18. Los resentimientos

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Capítulo 18
Los resentimientos.


Jerome

Lo he arruinado como no había arruinado algo antes.

El embarazo sigue siendo lo peor, ¡pero al menos esa vez no me puse a hacer ningún ridículo por algo tan absurdo como un perfume!

Sinceramente, ni yo sé qué me sucedió, creía que todo recuerdo de ese largo y mal episodio de mi vida ya había quedado en el olvido... Pero en el momento que esa fragancia entró por mi nariz, llegaron junto con ella miles de imágenes de cuando yo solía arreglarme en una esquina y Régine se maquillaba en su tocador, inundaba su cuello con ese perfume y yo siempre me ahogaba, aún estando del otro lado de la habitación.

Quedé asqueado. Diez años con el mismo perfume. ¡El mismo!

Y con mucha pena, también recordé esas ocasiones que intenté hacer algo, llevarme bien con ella, hablar, incluso ser cariñoso, como cualquier esposo, supongo... Siempre me reprimía con su actitud pesada y cortante y esa mirada tan fría que me culpaba con cada pestañear que daba. Me sentí tan estúpido.

—Yo sé qué Katalina no tiene la culpa de nada... —le digo a mi reflejo, seguido de un suspiro.

Busco excusas hasta por debajo de las piedras y no las hay. No hay justificación. Ahora resulta que no puedo toparme con nada del pasado porque exploto. Yo no puedo ser el hombre traumado que se desquita con los demás por sus errores.

Ya quedó claro que no tiene nada de sentido que me enoje porque, para empezar, fui yo el irresponsable desde un principio. Estaba tan desinformado que ni siquiera sabía que esa era la forma en que los bebés se creaban.
 
Ah, pero don estúpido estaba muy al pendiente de las nuevas revistas que Roméo traía...

O no, tal vez no todo fue mi culpa. Mi entorno influyó demasiado, comenzando por mi madre, quien era muy reservada con esos temas, y si no los hablaba ella, no los hablaba nadie más.

Solo decía que quienes hacían esas cosas indebidas seguro se iban al infierno. Yo me masturbaba y mientras lo hacia ya era consciente de lo que me esperaba al morir. Es algo sin sentido ahora que lo pienso.

No seguiré dándole más vueltas a un asunto viejo. Yo necesito disculparme y que Katalina no piense que soy un estúpido. Será algo muy complicado, y no por orgullo, sino vergüenza. Al menos me queda algo de ella, ¿no?

*****

Decidí venir unos días a casa, a ver si así logro despejar mi mente, algo que necesito, porque mientras más me mantengo allá, más pienso en eso.

Ver a mis hijos puede tranquilizarme un poco. O ver a Antoine, ya que Dominique aún no regresa, ya ni recuerdo cuando se fue de lo mucho que lleva allá.

Entro en el auto y ya veo a Antoine sentado frente a la puerta de la casa, levanta su rostro lleno de ilusión y viene vertiginosamente hacia mí en cuanto bajo del coche.

—Bo...

Lo interrumpo sacudiendo mi mano de lado a lado.

—Puedes hablar en español.

Comienzo a olvidar mis raíces y no es algo de lo que me arrepienta, la verdad creo que yo lo que necesito es irme a un lugar alejado de la humanidad.

Antoine asiente sin ningún problema y me abraza.

—¿Cómo has estado? —pregunto.

—Bien... —aclara la voz ronca que le salió involuntariamente—. Perdón, hace mucho que no hablo con nadie.

Katalina I y IIWhere stories live. Discover now