-Te entiendo. Por una vez que creí que podríamos tener un año normal...-bufó Ron-. Pero Sirius Black no podría entrar al castillo, así que ni siquiera deberíamos preocuparnos de que aparezca aquí mismo

- ¿Lo crees?

-Totalmente. Desde lo que pasó en primer año, Dumbledore ha estado más estricto con la seguridad.

-Lástima que permitió que Lockhart entrara aquí-bromeó Harry. Ambos rieron.

-Bueno, será mejor que durmamos. Estoy seguro de que mañana todo será mejor-exclamó Ron, manteniéndose bastante optimista.

-De acuerdo.

Cuando ambos jóvenes cayeron rendidos por el sueño, ninguno notó que un gato miraba atentamente desde la ventana las camas de los jóvenes. Cualquiera que viese su expresión, hasta podía llegar a decir que parecía muy enojado. Pero en realidad, estaba estudiando la habitación pese a la oscuridad. Y tras asegurarse que todos estaban profundamente dormidos, entró con el sigilo que sólo tiene un gato y comenzó a pasearse por el lugar, con las orejas levantadas y las pupilas algo dilatadas. Caminó sigilosamente entre las camas, buscando algo. Al saltar en una de las mesitas de noche, apreció que en la cama del chico pelirrojo estaba esa rata que tanto había intentado cazar antes.

El roedor ni siquiera había sentido su presencia. De haber abierto los ojos, la rata habría visto que un felino lo estaba mirando de forma expectante. Cuando Crookshanks estiró lentamente su pata, con la intensión de despertarlo y poder tomarlo si salía de la cama del pelirrojo, éste se movió y puso su brazo sobre Scabbers, que apenas se mosqueó. El gato soltó un gruñido y volvió a intentarlo, pero su pata corría riesgo de tocar el brazo del chico y despertarlo. Inteligente como era, supo que debía esperar a que ese roedor estuviese solo.

Se bajó de la mesa de un salto y volvió a la ventana para regresar al cuarto de su dueña. Antes de marcharse, giró la cabeza y miró a ese pequeño bicho. Cuando no hubo movimientos de ningún tipo, se fue por el costado del castillo y al entrar en el cuarto de las chicas, se hizo un ovillo a los pies de la cama de su dueña.

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El día siguiente no fue del todo tranquilo, pero tampoco fue tan malo, salvo por el final de una clase.

Los Gryffindor tuvieron clase de Adivinación. La profesora, Sybill Trelawney, era una mujer relativamente alta, con un cabello abundante y desordenado, gafas enormes que le cubrían completamente los ojos y ropa que parecía algo hippie, según las palabras de Harry y Hermione; fue un término que tuvieron que explicarles a Ron y Neville. La mujer decía con certeza que era posible ver el futuro si abrían sus mentes y «ojo interno». Hermione sólo aseguraba que le faltaba un tornillo por sus exageradas reacciones cada que veía una taza con una supuesta predicción, además de que era muy entusiasta y poco seria para la materia. Por una vez, Ron le dijo que le parecía tonto porque no se permitía ver más allá de los libros, pero que si no le gustaba la materia, no la juzgaría.

Luego de causarle un pequeño susto a Neville respecto a su abuela, la profesora siguió insistiendo en que abrieran sus mentes para poder ver lo que las hojas de té revelaban en las tazas. Ron, que tenía la taza de Harry, distinguió una especia de perro o lobo y eso hizo que Trelawney comenzara a jadear violentamente y a decir que sólo veía desgracia en esa imagen. Todos quedaron en silencio e incluso Hermione sintió cierto miedo.

Para ser una primera clase, había resultado un poco perturbadora. Algunos alumnos parecían fascinados por la materia; otros, al igual que Hermione, insistieron en que la Adivinación era pura basura. Cuando les comentaron eso a Luna y Draco, la rubiecita dijo que le parecía una materia interesante, pero que no estaría nunca en ella por no querer arruinar las sorpresas que podían depararle en el futuro. Y Draco simplemente dijo que no era una materia que le gustara. Prefería las Runas Antiguas. Eso sí que le resultaba interesante.

Siempre contigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora