5. La chica perfecta

476 25 7
                                    

Capítulo 5
La chica perfecta.


Jerome

Santiago me citó demasiado rápido para saber mi progreso en esa página. Debo confesar que solo entré aquel día y desde entonces la tengo olvidada. Reitero que no me siento calificado para ese trabajo.

Le conté que simplemente nadie llegó a gustarme y él se mostró normal, como si lo esperara de mí, cosa que no me sorprende.

—No sé si de plano no quieres gastar ni un peso o eres de esos... —chasquea sus dedos—. Esos que no les gustan ni los hombres ni las mujeres... ¿Asexual?

—Soy de esos que creen que el amor llega sin necesidad de buscarlo en sitios así. —lanzo una mirada furtiva. Claro que buscaba amor, por el amor de Dios—. En ese sitio definitivamente no buscaba amor.

—Pero mientras esperas el amor, refúgiate tantito en... —alza ambas cejas, juguetón—. Eh. Eh.

Sí escapa una risa de mí en lo que estiro mis brazos y los llevo detrás de mi cabeza.

—No funcionará, estoy seguro, así que deberías abandonar todos tus planes.

Con nosotros se acerca la joven que trae nuestros cafés y un par de panes. Santiago toma lo suyo, ya veo venir lo que está por hacer, algo muy normal.

—Aquí están. Que lo...

—¿El pan está como tú? —interrumpe con la mirada clavada en ella.

La joven frunce el ceño y se peina un mechón de su oscuro cabello detrás de la oreja.

—¿Cómo?

—Caliente.

Suelta una risa cohibida para acabar despidiéndose y retirándose. Santiago le guiña el ojo mientras de va.

—¿Ya ves, Jerome?

—¿Qué?

—Así tienes que hacer tú. Te doy lecciones gratis —da una buena mordida al pan—. Ebehías paharme.

—Primero traga y luego te pago.

—El secreto está en poner una cara así, que se note que estás muy seguro de ti mismo. Luego sonríes y miras a tu objetivo... —con esa misma cara busca entre las mesas hasta hallar a un chica concentrada, tecleando en su laptop—. Y atacas. Pero, claro, no olvides ser directo. —musita—. Hola.

Ella, extrañada, se quita los audífonos de las orejas y sonríe al localizarlo.

—Hola.

Agarra el café y lo agita suavemente en su mano como si se tratase de una copa de vino.

—Me encuentro un poco solo tomando mi café...

Y aquí es donde yo me vuelvo invisible.

—Me preguntaba si querrías tomarlo conmigo.

Rápidamente hace espacio en la mesa para él. Santiago me deja solo y escuchando a lo lejos cómo trabaja. Lo hace ver tan fácil... En cuestión de minutos se van a un lugar más privado.

*****

Aún no entiendo el significado de «sugar». Bien podría buscarlo en internet, pero prefiero no hacerlo, porque no me considero sugar eso o sugar aquello.

Suena mi celular sobre la mesa de noche. Viendo de lejos alcanzo a leer los mensajes que Santiago acaba de mandar.

Santiago: Inténtalo. Te veo en unos meses.

Katalina I y IIWhere stories live. Discover now