68.

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   Las calles de Madrid a esas horas de la noche estaban vacías, pero me parecían más largas que cualquier otro día que hubiese pasado por allí, infinitas, no lograba ver el final y menos con ese semáforo en rojo que llevaba parado una eternidad. Podría arriesgarme a cruzar la carretera, sin más, por ella, por Mimi, aunque en ese instante tuviera unas ganas infinitas de decirle cuatro verdades, por impulsiva, pero claro...ese semáforo no me dejaba. No sabía ni la hora que era, pero si sabía que ya había dejado cinco mensajes en el contestador de Miriam, ella que vivía en la ignorancia y seguramente estaría acurrucada en la cama viendo Anatomía de Grey con su gata, mientras yo estaba desquiciada en aquel semáforo, que claro, la gata no tenía la culpa.

   Después de la eternidad, cuando el semáforo se puso en verde, no dude en correr calle abajo, por una vez no respetaba los límites de velocidad, e iba por el medio de dos carriles en las rotondas, pero sabía que Mimi me necesitaba, y lo peor de todo es que podría estar en peligro. Diez minutos de trayectos en los cuales seguramente algún radar cogió mi cara de desesperada, llegué a aquel local en el cual una vez creí ser feliz, después de todo pasé muchas noches allí con ella, aunque la mitad de aquellas noches Mimi no me recordara, ni sabía quien era, tal vez fue uno de los lugares en los que volvió a enamorarse de mi, pero también fue el lugar de muchas desgracias, y yo todavía no sabía que se avecinaba otra.

Parecía que el local estaba cerrado, me extrañaba a esas horas de la noche así que abrí la puerta con cierto temor, cuando puse el primer pie dentro del local, fue cuando verdaderamente sentí el miedo en el cuerpo. La sensación de angustia se apoderó de mí, y sin quererlo comencé a temblar. Escuché voces de fondo, y pude distinguir la voz de Tony cuando me acerqué a la escalera. Y allí estaba ella, podía ver como se tambaleaba, y cuando vi en la barra la botella de tequila y los dos vasos, lo entendí todo, lo había vuelto a hacer.

- ¡¡EH!! – Solté sin pensármelo dos veces.

- Vaya vaya... - Dijo Tony – La que faltaba en la fiesta... ¿Necesitas algo? ¿Tal vez jugar un rato con una rubia? – Dijo colocándola hacia mí.

- Mimi ¿estás bien? – Su rostro era pálido, y tenía la mirada perdida, podía ver como su cuerpo se apoyaba en él, que la sujetaba con fuerza, como si quisiera que me viese en ese momento, pero ella no me contestó.

- Está perfectamente, en el lugar en el que debe estar, de donde nunca debió salir.

- ¿Para qué la tengas así?

- ¿Así cómo? ¿Feliz? Ella vino a mí Ana...no te engañes...no fui yo quien fue a buscarla, ella entró a este bar por su propia voluntad, diciendo que la habías dejado ¿Verdad Miriam?

- Eso no es verdad – Le dije. Mimi no podía contestar, estaba perdida en un mundo en el cual yo ahora no podía entrar, y no sabía como sacarla de allí.

- Es lo que me ha contado...y prefiero creerla a ella.

Bajé las escaleras y me acerqué un poco más, necesitaba buscar la manera de sacarla de allí, y sabía que desde una escalera no podía hacer nada. Mimi tuvo que entrar en aquel local con un plan, no hubiese entrado si no tuviese un modo de salir, y sólo tenía que pensar cómo ella para averiguarlo, pero él me detuvo.

- ¡EH! ¡EH!, ni un paso más – Me grito sacando un revolver de la parte trasera de su pantalón – O le vuelo la cabeza – Dijo apuntando a Mimi – Tu decides.

- Tony tranquilo, vamos a hablar – Dije acercándome a la barra, intentando calmarme, intentando sostenerme en ella y que no se diese cuenta de que me temblaban las piernas – Dime... ¿Qué es lo que quieres?

Fix YouWhere stories live. Discover now