25. El centro comercial

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Capítulo 25
El centro comercial.


—Papá —tocan.

Apenas puedo abrir mis ojos, están casi pegados de lo mucho que he dormido. Los tallo con mis dedos y al fin logro levantar mis párpados y observar la habitación casi en completa oscuridad.

—Papá.

Es por una abertura entre las cortinas que se aprecia una luz muy débil entrando, adivinaría que es más de la una de la tarde.

—¡Papá! —gruñe Dominique y con eso me es suficiente para despertar.

Salgo de la cama con un salto a abrirle la puerta a mis hijos.

—¿Qué pasa?

Me asomo, y mis ojos casi se cierran por toda la luz que reflejan las paredes blancas. Me encandila.

Ambos me miran de una forma inquietante, entre preocupados y asqueados… No sé qué signifique eso.

—¿Qué hora es? —pregunto. Antoine levanta su brazo y mira su reloj digital.

—Las tres, ya casi son las cuatro.

—¿Te vas a levantar ya o de una vez volverás a dormir? —dice Dominique con sorna—. Desde que llegué has estado muy raro.

—Es cierto, duermes mucho más de lo normal y ya ni te arreglas —señala Antoine.

—Creo que necesitas ir a un psicólogo.

—¿Un psicólogo por qué? —inquiero.

—Ese es un síntoma de la depresión.

—Ah, eso es cansancio. —le resto importancia haciendo aspavientos—. De hecho hoy ya me siento mucho mejor, me voy a arreglar y enseguida bajaré, no tienen que preocuparse por nada.

Con eso ya se retiran más confiados. Cierro la puerta y la oscuridad me invade nuevamente hasta que encuentro a tientas el interruptor en la pared y enciendo la luz, todo se ilumina para dejarme ver el poco desastre que hay. En el baño me miro por el espejo, estoy horrible, con unas absurdas ojeras y mi cabello más largo de lo habitual… Casi estoy como Marcus. Bueno, no tanto, Marcus tiene el cabello tan largo que siempre trae una coleta, además es un poco rizado.

No puedo seguir así, sobre todo porque ni siquiera sé por qué estoy así.

Me doy un baño y me arreglo lo mejor que puedo para quedar presentable. Quedé como siempre. Bien. O normal. Voy a la cocina, apenas a desayunar, y encuentro a Antoine.

—Papá, siéntate, te preparé el desayuno.

Me siento frente a la mesa, él deja dos platos con un omelette, un flan, y un vaso con jugo.

—Oh, gracias, hijo. No era necesario…

Claro que lo era, yo me hubiese comido cualquier cosa congelada porque estoy hambriento.

—No es nada, papá.

No espero una segunda orden para comenzar a devorar todo lo que hay.

—Papá —hace aparición Dominique en la entrada de la cocina, con un vestido amarillo puesto, un bolso blanco colgando de su brazo y las gafas de sol sobre su frente—, voy a salir. Necesito ponerme a la moda de aquí.

Paso la servilleta por encima de mis labios.

—¿A dónde?

—A dar una vuelta por el centro comercial, así que adi…

—No te he dicho que sí —la detengo, ella vuelve a alzarse las gafas hasta la frente.

—No puedes decirme que no.

Katalina I y IITempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang