17. El perfume

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Capítulo 17
El perfume.


Tal vez no tenga un límite establecido aún, yo solo quiero aprovechar al máximo estos días que la casa está totalmente sola para tocarme y gritar como si Jerome estuviera detrás de mí. Sobre todo lo hago porque las paredes no son nada aislantes, cualquier estornudo puede escucharse hasta el otro extremo de la casa y hasta te contestan.

Lo malo de esto es que gracias a Mateo entrando y saliendo con toda la libertad del mundo, tuve que poner máxima seguridad a la puerta. Yo no quiero que en algún momento llegue y crea que estoy muriendo.

Mateo vino en la mañana a hacer su rutina y asegurarse que estuviera bien. Su segunda visita será hasta las cuatro o cinco de la tarde. Ya lo veo parado en la puerta con una bolsa de pollo del local que hay a una calle de aquí… Cliente destacado.

Salgo de la cama y voy directo al baño. Después bajo a la cocina a buscar algo para comer de puro antojo, algún pan o galletas serían suficientes para mí.

Vaya… Un pan dulce muy bien escondido detrás de unas bolsas, eh. Lo tomo. Una taza de chocolate también y nuevo rumbo asignado en la sala para ver la televisión. Abarco todo el sofá a mis anchas y alcanzo el control en la mesa de centro. La tele por sí sola ya está en el canal donde mi mamá ve su novela.

—Lisardo…

—No. —cambio de canal—. De tantos nombres que pudieron escoger tomaron el más feo… —a los segundos regreso al mismo canal—. Ese Lisardo sí está guapo. Eso sí.

*****

El tiempo pasó como agua. Hace segundos yo no esperaba una llamada de Jerome y ahora acaba de sorprenderme al decirme que está esperándome. Y como aún no viene Mateo, acepto sin duda.

Camino insegura por la calle, volteo a mis lados, cuidando que no haya nadie a mi alrededor viéndome. No, nada. Subo a toda velocidad con Jerome.

Siempre me embeleso con su sonrisa. Es que es tan linda y genuina, me hace preguntarme si de verdad le alegra tanto verme.

—Hola —saluda.

—Hola.

Me incorporo en el asiento y él centra toda su atención en el volante para irnos.

En todo el recorrido sus ojos no dejan de ver al frente, de pronto me hace plática, pero la mayoría suele ser silencio. Como siempre.

—¿Recuerdas al niño de ayer? —me pregunta aguantando una sonrisa.

Dios mío, ese niño.

—Qué pena —río—. ¿Cómo fue que entró si estaba cerrado?

Jerome se encoge de hombros.

—Cometo el error de dejar abierta la puerta algunas veces… Al menos aseguro las puertas y ventanas de la casa.

También me sucede, no puedo dormir si no cierro bien la ventana por miedo a que entre alguien. A la puerta le pongo seguro cuando hago algo más.

Música suave es lo que hoy sintoniza la radio. Queda perfecto con el paisaje que se aprecia por la ventana. Queda perfecto con Jerome.

Katalina I y IIKde žijí příběhy. Začni objevovat