya, Rodrigo, ya.

—Bueno, bueno... —frena el auto frente a mi casa—. Entonces te veo el próximo sábado.

Su mirada divaga en lo que hay detrás de mí, volteo y en la puerta está mi papá parado, viéndonos fijamente.

—Sí, adiós.

Mi querido papá me recibe con sus brazos abiertos, lo que necesito para estos meses de dolor.

—¿Cómo te trata ese? —me pregunta con su tono meloso.

Es innegable que su actitud ha cambiado mucho, aunque sí, en un principio me dio un regaño por volver a desobedecerlo, al final tuvo que aceptarlo todo, excepto a Rodrigo.

Katalina I y IIOnde histórias criam vida. Descubra agora