30. Un poco más

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Capítulo 30
Un poco más.

Katalina

Lo lamento, pero no. No quiero tener ni un solo hijo. Creo que ya lo había mencionado antes, y si no, pues ya está confirmado.

No se lo dije a Jerome en ese momento porque… ¡No lo sé! Tal vez por un instante vi en sus ojitos bellos un brillo cuando me lo preguntó, ese brillo de la ilusión. En ese instante pensé que él querría tener más hijos en el futuro, por eso sentí que si le decía la verdad se pondría triste.

Debí hacerlo. Nosotros tenemos una relación solida y formal, y es hora de que aclaremos muchas cosas, aunque eso no me guste. Presiento que si Jerome y yo llegamos a tener varios desacuerdos, sería mejor no seguir con lo que tenemos.

Un momento…

Jerome tiene la vasectomía. ¿De qué rayos me habla? ¿Por qué querría más hijos si ya tiene la operación? Agh, por Dios, ese hombre siempre dándome unos sustos… ya estaba imaginando un futuro catastrófico sin él.

Volteo a mi derecha, justo cuando Jerome también voltea a verme. Me sonríe y me da tanta ternura. ¿Por qué me hace esto? Me dan ganas de descubrir cómo se comportaría con un bebé. ¿Será muy lindo con ellos?

¿Por qué ahora yo siento como ilusión? Ay, Dios, sácame esto de la cabeza.

Sacándome, pero de mis pensamientos, Jerome toma mi mano con la suya y besa mi dorso.

—¿Qué tanto piensas, bombón?

Comienzo a disentir con la cabeza.

—Nada —veo al frente—. No pienso en nada.

Acepta mi respuesta y no insiste más. Cierro mis ojos y echo la cabeza hacia atrás, en el camastro de madera, para dormirme, pero no puedo. No dejo de abrirlos una y otra vez porque enfrente está mi abuela con un hombre bastante delgado y alto. ¿Quién será?

De nuevo cierro mis ojos. Jerome también está en silencio, así se escucha más la voz de mi abuela cuando habla, pero no se le entiende nada.

—Tu abuela viene hacia acá.

Siento su mano presionar suavemente mi pierna y yo vuelvo a mirar. Sinceramente, me asusto por la pinta que tiene el tipo que viene junto con mi abuela, usa una gorra, un mandil sucio, y, como había dicho antes, es muy delgado, alto y pálido. También hay que añadir que su rostro no parece de alguien amable con esas ojeras, sus ojos tan inquietantes y su barba poco crecida. Sí, me asusto porque parece el típico personaje de película de terror.

—Katy, él es el veterinario del que tanto te he hablado.

No puedo ni verlo a los ojos esa mirada me absorbe de una horrible manera.

—Los dejo para que platiquen.

Ella se va. Él luce tan perdido y sus labios están entreabiertos, como si en cualquier momento fuera a babear.

—¿Cómo te llamas?

Su voz es profunda y tenue, me pone los pelos de punta, y me ahuyenta cuando se sienta en el regazo de mi camastro. Doblo las piernas para no tocarlo.

—Me llamo Jerome —interviene el mencionado—. Mucho gusto, ¿cómo te llamas?

El tipo se nos queda viendo a los dos, por último sus ojos quedan sobre mí.

—¿Cuántos años tienes?

Sigo sin responder. Me siento como si estuviera en el doctor y Jerome fuera mi papá, cada que lo veo espero a que él responda y le diga mi malestar.

Katalina I y IIWhere stories live. Discover now