29. Las intenciones de la familia Félix

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Capítulo 29
Las intenciones de la familia Félix.

Jerome

Desperté aquí y de pronto me sentí en un lugar desconocido. Ver el techo de lámina y madera, completamente distinto al que suelo ver cuando despierto, que es el de mi habitación; la ventana más pequeña, con una cortina blanca cubriéndola y por la cual se ve la sombra de las rejas que la protegen por fuera, también el sol tan amarillo que me recuerda a cuando las yemas de los huevos salen de un color naranja tan intenso y tienen mejor sabor. Qué apetitoso... Dios, me ruge el estómago a pesar de que anoche cené muy bien. Esos pollos que mataron sí quedaron muy bien asados, pero si hubiera visto el asesinato ni loco los pruebo.

Intento distraerme, pues estoy viendo en mi celular que son las siete de la mañana con veinte minutos. Katalina está profundamente dormida a mi lado. Supongo que los demás han de seguir dormidos.

Contesto un mensaje de Antoine preguntándome cómo pasé mi primer noche. Él es muy madrugador. Le respondo que estoy bien y le cuento sobre el calor que hace aquí. Ahora sí, apagó el celular y me acurruco en la espalda de Katalina para volver a dormirme. Anoche no podía pegarme tanto a ella por el calor que hacía, por suerte la mañana se siente fresca.

*****

—Jerome.

Despierto cuando me sacude ligeramente. Realmente caí en un profundo sueño que ahora siento pereza hasta de abrir los ojos. No quiero hacerlo por nada del mundo.

—Jerome —repite con su voz ronca—. Despierta.

Se echa sobre mí, avasallando mi mejilla con sus labios. Eso me hace abrir un ojo con una ligera sonrisa.

—¿Qué pasa?

Santo cielo, mis ojos se cierran de nuevo porque me arden.

—Acaba de venir mi mamá para que vayamos a desayunar.

Dejo de frotar mis ojos. Como si mi estómago lo recordara, vuelve a rugirme con más ganas. Me levanto sin problema, cepillamos nuestros dientes y nos lavamos la cara. Me daría un baño, pero haré una excepción por el hambre.

Salimos tomados de la mano, en pijama y despreocupados. Ni siquiera sé qué hora es, pero el sol me dice que son como las diez. Sí, tiene que serlo, ya se siente muy caluroso.

Llegando, Katalina empuja la puerta y de inmediato me golpea el aroma de la comida recién hecha, ¡es huevo! Justo como fantaseaba hace un rato.

—¡Qué rico huele! —murmura Katalina emocionada.

Me encuentro igual. Mientras más nos acercamos, mejor veo en la mesa de la cocina, que a su vez también es la sala, que todos se están acomodando.

Saludamos con un «buenos días» y la mayoría nos responde de la misma manera, así pasamos a buscar lugar para sentarnos. Me encuentro bien, incluso sonrío, pero en cuanto noto que el abuelo de Katalina nos está mirando fijamente, yo comienzo a sentirme bastante incómodo.

—Mira estos —se queja él, señalándonos, en cuanto nos sentamos—. Vienen recién levantados a las nueve de la mañana.

Supongo que es el típico anciano que se levanta temprano y quiere que los demás lo hagan. Yo me levanto temprano, pero no me molesta que el resto no lo haga.

Bueno, hoy no lo hice, pero estoy de vacaciones. Al menos Evangeline entiende que hay que descansar de las juntas.

La abuela de Katalina se acerca y deja dos platos con comida servida frente a nosotros.

Katalina I y IIWhere stories live. Discover now